"La dificultad no debe ser un motivo para desistir sino un estímulo para continuar"

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Diálogo de Mercurio y Carón - Alfonso de Valdés

Alfonso de Valdés Diálogo de Mercurio y Carón Alfonso de Valdés Diálogo de Mercurio y Carón DIÁLOGO DE MERCURIO Y CA/RÓN: en que allende de muchas cosas graciosas y de buena/ doctrina: se cuenta lo que ha acaescido en la guerra/ desdel año de mill y Qujnjentos y veynte y/ vno hasta los desafíos de los Reyes de/ francia & Ynglaterra hechos al/ Emperador en el año de/ MDXXVIII Prohemio al lector La causa principal que me mouió a scriuir este dialogo fue desseo de manifestar la justicia del Emperador y la yniquidad de aquellos que lo desafiaron, y en estilo que de todo género de hombres fuesse con sabor leýdo, para lo qual me ocurrió esta inuención, de introduzir a Carón, barquero del infierno que, estando muy triste porque hauía oýdo dezir ser ya hecha la paz entrel Emperador y el Rey de Francia, de que a él venía mucha pérdida, viene Mercurio a pedirle albricias por los desafíos quel Rey de Francia y el Rey de Ynglaterra hizieron al Emperador. Por ser la materia en sí dessabrida, mientra le cuenta Mercurio las diferencias destos príncipes, vienen a passar ciertas ánimas que con algunas gracias y buena doctrina interrumpen la historia. Esta inuención me paresció al principio tanto buena quanto a la fin me començó a desagradar, de manera que lo quise todo romper. Mas siéndome después loado por algunas personas cuya prudencia está lexos de engannarse en semejantes cosas, y de cuya grauedad y bon dad no se puede presumir ni tener sospecha de adulatión, quise dar más crédito a su parescer que al mío. Y mostrélo a vno de los más señalados theólogos, assí en letras como en bondad de vida que en España yo conozco, por cuyo consejo emendé algunas cosas de donde los calumniadores pudieran tener achaque para calumniarme. Consejáuame allende desto que assí como pongo ánimas de muchos estados que se van al infierno y sola la ánima de vn casado que va al paraíso, pusiesse de cada estado de aquéllos vna ánima que se saluasse, diziendo que de otra manera los otros estados se podrían quexar, siéndoles aquí los casados preferidos, y que con esto no solamente quedaua escluída la calumnia, mas la obra muy perfeta. Y aunque en esto no me paresció tener menos razón que en las otras cosas de que me auía auisado, escuséme diziendo que mi intençión auía sido honrrar aquellos estados que tenían más necessidad de ser fauorescidos, como es el estado del matrimonio, que al parecer de algunos está fuera de la perfeción christiana, y el de los frailes que en este nuestro siglo está tan calumniado. Y a esta causa, poniendo vn casado que subía al cielo hize mención de vn fraile de San Francisco que hauía lleuado aquel camino. De manera que (a mi pareçer) ninguna razón ternán los otros estados de quexarse de mj ni dezir que quise fauorecer mi partido, pues ni yo soy fraile ni casado. Todavía por no desechar el consejo de vn tal varón, sy viere agradar lo que agora publico, no se me hará de mal de añadir en otra edición lo que en ésta pareçe faltar. Algunos eran de pareçer que deuía poner aquí mi nombre, y no lo quise hazer por que no pareciesse pretender yo desto alguna honrra no mereçiéndola, porque si la causa del Emperador está bien justificada, muchas gracias a él, que la justificó con sus obras. Si la inuención y doctrina es buena, dénse las gratias a Luçiano, Pontano y Erasmo, cuyas obras en esto hauemos ymitado, y pues a mí no me queda cosa de que gloria alguna deua esperar. Locura fuera muy grande si, poniendo aquí mi nombre, diera a entender que pretendía deuérseme. Y si houiere alguno tan curioso que quiera saber quien es el auctor, tenga por muy aueriguado ser vn hombre que derechamente dessea la honrra de Dios y el bien vniuersal de la república christiana. Diálogo de Mercurio y Carón Alfonso de Valdés Copyright (c) Universidad de Alicante, Banco Santander Central Hispano 1999-2000 Diálogo de Mercurio y Carón Alfonso de Valdés Primer libro Interlocutores Principales MERCURIO CARÓN. MERCURIO. Despierta, despierta, Carón. CARÓN. Mejor harías tú de callar. M. ¿No me conosces? C. No me conosco a mí velando, y ¿conoscerte he a ti dormjendo? M. Luego, ¿duermes tú agora? C. Ya tú lo vees. M. Véote los ojos cerrados, mas la boca abierta, hablando. C. ¿Nunca viste hablar a nadie dormiendo? Déxame ya. M. Cata que soi Mercurio y te vengo a pedir albricias. C. ¿Albricias, Mercurio? ¿Assí te burlas de los mal vestidos? M. Si me burlo o no, agora lo verás. Mas dime primero ¿por qué estás tan triste? C. Necedad sería encubrite mi dolor. Has de saber que los días passados vino por aquí Alastor. Y dándome a entender que todo el mundo estaua rebuelto en guerra, que en ninguna manera bastaría mi barca para passar tanta multitud de ánimas, me hizo comprar vna galera en que no solamente eché todo mi caudal mas aun mucho dinero que me fue prestado. Y agora que la cosa está hecha, me dizen que la paz es ya concluída en España. Y si esto, (Mercurio) es verdad, serme ha forçado hazer banco roto. M. ¿Qué me darás de albricias si te quito desse cuidado? C. Ya sabes, Mercurio, que quanto yo tengo es tuyo. Pide lo que quisieres. M. Pues eres tan liberal, no quiero sino que a todos los saçerdotes que houieren viuido castos hagas exemptos del pasage. C. Poca cosa me pides. M. ¿Eres contento? C. Y aun recontento. M. Pues hágote saber que oí en este día los Reyes de Francia e Inglaterra han desafiado públicamente con mucha solemnidad al Emperador. C. ¿Qué me dizes Mercurio? M. Esto que oyes, Carón. C. ¿Mándasme que te crea? M. Sí, y aun más te quiero dezir (porque no pienses hauer comprado tu galera en vano), que avn no sé si te bastará para passar tanta y tan pesada gente como verná. C. Dime, por tu vida, la causa porque te acabe ya de creer. M. Has de saber que yo dexo toda la christianidad en armas, y en sola Italia cinco exérçitos que, por pura hambre, haurán de combatir. Tu amigo Halastor, soliçitando al papa que no cumpla lo que ha prometido a los capitanes del Emperador que lo pusieron en su libertad, mas que en todo caso procure de vengarse. Allende desto, el Vaiuoda de Trsiluania no ha dexado la demanda del Reyno de Vngría. El rey de Polonia haze gente para defenderse de los tártaros. El rey de Dinamarca busca ayuda para cobrar su reyno. Toda Alemaña está preñada de otro mayor tumulto que el passado a causa de la secta lutherana y de nueuas diuisiones que aún en ella se leuantan. Los ingleses murmuran contra su rey porque se gouierna por vn cardenal y quiere dexar la reyna su muger, con quien ha viuido más de veinte años y mouer guerra contra el Emperador. El Rey de França tiene sus dos hijos mayores presos en España. Los françeses, pelados y trasquilados hasta la sangre, dessean ver principio de alguna rebuelta para desechar de sí tan gran tyranía. ¿No te paresce, Carón, que haurás bien menester tu galea? C. La vida me has dado Mercurio. Nunca tú me sueles traer sino buenas nueuas. ¿Cómo no me dizes nada de España? M. No, porque sóla essa prouincia está en paz y mantiene fuera de casa la guerra. C. ¿De dónde les vino a éssos tanta felicidad? M. Tienen tal príncipe, quel es causa de toda su felicidad. C. ¿No hauría modo para reuoluerlos? M. Con mucho trabajo y poco fructo ha entendido en esso tu amigo Alastor. C. ¿Cómo? M. ¿Bien has oýdo hablar de vn theólogo que llaman Erasmo? C. Y aun no pocas vezes he desseado que me venjesse a las manos esse hombre, porque me dizen ser él muy enemigo de la guerra y que no cessa de exhortar a todos los hombres que viuan en paz. M. Tal le aprouecha. Procuró, pues, tu amigo Alastor, que todos los frayles se leuantassen contra él, diziendo que era herege porque sabía hauer muchos que se pornían en defenderlo y pensaua sacar de aquí algún alboroto con que desassossegasse a toda España, porque assí como so specie de religión se contienen los ánimos de los hombres en obedientia y sossiego, assí quando en ésta ay alguna diuisión o discordia, todo lo sacro y profano anda alborotado. C. ¡O qué sabio consejo! Veamos, y esso ¿no huuo effecto M. No, porque tienen los españoles por ynquisidor general vn don Alonso Manrrique, arçobispo de Seuilla, que bastaría su prudencia y bondad para paziguar quantos scándalos en el mundo leuantar se puedan. C. Luego, ¿ese arçobispo estoruó el buen consejo de mj amigo Alastor? M. No solamente lo estoruó, mas apaziguó la cosa de manera que ya no queda memoria de contienda nj debate. C. ¡Oxalá me veniesse a las manos esse arçobispo, que le traería al Remo diez años en pena de su maleficio! Veamos, Mercurio, ¿no hauría medio para embiar alguna otra discordia? M. Esso allá lo has de platicar con Alastor, que yo soy más amigo de concordia. C. Dime, Mercurio, esse Rey de França que dizes hauer desafiado al Emperador, ¿es por ventura vn Francisco primero deste nombre que fue preso en la batalla de Pauía y lleuado en España y de allí por el Emperador puesto en su libertad? M. Esse mismo. C. ¿Es possible que Reyne entre los hombres tanta maldad que quiera agora esse Rey en lugar de dar gracias por el beneficio resibido mouer guerra a aquél de quien lo resibió? M. ¿Quién te ha hecho Catón, tan Religioso? C. No pienses que lo digo porque de lo hecho me pese, que bien sé no me lo creerías, mas porque todos tenemos este don de natura, que assí como vn Rey se huelga con la trayción hecha en su prouecho mas no con el traydor, assí nosotros holgamos con vna cosa mal hecha si della pensamos hauer prouecho, mas no con el que la haze. M. Querría que diesses vna buelta por el mundo y viesses de qué manera está y el trato que anda entre los hombres y veerías quán al reués está de como tú te lo finges. C. No me pesaría de verlo si tuuiesse seguridad muy cierta que no me harían quedas allá; mas, pues tú, Mercurio, lo has visto, bien me lo podrás contar. M. ¿Ternás tanto espacio para escucharme? C. Guiará entre tanto mj lugarteniente la barca, y nosotros sentados en este prado podremos hablar y a las vezes Reýrnos con algunas ánimas que vendrán a passar. M. Soy contento, mas mira, Catón, si la barca se anega, no quiero que sea a mj costa. C. No seas, Mercurio, tan temeroso y acaba ya de contarme esso que dizes, pues estamos de nuestro espacio. M. Tomóme el otro día vn feruentíssimo desseo de ver muy particularmente todas las tierras del mundo y las leyes, vsos y costumbres, cerimonias, religiones y trages de cada vna dellas. Y después de todo ello con los ojos bien mirado, con el entendimiento bien considerado y comprehendido, no hallé en todo él sino vanidad, maldad, aflición y locura. Enojado comigo mesmo de ver en toda parte tanta corrupción, con desseo de ver algún pueblo que por razón natural viuiesse, acordándome de lo que Jesuchristo instituió y hauiendo visto aquellas sanctíssimas leyes que con tanto amor tan encomendadas les dexó, determiné de buscar aquellos que se llaman christianos, pensando hallar en ellos lo que en los otros no hauía hallado. Informándome, pues, de las señales con que Jesuchristo quiso que los suyos fuesen entre los otros conoscidos, rodée todo el mundo sin poder hallar pueblos que aquellas señales tuuiessen. A la fin topando con tu amigo Alastor, y sabida la causa de mi peregrinación, me dixo: «De pura compassión te quiero desengañar, Mercurio. Si tú buscas esse pueblo por las señales que Christo les dexó, jamás lo hallarás. Por esso, si tanto desseo tienes de conoscerlo, toma la doctrina christiana en la mano y, después de bien leýda y considerada, acuérdate de todos los pueblos y prouincias que has en la tierra andado y aquellos que, viuiendo con más policía exterior que otros, viste viuir más contrarios a esta doctrina christiana, sábete que aquéllos son los que se llaman christianos y los que con tanto desseo tú andas buscando.» Como yo esto oý (aunque no diesse entero crédito a las palabras de Alastor), todavía, por saber si era verdad, atiné hazia Europa donde me acordé hauer visto ciertas prouincias que por la mayor parte viuían derechamente contra la doctrina christiana. Y llegado allá, por poderlo mejor comprehender, subíme a la primera spera y desde allí comencé a cotejar lo que veýa en aquellos pueblos con la doctrina christiana, y hallé que donde Christo mandó no tener respecto sino a las cosas celestiales, estauan comúnmente capuzados en las terrenas. Donde Christo mandó que en Él sólo pusiessen toda su confiança, hallé que vnos la ponen en vestidos, otros en diferencias de manjares, otros en cuentas, otros en peregrinaciones, otros en candelas de cera, otros en edificar yglesias y monesterios, otros en hablar, otros en callar, otros en rezar, otros en disciplinarse, otros en ayunar, otros en andar descalços, y en todos ellos vi apenas vna centella de caridad. De manera que muy poquitos eran los que en solo Jesuchristo tenían puesta su confiança. Y donde Christo mandó que menospreciadas las riquezas deste mundo, tengan solamente por fin enrriquescer con virtudes sus ánimas, vílos andar por el mundo robando, salteando, engañando, trafagando, trampeando, hambreando. Y de aquellas riquezas que Christo les mandó menospreciar y de aquellas que les mandó buscar ví en ellos muy poco cuydado. Hallaua en la doctrina christiana ser verdadero sabio el que sabía abraçar la doctrina de Iesuchristo y ví que tenían por nescio al que ella se allegaa y por sabio al que della se apartaua. Más adelante hallaua ser aquel uerdaderamente poderoso que podía domar y sojuzgar sus apetitos y passiones, y vi que no tenían por poderoso sino al que podía hazer mucho mal, aunque por otra parte de todos los vicios se dexasse vençer. Hallaua ser bienauenturado el que, menospreciadas las cosas del mundo, todo su spíritu tiene puesto con dios, y vi tener entre ellos por bienaventurado al que, allegando muchas cosas mundanas, ningún respecto tiene a dios. Hallaua mandar Iesuchristo que no touiessen vnos de otros embidia, y vi que en ninguna parte tanto como entre ellos reyna. Hallaua serles mandado que, a imitación de los ángeles, guardassen sus cuerpos muy limpios de la suziedad de la luxuria, y vi que entrellos ningún género della se dexa de exercitar. Quiso Jesuchristo que no jurassen, mas que touiessen tanta sinceridad que con su simple palabra fuessen creídos, y veýalos a cada passo jurar, blasfemar y renegar, y que tan poca verdad reyna entrellos que ninguna cosa, aun con juramento, vnos a otros se creen. Hallaua serles mandado que menospreciassen toda ambición y vanagloria, y veía los vnos tan hinchados con dignidades, que ni aun así mesmos conoscían, y los otros tan hambrientos de vanagloria, que ninguna maldad dexauan de poner por obra por alcançar vna dignidad. En muchas partes hallaua reprehendidos los que hazían differencias de linages, teniéndose en más los vnos que los otros, dando a entender ser verdadera nobleza solamente la que con virtud se alcança y por el contrario, vileza la que de vicios es posseída, y vi entrellos tantas differencias por venir vnos de vn linage y otros de otro, que allende las muertes que a esta causa a cada passo se cometen, es cosa estraña ver quán hinchado está entrellos el noble con su nobleza y quán sometidos y abatidos los que no lo son. Quiso Jesuchristo que no se enojassen vnos con otros ni se dixessen malas palabras, mas que procurassen de hazer bien a los que les hiziesen mal, y vílos no solamente dezirse vnos a otros ynjurias, mas matarse y lisiarsse como brutos animales y tener por muy grande affrenta no vengarse de la injuria recebida. Dízeles Iesuchristo que den sus limosnas secretamente, en manera que no sepa la izquierda lo que da la derecha, y ellos solamente hazen secreto las malas obras dignas de castigo, y si dan alguna limosna o hazen alguna obra pía, luego las armas pintadas o entalladas y los letreros muy luengos, para que se sepa quien la hizo, mostrando hazerlo no por amor de dios, mas por respecto del mundo. Dízeles Christo que no daña al ánima lo que entra por la bocca, mas los vicios que salen del coraçón y ellos en el comer muy supersticiosos y en el peccar tan largos y habundantes, que al que yerra en aquello no tienen por christiano, y al que se guarda desto, otro reputan por bestia y es de todos menospreciado y escarnido. Christo loa la pobreza y amenza los ricos, y ellos huyen la pobreza como enemiga y siguen y adoran las riquezas prefiriéndolas a qualquiera otra cosa y haziendo su dios dellas. Reprehende Christo a los que procuran los primeros assietos y lugares en las congregationes, y ellos con tanta ambición los buscan que aun aquellos que se alaban de seguir la perfeción christiana están en continua discordia sobre sus precedencias, y aun muchas vezes se quiebran a esta causa las cabeças, cosa por cierto digna que de vnos sea reída y de otros muy llorada. Quiso Iesuchristo que estuuiessen tan apartados de tener pleitos, que si alguno por justicia les pidiesse la capa, le diessen también el sayo antes que pleytear con él, y en todo el mundo junto ví tantos pleitos como entrellos. Y vi que por defender cada uno lo suyo y aun por ocupar lo ageno tienen de contino no solamente pleitos, mas muy crueles guerras, y finalmente los vi a todos tan agenos de aquella paz y charidad que Iesuchristo les encomendó, dexándosela por señal con que los suyos fuessen conoscidos, que en todo el mundo junto no ay tantas discordias ni tan cruel guerra como en aquel rinconcillo que ellos ocupan. De manera que cotejando en estas y en otras muchas cosas la doctrina christiana con la vida de aquella gente, hallé que aquéllos deuían ser los que Alastor me hauía dicho. Y por mejor informarme, baxado a la tierra pgunté qué gente era aquélla y todos me dezían que eran christianos. Quando yo aquello oý comencé a dezir: ¡O christianos, christianos! ¿Ésta es la honrra que hazéis a Jesuchristo? ¿Éste es el galardón que le dáis por auer derramado su sangre por vosotros? ¿No tenéis vergüença de llamaros christianos, viuiendo peor que alárabes y que brutos animales? ¿Assí hos queréis priuar de la bienauenturança de que en este mundo y en el otro, siguiendo la doctrina christiana podríades gozar? ¿Este exemplo dáis de vosotros a todas las otras naciones? ¿Para qué queréis conquistar nueuos christianos si los hauéis de hazer tales como vosotros? Estas y otras palabras me verías dezir con tanto eojo, que parescía arrancárseme las entrañas. Quise ver más particularmente lo que hazían, y vi venir vnos tan hinchados con poco saber, otros con rriquezas, otros con fauores y otros con falsa specie de sanctidad, que no estauan en dos dedos de hazerse adorar por dioses. Y vi a otros andar en hábitos de religiosos, y que por tales les hazían todos reuerentia hasta el suelo, y avn les besauan la ropa por sanctos. Y como yo veýa lo que debaxo de aquel hábito andaua encubierto parescíame que representau alguna farsa. Entré en los templos y vilos llenos de vanderas y de scudos, lanças & yelmos, y pregunté si eran templos dedicados a Marte, dios de las batallas, y respondiéronme que no, sino a Jesuchristo. Pues ¿qué tiene que hazer (dezía yo) Iesuchristo con estas insignias militares? Vi assí mesmo tantos y tan sumptuosos sepulcros, y pregunté si eran de sanctos. Respondionme que no, sino de hombres ricos. Salido fuera, vi enterrar vn hombre fuera de la yglesia, y pregunté si era moro o turco, pues no le enterrauan en la yglesia como a los otros. Dixéronme que no, sino tan pobre que no tuuo con qué comprar sepoltura dentro de la yglesia. Pues, ¿cómo?, dezía yo, ¿al que más dinero tiene se haze más honrra en la yglesia de Iesuchristo? En otras yglesias veýa tantos pies, manos, braços y niños pintados en tablas y hechos de cera, y en muchos dellos cosas tan vergoçosas que aun por las plagas quanto más en los templos, no deurían ser admitidas, y pregunté qué era aquello. Dixéronme que vna ymagen que allí estaua hazía milagros. Y a la verdad, ninguno ví que hoiese presentado cosa alguna por hauer librado de la sugeción de los vicios y puesto en la libertad de las virtudes. Vi que estauan muchos hombres y mugeres hincados de rodillas para recebir el cuerpo de Jesuchristo, que tan gran bien en la tierra les quiso dexar, y quíseme juntar a recebirlo con ellos, y llegó vn sacristán a pedirme dineros. Y como no los tenía, le dixe: ¿Y assí también vosotros dais por dineros el cuerpo de Jesuchristo? Salíme de allí gimiendo, y queriendo entrar en otro templo. Hallélo cerrado. Rogué que me abriessen, y dixeron que estaua entredicho y que no podía entrar si no tenía bula. Y sabido adonde tomauan las bulas, fuí a tomar vna, y pidiéronme dos reales por ella. ¿Cómo?, (digo yo) ¿no dexa Jesuchristo entrar en sus templos sino por dineros? Quisiéronme echar mano, diziendo que blasfemaua; yo escapéme fuyendo. Pregunté cómo viuían los sacerdotes de Jesuchristo y mostráronme vnos sentados al fuego con sus mancebas y hijos, y otros reboluiendo guerras y discordias entre sus próximos y hermanos. Estonces dixe yo, ¿y cómo?, ¿los ministros de Jesuchristo, auctor de paz, andan reboluiendo discordias? Pregunté dónde estaua la cabeça de la religión christiana, y sabido que en Roma, me fuý para allá, y como llegué estuue tres días atapadas las narizes del yncomportable hedor que de aquella Roma salía, en tanta manera que no pudiendo allí más parar, me passé en España donde hallé hombres que de noche andauan a matar ánimas por las calles con deshonestíssimas palabras. Fuýme a vn Reyno nueuamente por los christianos conquistado, y diéronme dellos mjll quexas los nueuamente conuertidos, diziendo que dellos hauían aprendido a hurtar, a robar, a pleytear y a trampear. Houe compassión de los vnos y de los otros, y harto de ver tanta ceguedad, tanta maldad y tantas abominaciones, no quise más morar entre tal gente, y marauillándome de los yncomprehensibles Juyzios de dios que tales cosas sufre, me torné a exercitar mi oficio. Todo esto te he querido dezir porque de oi mas no te marauilles de cosa que oyeres dezir. C. Con tan eloquente compañero no sentiría yo el trabajo de guiar la barca. Dime, Mercurio, ¿crees tú que Jesuchristo se huelga que tal gente como éssa se llamen christianos? M. Si se huelga o no, allá se lo haya. Quanto por mí, yo te prometo que me ternía por muy afrentado si se llamassen mercurianos. C. Lo mesmo me haría yo, y aun los castigaría muy bien si, no queriendo segir mi doctrina, se quisiesen honrrar con mi nombre. M. Assí me paresce que haze agora Jesuchristo. C. ¿De manera que no esperas ver el fin de los males que padeçen hasta que se hayan emendado? M. En ninguna manera lo espero. C. Con razón. Ven acá, Mercurio. Entre tanta multitud de christianos ¿no hallaste alguno que de veras siguiesse la doctrina christiana? M. Hallé tan pocos que me oluidaua de hazer mención dellos, pero essos que ay dígote de verdad que es la mas excellente cosa del mundo ver con quánta alegría y con quánto contentamiento viuen entre los otros, tanto, que me detuue algunos días conuersando con ellos y me parecía conuersar entre los ángeles. Mas como los cuytados por la mayor parte son en diuersas maneras perseguidos no osan parescer entre los otros ni declarar las verdades que dios les ha manifestado; mas por esso no dexan de rogar continuamente a Jesuchristo que aparte del mundo tanta ceguedad, viuiendo siempre con más alegría quando más cerca de sý veen la persecución. ¿Has oydo lo que los philósophos disputan de las virtudes de la ánima? C. Muchas vezes. M. ¿No te parece cosa ympossibile que algún hombre pudiese alaçar aquella perfición? C. Y avn más que ympossibile. M. Pues si viesses de la manera que éstos (que te digo) uiuen, conoscerías hauer muchas ymperficiones en la doctrina de essos philósophos que a tí te parece tan dificultosa de seguir, comparada a la vida déstos. C. Espantado me has con esso. Yo te prometo de ynformarme muy bien de la primera ánima que viere subir por la montaña de cómo haurá viuido. Y agora pues tan complidamente me has esso contado, y tenemos bien proueýda la barca, no se te haga de mal contarme lo que entre esse Emperador y Reyes de Francia & Ynglaterra ha passado. M. De buena voluntad lo haré, porque en este camino yo me he muy bien de todo ynformado; mas no querría que los Juezes me estuuiessen esperando. C. Desso seguro puedes estar, que oy vacaciones tienen. M. Pues que assí es, está atento, y porque mejor me entiendas de muy lexos quiero començar. Has de saber que muerto vn Rey de Spaña llamado Fernando que para sý y sus sucessores ganó nombre de Cathólico porque éste fue el que acabó de echar los moros de Spaña que la ocuparon y señorearon por muchos tiempos, sucedió en todos aquellos Reynos de Spaña vn Carlos, su nieto, que agora es Emperador, y como al tiempo de su sucessión hallasse guerra entre su predecessor y este Rey de Francia, no queriendo començar a Reynar con guerra, hizo con él paz, y teniendo más respecto al bien público que a su particular prouecho, se obligó a ciertas cosas a que en ninguna manera era obligado, queriendo más desigual paz que iusta guerra. Murió en este medio el Emperador Maximiliano, su agüelo, y leuantósse competencia entre él y el Rey de Francia sobre quál dellos sería elegido por Emperador. Vencieron a la fin la bondad y virtudes deste don Carlos, Rey de España, a la solicitud y dádiuas del Rey de Francia, de manera que de común consentimento todos los electores del Imperio, (estando él en España), lo eligieron por Emperador, de que el Rey de Francia quedó muy corrido y con iniquo ánimo buscaua opportunidad para hazerle mal. Y despés que muchas rebueltas houo tramado, a la fin, estando este Emperador en Alemaña entendiendo en la gouernación del Imperio, viendo el Rey de Francia rebuelta a Spaña por la absencia de su príncipe, parecióle tener buena ocasión para executar su mal propósito, y determinado de mouer guerra contra el Emperador, que en vano trabajaua de euitarla, no podiendo bastar iustificaciones ni ofrecimientos para apartarle de tan pernicioso propósito, a la fin embió vn exército en España, y hallándola desproueýda de defensas y muy occupada de guerras ciuiles, fácilmente conquistó el Reyno de Nauarra, y avn entrando en Castilla combatió la ciudad de Logroño, mas los españoles que al tiempo de necessidad a sus príncipes y señores naturales jamás faltaron, dexadas las armas ciuiles se juntaron a resistir el ímpetu de los franceses, y sin esperar a ser por su Rey requeridos les dieron la batalla y los desbarataron & hizieron boluer huyendo a sus tierras. Y aquí començó Dios a declarar al mundo la iusticia queste príncipe tenía, dándole vna tan impensada victoria, mas tanpoco bastó esto para quel Rey de Francia se qujsiesse desistir de la guerra. Quando esto vió el papa León décimo, conosciendo por vna parte la justicia del Emperador, y por otra la malicia del Rey de Francia, declaróse por su enemigo en fauor del Emperador, y juntó sus exércitos en Ytalia. Esse mismo año echaron los franceses del Estado de Milán, que tiránicamente le tenían ocupado, restituyendo en él al Duque Francisco María Esforcia. Y a vn mismo tiempo se rendió al Emperador la ciudad de Tornay, que de mucho tiempo antes franceses tenían ocupada. C. No te pese Mercurio si alguna vez por ser mejor informado, te quisiere algo preguntar. Veamos, ¿qué tenía que hazer el Emperador en echar los frances de Ytalia? M. El estado de Milán es feudo de Imperio y toca al Emperador proueer, no solamente que lo possea el que por derecho lo deue posseer, mas que los súbditos dél sean bien tratados. Hauía, pues, tiránicamente el Rey de Francia ocupado aquel estado y los súbditos dél eran por los franceses maltratados y era obligado el Emperador a quitarlo de las manos del violento ocupador, librando el pueblo de la tiranía que padecía. C. Y veamos, ¿pertenecía a esse Duque Francisco Esforcia que has nombrado esse estado de Milán? M. A la verdad, más derecho tenía a él el mesmo Emperador, assí por ser feudo que llaman Commisso como por tener dél inuestitura concedida por el Emperador Maximiliano, con consentimento del Rey de Francia. C. Agora te quiero hazer dos preguntas: la vna, que pues esse estado pertenecía al Emperador, ¿por qué él no lo tomaua para sí?, y la otra será que pues era el Emperador obligado a echar del estado los franceses que tiránicamente lo posseían ¿por qué no lo hauía hecho antes? M. Mira, Carón, las leyes y los príncipes y señores fueron ordenados para prouecho del pueblo, y el buen príncipe no ha de mirar solamente a lo que la ley manda, ni a lo que el derecho ordena, sino a la intención de los que las leyes ordenaron, que es el bien del pueblo, y si vee que de seguir el derecho o executar la ley verná más danno al pueblo que de dissimularlo, déuelo dissimular hasta que vea tiempo cómo sin danno del pueblo lo pueda mejor hazer. Viendo, pues, el Emperador ser menor mal que los milaneses padeciessen lo que padecían que no el que de excitar nueua guerra se podría seguir, dilató aquello hasta que le vino esta oportunidad para librarlos de aquella tiranía, y librados, aunque pudiera él quedarse con aquel estado, conosciendo cumplir más al sossiego de Ytalia y bien de los milaneses darles vn duque de quien fuessen gouernados que tomarlo para sí, posponiendo su interesse particular al bien vniuersal, lo dió al Duque Francisco Esforça. C. Dígote que nunca vi tanta virtud en vn príncipe, quanto que si muchos déssos ouiesse, bien me podría assentar cabe mi ganancia. M. No hayas miedo, que yo te prometo que dellos ay tanta falta como de moscas blancas. El anno siguiente tornaron los franceses en Italia, pensando cobrar lo perdido, y no solamente perdieron parte de su exército en la Bicoca y se bolieron vergonçosamente, mas también perdieron a Génoua con todo lo que de más le quedaua en Ytalia. C. Y dessa Génoua ¿qué hizo el Emperador?, ¿tomóla para sí? M. Antes la puso e su libertad segund sus fueros y costumbres y quedaron al gouierno della los Adornos, porque conosciessen todos que no se mouía a echar los franceses de Ytalia por ambición ni hambre de señorear, mas solamente por lo que deuía a la iusticia. C. Dígote que essa fue vna virtud muy grande M. Dizes la verdad, segund lo que agora se usa en el mundo. Pues esse mesmo anno estando el Emperador en sus señoríos de la baxa Alemaña, determinó de passarse en España por acabar de assossegar los ánimos de los españoles que por su absencia hauían andado alborotados, y por estar allí como en fortaleza para defenderse de sus enemigos. C. ¿A qué llamas baxa Alemaña? M. Flandes, Brabante, Holanda, Gelanda, Arthoes, Namur, Henao, y otras tierras que también llaman Galia Bélgica. C. Ya lo entiendo. M. Determinado, pues, el Emperador de voluerse a España, venido en Ynglaterra como tenía concertado, el rey le hizo mucha honrra y mui gran recebimento en aquel su reyno y concertó de darle su hija por muger y se declaró por enemigo del rey de Francia, con que el Emperador le prometió pagarle ciento y treinta mill escudos que le daua el rey de Francia cada año hasta que houiesse ganado equiualente recompensa en Francia con que se tornasse a concertar con el mesmo rey de Francia. C. Rezia obligación fue éssa. M. Dizes verdad, pero conuenía al Emperador hazerla, porque si él no ganara de su parte, aquel Rey de Ynglaterra, pudiérasele concertar con el Rey de Francia y el daño fuera mayor. Estaua también el Emperador en Inglaterra y por fuerça hauía de hazer lo que los ingleses querían, y aun con todo esto creo que no se obligara como se obligó, si el Cardenal de Inglaterra no le dixera que aquello no se hazía con intención, que él houiesse de pagar aquellos dineros, mas porque los del consejo del Rey y todo el reyno viessen como ningún daño recibía el Rey en declararse por enemigo del Rey de Francia. C. Aosadas que dessas palabras nunca yo me fiara. M. Piensa el ladrón que todos han su coraçón. Mas mira, no se te oluide esse passo, porque lo haurás menester para después. C. Soi contento, pero mira también tú aquella ánima con quánta soberia viene. Algún sátrapa deue ser. Vamos a hablarla, que luego tornaremos a nuestra plática. Dime, ánima pecadora, ¿quién eres? ANIMA. De los más nombrados predicadores que houo en mis días. Nunca me puse a predicar que la yglesia no estuuiese llena de gente. C. ¿Qué arte tenías para esso A'A. Fingía en público sanctidad por ganar crédito con el pueblo y quando subía en el púlpito procuraua de endereçar mis reprehensiones de manera que no tocassen a los que estauan presentes, porque como sabes, ninguno huelga que le digan las verdades. C. Dessa manera no aprouechaua tu sermón sino para que el malo perseuerasse con mayor obstinación en sus vicios. A'A. Ni aun yo quería otra cosa. C. ¿Por qué? A'A. Mira, hermano, si yo les dixera las verdades, quiçá se quisieran conuertir y viuir como christianos, y fuera menester que de pura vergüença hiziera yo otro tanto; y desto me quería yo bien guardar. C. De manera que so color de predicar Jesuchristo predicauas Sathanás. A'A. Yo no sé qué cosa es predicar Iesuchristo ni jamás aprendí otra arte sino ésta, y con ella he viuido más a mi sabor que vn papa. C. Pues paga el pasage, que allá te mostrarán a qué sabor has de viuir de aquí adelante. A'A. ¿Yo, passage? ¡Como si no supiesses tú que los frayles somos exemptos! C. Exemios vosotros quanto quisierdes en el mundo, que aquí o me pagarás o me dexarás el ábito. A'A. ¿El ábito? De muy buena voluntad. ¡Oxalá me lo houieras quitado en el mundo! C. ¿Pesáuate de traerlo? A'A. Assí burlando. C. ¿Por qué? A'A. ¿Piensas que es poco trabajo hauer todavía de fingir sanctidad contra su voluntad? C. Agora serás quito desse trabajo. ¿Qué te parece Mercurio? Agora no me marauillo que viuan tan mal los christianos, pues tienen tales predicadores. Dime ¿hay muchos semejantes a éste? M. Más que sería menester. C. Acá les mostraremos cómo han de predicar. Y tú, prosigue adelante. M. Venido el Emperador en España vsó de vna gran liberalidad y clemencia, perdonando a todos los que en su absencia por falsas relaciones contra su auctoridad real se hauían leuantado, exceto algunos cuyos delictos fuera crueldad dexar sin castigo. El año siguiente el Rey de Francia tornó a embiar nueuo exército en Ytalia, pensando cobrar aquel estado de Milán, y después de hauer tardado el dicho exército en Ytalia ocho meses fue otra vez por el mes de mayo del año siguiente echado de Ytalia, y el exército del Emperador siguiendo la victoria entró en Francia y tomó muchos lugares de la prouincia de los romanos que agora llaman Proença, y estando sobre Marsella el Rey de Francia, so color de la necessidad que tenía de defender el Reyno, sacó mucho dinero de sus súbditos y ayuntado vn poderoso Exérçitos, dexando el del Emperador en su tierra, el mesmo en persona tomó la vía de Ytalia, pensando cobrar el Ducado de Milán que a la sazón de gente estaua desproueýdo. C. ¿Es possibile, Mercurio, que aya tanta locua entre los hombres que, con peligro de muerte y tantos trabajos, vayan buscando vna cosa que aun rogándoles con ella, sy fuessen discretos, no la haurían de querer aceptar? ¿Qué cosa es más miserabile ni más trabajosa ay en el mundo que Reynar? Déxame vn poco, Mercurio, philosophar contigo. ¿Puede ser mayor miseria que estar vn hombre en lugar donde ha de temer a todos, tener sospecha de todos y donde sy es bueno, es de los malos, (que son la mayor parte), aborrecido, y se es malo, buenos y malos lo querrían ver muerto? Pues aquella congoxa, aquel desassossiego, aquel ser de todos ymportunado por vna parte y por otra, dame, dame, dame; sy da, llámanle pródigo y sy no da, dízenle que no es digno de ser Rey. Pues sy al libre llamamos bienauenturado, ¿qué mayor sugeción que la del príncipe que a tanta gente y de tantas y tan diuersas condiciones, él solo ha de contentar?¿Qué mayor sugeción que andar siempre cercado de gente y en ninguna cosa poder viuir a su voluntad? ¿Y que sobre todo esto anden los hombres tan hambrientos por Reynar? ¿Y que este Rey de quien me hablas pudiendo viuir pacíficamente en su Reyno se vaya agora a conquistar los estraños con tantos trabajos de su persona y vida? Que del ánima según lo que me has contado poca cuenta deue hazer. ¡Quánto más bienauenturado es el labrador que, dando su tributo al rey porque lo mantenga en justicia viue a su plazer sin ser notado de alguno ¡Quánto más a su sabor come y duerme el que de sola su casa tiene cuydado, que aquellos que en administrar reynos y señoríos ponen su felicidad . Verdaderamente, o Mercurio, o en el mundo no ay medicina contra la locura o no deue aun por los hombres ser conoscida, teniendo della tanta habundancia como tienen. M. Cata que me has espantado, Carón y ¿quién te vezó tanta philosophía? C. Parte me ha vezado la razón natural y parte aprendí de Sócrates. M. ¿Tú de Sócrates? ¿Y quándo? C. Passando en mi barca iua mareado y reuessó tanta philosophía que nos cupo della parte a todos los que íuamos en la barca & yo como el más principal, tomé la mejor y téngola bien guardada. Pero dexemos ya la philosophía y prosigue tu historia. M. Passado el rey de Francia en Ytalia, fue forçado el Exérçitos del Emperador que estaua en Francia a boluerse como se boluió con gran diligencia en Ytalia. No embargante esto el Rey de Francia ocupó breuemente mucha parte del estado de Milán con la principal ciudad dél. C. En estas ydas y venidas que hazían los vnos y los otros, ¿quién cree quel pobre pueblo no padecia M. Ya tú los puedes bien pensar. C. Quiérote, pues, poner vna quistión, Mercurio. Los príncipes, ¿para qué fueron ynstituídos? M. Para bien y prouecho de la república. C. Pues ¿qué razón ay para que con tanto daño de la república anden los hombres ryñiendo sobre quién gouernará este reyno (o el otro)? Claro está que los que tienen respecto a hazer en su reyno solamente aquello para que fueron ynstituídos, que no querrían serles causa de tanto mal como de la guerra se sigue. M. Nunca vi tan sabio barquero. Dime tú si sabrás sanar la locura de los hombres y luego te daré yo esso remediado. C. ¿Remediado, Mercurio? Esse remedio daño y no pequeño sería para mí, porque si los hombres touiessen sola vna gota de entendimiento, por marauilla vernía alguno a passar por mi barca. M. Estuuo, pues, muchos días con tan gran triumpho el Rey de Francia en Ytalia, que quasi todos los amigos y confederados del Emperador le dexaron y se passaron a la parte del rey. C. Deuen éssos andar a viua quien vence. M. A ratos, como ya en toda parte se vsa. C. ¿Y cuentas también entressos al Papa que llaman vicario de Jesuchristo? M. En los primeros. C. Yo no te entiendo. ¿Tú no me dixiste agora poco ha que el Papa se declaró contra el Rey de Francia en fauor del emperador? M. Sí que te lo dixe. C. Pues, ¿cómo es possibile que se mostrasse agora contra el Emperador en fauor del Rey de Francia? M. Si te acuerdas bien de lo que al principio te dixe del malviuir de los christianos, no te marauillarías desso, quanto más que el que se declaró por el Emperador era el Papa León Décimo, y éste es otro que llaman Papa Clemente .vij que sucedió a Hadriano .vj. maestro del Emperador. C. Agora te entiendo mejor, aunque, por dezirte la verdad, poco menos feo me parece lo vno que lo otro. M. Pues ¿qué dirías si supiesses lo que el Emperador por este Pontífice hauía hecho? C. No es cosa nueua que los romanos pontífices se muestren ingratos a los que son causa de ponerlos en aquella dignidad. M. Dizes muy gran verdad, y aun es muy bien empleado que acaezca esso a los que tienen más respecto a sus propósitos e interesse particular que al seruicio de dios y bien vniuersal en la creación del supremo pastor de la yglesia. C. Pues tornando a nuestro propósito, ¿que también el Papa se juntó con el Rey de Francia contra el Emperador? M. Assí es, mas poco les aprouechó, porque los capitanes del Emperador se dieron tan buena maña, que ayuntando su Exérçitos vinieron a buscar el Rey de Francia, que estaua con el suyo sobre la ciudad de Pauía, y le dieron gentilmente la batalla el día de Sancto Mathía, año de M.D.XXV, y lo vencieron y desbarataron y prendieron al Rey y a los principales capitanes y señores que con él yuan. C. Assí, assí, dessa manera los castigan en mi tierra. ¿Quiéresme dexar aquí vn poco filosofar, Mercurio? M. No me perturbes agora. Vieras venir luego de todas partes al Emperador, vnos escusando sus faltas y otros, hauiéndolo desseruido, dándole a entender que le hauían seruido. Franceses se temían que el Emperador mandaría passar su Exérçitos en Francia, Venecianos que lo embiara sobre sus tierras, el Papa que a lo menos le querría quitar las ciudades de Parma y Plazencia que por su consentimiento tenía en el estado de Milán, y que después, si se le antojasse haría otro tanto de todo el patrimonio de San Pedro. C. ¿A qué llamas patrimonio de San Pedro? M. A todas las ciudades, villas y lugares que posseen los romanos pontífices llaman patrimonio de San Pedro. C. Essa te digo yo, Mercurio, que es vna gentil inuención. Yo me acuerdo de ver subir por aquella montaña vn Pedro que dezía hauer sido Vicario de Jesuchristo, y me dixo que no solamente no tuuo patrimonio en el mundo, mas que para ser Vicario de Christo fue menester que dexasse essa miseria que tenía. ¿Agora dizesme tú que tiene tan gran patrimonio? M. Buena memoria tienes, pero mira Carón, ¿qué sabes tú si estonces conuenía que San Pedro dexasse lo que tenía y agora conuiene que sus successores tomen a los otros lo que tienen? C. ¿Quieres que te diga la verdad Mercurio? Assí como yo me huelgo que ellos lo hagan como tú dizes, assí me parece que conuernía a ellos y a todos que hiziessen lo contrario. M. ¿De barquero te nos quieres tornar consejero? Calla, pues, si quieres que prosiga mi historia. C. Soy contento, pero veamos primero lo que quiere dezir esta ánima que no va a passar con las otras. AN. ¿Cómo, Carón? ¿Tanta soberia has cobrado que has menester vn lugarteniente para tu barca? ¿De quándo acá te vino? C. ¿Eres tú, por dicha, procurador de los embargos? AN. ¿A qué llamas procurador de los embargos? Yo he sido más de treynta años vno de los principales del consejo de vn Rey muy poderoso, y tenía muchas tierras que gouernaua. C. Mal podías gouernar a los otros si no te supiste gouernar a ti. AN. ¿Cómo no? C. Porque si bien te gouernaras, no vinieras al infierno. AN. ¿Cómo que no viniera al infierno? ¿Parécete que venir aquí es venir al infierno? C. A la fe, hermano, si te piensas otra cosa, estás muy engañado. AN. ¡O desuenturado de mí! ¿Que al infierno tengo de yr? C. Desto ninguna dubda tengas. AN. Apena te puedo creer. C. ¿Por qué? AN. Cata que yo era christiano y recebí siendo niño el baptismo y después la confirmación. Confessáuame y comulgáuame tres o quatro vezes en el año. Guardaua todas las fiestas, ayunaua todos los días que manda la yglia y aun otros muchos por mi deuoción y las vigilias de nuestra señora a pan y agua. Oía cada día mi missa y hazía dezir muchas a mi costa. Rezaua ordinariamente las horas canónicas y otras muchas deuociones, fuy muchas vezes en romería, y tuue muchas nouenas en casas de gran deuoción. Rezaua en las cuentas que bendixo el Papa Hadriano. Daua limosnas a pobres, casé muchas huérfanas, edifiqué tres monesterios y hize infinitas otras buenas obras. Allende desto, tomé vna bula del Papa en que me absoluía a culpa y a pena in articulo mortis. Traía siempre vn hábito de la merced. Al tiempo de mi muerte tomé vna candela en la mano de las del Papa Hadriano. Enterréme en hábito de Sant Francisco, allende de infinitas mandas pías que en mi testamento dexé. ¿Y que con todo esto aya yo agora de venir al infierno? Aýna me harías perder la paciencia. M. Mira hermano, tú has contado muchas cosas buenas, mas a mi ver sabías dellas mal vsar, teniendo más respecto a cumplir con tu voluntad que nj con la de dios ni con tu oficio. Bueno es guardar las fiestas, pero no las guarda el que se quiere estar ocioso dexando de despachar los negocios que tiene a cargo, no teniendo respecto a lo que gastan y pierden aquellos a quien haze esperar por no despacharlos el día de fiesta. ¿No sabes que haziendo bien al próximo no se rompe la fiesta Bien era ayunar como se acostumbra, y mejor ayunar a pan y agua, pero si a causa del ayuno te venía alguna mala disposición que causaua dilación en los negocios que tenías a cargo, dígote de verdad que pecauas donde pensauas merecer. Bueno es oír missa y bueno rezar las horas canónicas, pero si mientra oýas tu missa y rezauas tus horas dexauas de ýr y despachar los que hauían de negociar contigo y eras causa que se comiessen sus capas en el mesón, dígote de verdad que te valiera mas no oýr missa ni rezar. Si no, dime, por tu fe, ¿tenías siempre tiempo de oýr los negociantes? AN. Muchas vezes me faltaua. M. Pues vees aý, ¿no valiera más que mientra ensartauas aquellos salmos que tú no entendías, oyeras y despacharas los negocios que tenías a cargo? AN. ¿No querías que rezasse? M. Quando ouieras cumplido lo que eras por razón de tu oficio obligado, bien era que te pusiesses en oración a dios, demandándole gracia para que a seruicio suyo y bien de la república pudiesses exercitar tu oficio. Mira, hermano, no ay oración más grata a dios que cumplir Su voluntad y sabiendo tú ser ella que se haga bien al próximo ¿pensauas seruirlo rezando, con daño del próximo? Por cierto, muy gentil oración era la tuya. AN. Quanto que si a esso va, los más de los que tienen oficios públicos caen en esse pecado. M. Pues créeme tú a mí que los que en él cayeren, con él se vernán al infierno. Si tanto les agrada la oración (aunque no sé si se puede llamar oración el ensartar salmos como lo hazéis) no se ocupen en la administración de la república. Dizes después que anduuiste muchas romerías y touiste muchas nouenas, y entre tanto dexarías los pobres negociantes desesperados, esperando tu buelta. Dígote de verdad, que con essas tales romerías y nouenas offendías muy reziamente a dios. Cuentas que edificaste monesterios y diste muchas limosnas a pobres, y que casaste muchas huérfanas. Veamos, ¿de dónde tenías dinero para ello? AN. De mis rentas. M. Y estas rentas ¿cómo las ouiste? AN. Parte me dió el príncipe a quien seruía y parte me allegué yo. M. ¿Pedíasselo tú al príncipe o dáuatelo de su voluntad? AN. Bueno estaua yo si houiera de esperar que él me lo diera; a la fe, pedíaselo yo y aun si no bastaua pedírselo, importunáualo por ello, allende otras grangerías que tenía para sacárselo. M. ¿Qué grangerías? AN. Procuraua de andar siempre a su voluntad y nunca dezirle cosa que le pesasse. Si él dezía algo en consejo, aunque fuesse muy malo, dezía yo que era lo mejor del mundo, y como yo tenía opinión de sanctidad los otros no osauan contradezirme, especialmente siendo el príncipe de mi parte. Con esto hazía dos cosas: ganaua la gracia y amor del príncipe y mucha reputación con el vulgo. M. ¿Tú no veías que esso era contra dios, dezir bien de lo malo y mal de lo bueno? ¿Nunca leíste, qui dicitis bonum malum et malum bonum? AN. Bien lo veía, pero dezían que era muy gentil arte para medrar y ganar honrra en el mundo, y que la ofensa que en ello se hazía a dios con los ayunos, limosnas, missas, oraciones, nouenas y peregrinaciones se recompensaua. M. ¿Quién te dezía esso? AN. Mis confessores. C. ¿Dáuasles algo? AN. No de mi hazienda pero hazíales hauer buenas dignidades y aun obispados. M. Y aun por esso procurauan ellos de contentarte. Veamos, y para allegar lo que tú mismo dizes ¿qué arte tenías? AN. De muchas maneras se allega que serían largas de contar. Quando la consciencia abre la boca no falta por donde las riquezas entran, especialmente en los que están cabe los príncipes. M. Pues veamos, ¿querías tú hazer seruicio a dios con lo que ganauas con su ofensa? ¿No sabes que el que sirue a dios con bienes mal ganados es como el que sacrifica al hijo en presencia de su padre? AN. ¿Qué sé yo? A la fe, ni en las confessiones ni en los sermones no dezían nada desso. M. De manera que procurando de agradaros os embían al infierno. Dime, quando estauas enfermo ¿pesáuate mucho de morirte? AN. Pues, ¿no me hauía de pesar? M. Si tú te acordaras que aquel cuerpo no era sino vna cárcel en que estauas preso y que no eras morador sino caminante en aquel mundo, no solamente no te pesara mas holgaras de salir dél. ¿No has leýdo de Dauid que se quexaua porque biuía tanto, diziendo, Heu mihi, quia incolatus meus prolongatus est? y Sant Pablo, infefix ego homo! Quis me liberabit de mortis huius? Y otra vez, cupio dissolvi et esse cum Christo. Mas como tú no teías respeto a más de aquella vida y quiçá dubdauas si hauía otra y para aquélla endereçauas todas tus cosas y por satisfazer al mundo hazías tus buenas obras, no me marauillo que se te hiziesse de mal dexarlo. AN. El diablo te lo dixo, mas veamos ¿y la bula del Papa Hadriano no me ha de aprouechar? M. Sé que la bula del Papa no era sino contra las penas del purgatorio, y tú agora vienes al infierno. AN. ¿Y el habitico de la merced que traýa? M. Si como lo traýas al cuello por de fuera lo traxeras dentro en tu ánima aprouechárate, pero ¿de qué sirue traerlo sobre el cuerpo no teniendo alguna señal dél en el ánima? AN. ¿Y los Pater Nostres y Aue Marías que rezé en las cuentas del Papa Hadriano? M. ¿Cómo quieres tú que te dé dios premio porque le pidas vna cosa si procuras con tus obras lo contrario a ella? Pides a dios que se cumpla su voluntad en la tierra como se cumple en el cielo, y tú en todas tus obras vas contra la voluntad de Dios. ¿Pídesle que te perdone tus pecados como tú perdonas a los que te ofenden y nunca perdonándolos tú a ellos quieres que te perdone dios a ti y después quieres que la Virgen María ruegue por ti, ofendiendo tú continuamente a su hijo? AN. Luego, ¿ninguna gracia de allí el Papa? M. Sí, da a los que procuran con obras quanto en ellos es, que se haga aquello que demandan a dios. AN. ¿No sería razón que nos dixesen esso? M. Sí, por cierto, pero harto ciego está el que no lo conosce. AN. ¿Y la candela del Papa Hadriano que me pusieron en el mano quado me quise morir? M. ¿Cómo querías tú que te aprouechasse, muriendo sin arrepentimiento de tus pecados y con intención de tornar a ellos? AN. ¿Y el hábito de San Francisco en que me mandé enterrar? M. Ven acá; ¿conoscerías tú vna raposa en hábito de hermitaño? ¿Y piensas que dios no conosce vn ruín aunque venga en hábito de bueno? Si tú biuieras como San Francisco, aunque no murieras en su hábito, te diera dios el premio que dió a San Francisco, mas viiendo tú contrario a la vida de San Francisco, porque al tiempo de tu muerte te vestiesses su hábito, ¿pensauas saluarte con San Francisco? Gentil necedad era la tuya. AN. Pues dizen que ninguno puede ir al infierno con el hábito de San Francisco M. Dizen la verdad, que el hábito allá en la sepoltura se queda, mas por esso el ánima no dexa de venirse al infierno. AN. Y los trentanarios, oficios, missas y limosnas que se han de dezir y hazer por mí ¿tanpoco me han de aprouechar? M. A los clérigos aprouecharán los dineros que para ello dexaste, que a ti poco fructo pueden hazer acá, viniendo como vienes al infierno. AN. Pues haz tú agora vna cosa por amor de mí, déxame tornar al mundo para que siquiera me vengue de aquellos que assí me tuuieron engañado. M. Tarde acordaste, antes aurás de estar aquí penando hasta que tu cuerpo sea enterrado. AN. ¿Por qué? M. Porque ninguna ánima puede passar en mi barca cuyo cuerpo no fuere enterrado, y tú touiste del tuyo tanto cuydado que, muriendo en Chipre, lo mandaste enterrar en Carmona como si la tierra de Chipre no fuera tan buena para consumir vn cuerpo como la de Carmona. AN. ¿No querías que me enterrasse en mi capilla, hauiendo gastado vna infinidad de dineros en la sepoltura que allí tenía fecha? M. Por cierto, mejor fuera que touieras cuidado de ganar el cielo que de la tierra que hauía de consumir tu cuerpo. Anda pues agora, malauenturada de ti, que acá serás para siempre atormentada. Y tú, Carón, mira si quieres que prosiga mi historia C. Prosigue. M. Luego que el Papa supo la rota y prisión del Rey de Francia, hizo liga con el Emperador. C. Cata que no me dizes lo que el Emperador hizo quando le llegó vna tan gran nueua como fue la victoria de Pauía. M. Estaua estonces el Emperador en vna villa que llaman Madrid y como le llegó la nueua, retrúxose en su cámara y dió gracias a dios por que assí auía querido manifestar su justicia, mas porque fue con derramamiento de sangre christiana no quiso que en su corte se ficiessen alegrías como en semejantes casos hazer se suelen. C. Veamos, y ¿no mandó luego que su Exérçitos passasse en Francia? M. Antes embió a ofrecer la paz a los franceses si le querían restituir lo que le tenían vsurpado. C. Cata que no te puedo creer. M. Assí passa, y mientra que el Emperador ofrecía a sus enemigos vencidos la paz, mandando deshazer el Exérçitos que tenían en Milán, el Papa y los otros señoríos de Ytalia, no osándose fiar de la bondad y clemencia del Emperador, se confederaron secretamente contra él, y como esto se descubriesse, fue menester no solamente entretener el Exérçitos, mas que los capitanes del Emperador tomassen en su poder el estado de Milán para assegurarlo, de que cresció en gran manera la sospecha que tenían los señores de Ytalia, pensando que el Emperador quería tomar aquel estado para sí y que después haría lo mesmo con ellos, conosciendo cada uno tener parte de su tierra contra razón y justicia ocupada. C. ¿No me dixiste agora que el Papa hauía hecho nueua liga con el Emperador? M. Assí es verdad que se hizo, mas no curó él sino que dure lo que durare como cuchar de pan. C. Essa es vna gentil cosa, quanto si vnos a otros no se guardan fe, ¿cómo se podrá viuir entre ellos? M. En este medio, el Rey de Francia procuró que lo lleuassen, como lo lleuaron, preso en España, y el Emperador le mandó hazer en sus Reynos mucha honrra, no como a preso, mas como a su proprio hermano. C. Marauillas me cuentas desse Príncipe. M. Pues más te diré, que estando el Rey de Francia en la fortaleza de Madrid, (la qual le hauía sido dada por prisión), cayó tan malo que estuuo en peligro de muerte, y en diziendo al Emperador que si él lo yua a visitar, dándole esperança de su libertad, el consuelo que desto recebiría, sería mucha parte para su salud, luego lo fue a consolar y ver con tanta humanidad y verdadera charidad como si fuera su proprio hermano. Y no obstante los malos tratos en que (aun estando preso) andaua de que el Emperador era bien auisado, a la fin, no solamente fue contento de soltarlo, paresciéndole conuenir assí al bien de la christiandad, mas aun quiso darle por muger la Reyna doña Leonor, su hermana mayor, que era entonces la segunda persona en la sucessión de todos sus Reynos y señoríos, y por arrancar de Rayz: todas las ocasiones de donde solía nascer la guerra, quiso que el vno al otro renunciassen qualquier derecho que pudiessen tener o pretender el vno en las tierras que posseýa el otro, porque no quedasse más causa de contienda ni debate entrellos. C. Dígote Mercurio que esso era tan malo para mí como bueno para ellos. Veamos, ¿y no le pidió algo el Emperador por su rescate? N. Ninguna cosa, solamente quiso que le restituyesse el ducado de Borgoña que contra toda razón y justicia le tenía vsurpado por ser cosa muy antigua de su patrimonio, y aun vna parte dél era contento de dar en casamiento a la Reyna, su hermana. Allende desto, que también le restituyesse la villa de Hedin que el año de MDXXII le hauía tomado en el condado de Arthoes. Y el Rey de Francia fue contento de restituirle todo lo que dicho es, y aun él mesmo de su propria voluntad ofreció al Emperador mucho más de lo que él le demandaua. Allende desto ofresció, juró y prometió de contentar al Rey de Ynglaterra de todas las deudas que el Emperador le podía deuer, pues él hauía sido causa dellas. Y este concierto se concluyó a XII de enero del año MDXXVI. C. Pues ¿en qué estuuo el rompimiento? M. Dezía el Rey de Francia que no podía restituir ni cumplir lo que hauía prometido hasta que estouiesse en su Reyno. El Emperador fue contento de soltarlo, con condición que para seguridad que cumpliría lo que hauía prometido, dexasse en España sus dos hijos mayores en Rehenes, jurando él y prometiendo de boluer a la prisión en caso que dentro de quatro meses después de la conclusión de la capitulación no cumpliesse lo que hauía prometido, y que entrando en su Reyno tornaría a dar la fe de boluer en el dicho caso a la dicha prisión, y en la primera villa de su Reyno donde entrasse, ratificaría la capitulación del concierto que se hauía fecho, y dende a seis semanas lo haría también ratificar por todos los estados de Francia. C. Dessa manera ya deuían pensar todos que no hauría más guerra en la christiandad. M. Antes, por dezirte la verdad muy pocos eran los que tenían esperança que el Rey de Francia cumpliría ni guardaría lo que al Emperador hauía prometido porque conoscían su condición. C. Pues ¿por qué se quería fiar dél el Emperador? M. Mira, Carón, el Emperador veýa los males que padescía la christianidad a causa de la guerra que él tenía con Francia y quiso más poner en peligro todo su Estado que dar lugar a que se pudiesse dezir que pudiéndolo él remediar no lo quería hazer. Pensaua también que el Rey de Francia con aquellas dos aduersidades de su prisión y de su enfermedad, se hauría reconoscido y no querría más tentar a dios. Y aun no contento con estas consideraciones, por assegurar más esta amistad, luego que el concierto fue hecho partió de Toledo para Madrid a verse con el Rey de Francia y allí lo trató con tanto amor y tanta humanidad como si fuera su proprio hermano, y de allí se vinieron juntos a Yllescas a ver la Reyna doña Leonor y se ratificó el casamiento por palabras de presente. ¿No te parece que bastauan estas obras para conuertir vna piedra quanto más vn coraçón humano? C. Marauillado me tienes con la bondad desse príncipe y con la ingratitud dessotro. M. Pues más te contaré que yendo vna vez juntos camino, ya que se hauían de apartar el vno del otro, el Emperador dixo al Rey de Francia estas palabras: Hermano, ya vedes los males que la christiandad ha padescido a causa de nuestras discordias y ls que padescería sy las houiéssemos de continuar; por donde es cierto que para remedio de tantos males permitió dios lo que ha sucedido. Lo que yo por mis embaxadores os he demandado y Vos de vuestra propia voluntad hauéis ofrecido. Y yo también por mi parte (os he otorgado) todo ha sido por parecerme que cumple assí a la paz, sossiego y acrecentamiento de la christiandad, y si otra cosa pensasse, nunca en ello hauría consentido. Y assí como me parece ser éste vn buen medio para el bien de la christiandad, assí conozco que sería la entera destruyción della sy de aquí se tornasse a leuantar otra guerra y pues estamos aquí juntos donde lo podemos todo remediar, y sabéis quánto somos a ello obligados, yo os ruego que muy claramente como de hermano a hermano digáis lo que sentís acerca desto y si tenéis intención de serme buen amigo y guardarme lo que me hauéis prometido o no, porque antes que nos partamos el vno del otro lo dexemos todo concertado de manera que no quede más causa de rompimiento. E yo os prometo e doi mi fe y palabra real que no por esso dexe yo de poneros en vuestra libertad hablando Vos libremente lo que en esto pensáis de hazer. C. ¡O qué palabras de Príncipe verdaderamentre christiano! Y veamos, esse otro que llaman christianíssimo ¿qué respondió a esso? M. Hizo mill juramentos, que tenía entera voluntad de conseruar aquella amistad y de cumplir muy enteramente lo que en la capitulación de Madrid hauía prometido sin falta alguna, y assí lo juró ante vna cruz que topó en el camino. Estonces le dixo el Emperador: lo mesmo os prometo y juro yo de seros buen hermano y amigo y guardaros todo lo que por mi parte se os ha prometido, y también os prometo de teneros por vil y ruín si Vos no me guardáis lo que me prometéis. Y con esto se despidieron el vno del otro, y el Emperador tomó el camino para Seuilla y el Rey de Francia muy contento fue lleuado a Fuenterabía donde hauía de ser puesto en su libertad. C. ¿Y es possibile que esse Rey viniesse después a romper lo que con tantos juramentos hauía prometido? M. Yo te diré que tanto, que en poniendo los pies en su Reyno, luego començó a romper el concierto que hauía fecho, no queriendo tornar a dar la fe de boluer a la prisión en caso que no cumpliese lo que hauía prometido. C. ¿Qué me dizes? ¿Que no tuuo vergüença de romper tan presto su fe? M. Maldita aquélla. Hauía tanbién prometido de ratificar la capitulación de Madrid en la primera villa de su Reyno y nunca lo quiso hazer. C. Veamos, ¿dezía claramente que no quería cumplir con el Emperador ni ser su amigo? M. Antes escriuió muchas vezes de su propria mano al Emperador que no touiesse a mal la dilación que hauía en el cumplimnto de lo que prometió, porque se hazía por buen respecto, y que touiesse por muy cierto que cumpliría enteramente todo lo que le hauía prometido. C. ¿Tenía quiçá entonces yntención de hazerlo? M. ¿Sabes qué tal intención tenía? Que desde antes que entrasse en su Reyno no solamente tenía determinado de no cumplir lo que hauía prometido y jurado, mas trataua de concertarse con el Papa y otros potentados de Ytalia por hazer guerra al Emperador. C. Pues ¿por qué escreuía al Emperador que lo quería todo cumplir, si no tenía intención de hazerlo? M. Por tomar al Emperador desproueído. C. ¿Es possible, Mercurio, que sufra la tierra vna cosa como essa? ¿No bastaua dexar de cumplir lo que tenía prometido y jurado, sino que también quiso hazer guerra al que de sieruo y esclauo lo puso en su libertad y de enemigo lo quiso tomar por amigo y cuñado? ¡Y sobre todo quererlo traer siempre engañado y escreuir de su propria mano desde su Reyno que cumpliría lo que no tenía yntención de hazer! M. Aí verás tú quánto se estiende la maldad que Reyna oy entre los Christianos, pues llamándose ésse christianíssimo, hazía lo que has oýdo, y a la fin quando le pareció tiempo de publicar en Francia la liga que tenían fecha el Papa, el mesmo Rey de Francia, Venecianos y Florentines contra el Emperador, embió a escusarse, diziendo que en ninguna manera podía cumplir lo que por la capitulación de Madrid hauía prometido, specialmente en lo de la restitución de Borgoña, porque los estados de su Reyno no querían venir en ello. El Emperador le respondió que si no podía cumplir aquello, que hiziesse a lo menos lo que no podía negar que no estuuiesse en su mano, que era boluer a la prisión como hauía prometido y jurado. Mas nunca él lo quiso hazer. C. ¡O hydeputa y qué Marco Régulo o qué Rey Joan de Francia para hazer vna cosa como éssa! A esso se andaua. M. Mira, mira, Carón, con quánta arrogancia viene aquella ánima. AN. Pássame luego, varquero. C. Spérate que vengan otros. ¿Piensas que por ti solo ha de hazer vn viage mi barca? AN. Nunca vi barquero tan grossero. ¿Tú no miras con quién hablas? C. Di, pues, ¿quién eres? AN. El Duque. C. Pues mira, hermano, duques, reyes, papas, cardenales y ganapanes, todos son yguales en mi barca. Si tú tanto te estimauas, ¿por qué no procurauas de subirte al cielo? AN. Yo harto lo desseaua, mas diéronme a entender que rezando la oración del conde no moriría en pecado mortal ni podría venir al infierno. Pues para el purgatorio tenía yo diez o doze bulas del Papa que me librauan dél. De manera que nunca pensé que el paraíso se me hauía de escapar de las manos. C. Veamos, y entretanto, ¿cómo viuías? AN. Como los otros, comer y beuer muy largamente, y aun a ratos no me contentaua con mi muger, y todo mi cuydado era de acrecentar mi señorío y sacar dineros de mis vassallos. Y porque me touiessen por buen christiano y por dexar memoria de mí, edifiqué y fundé muchos monesterios y hazía muchas limosnas a frayles, porque me publicassen por hombre de buena vida. C. Pues, si essas buenas obras hazías por el mundo, ya tienes el galardón del mundo. ¿No fuera mejor hazerlas por dios? AN. Mejor, mas no pensé yo hauerlas menester, teniendo yo por cierto que no se me hauía de escapar el cielo, pues tenía mis bulas y dezía mi oración cada día. C. Pues, ¿cómo se te escapó? AN. Estando para morir, aunque me hauía confessado y comulgado y me parescía tener algún arrepentimiento de mis pecados, nunca acabé de dexar del todo la voluntad de tornar a ellos. Allende desto, hauía allí tanta gente llorando que me touueron muy ocupado en hazer mi testamento y en ordenar la pompa con qe mi cuerpo se hauía de enterrar, juntamente con la angustia y congoxa de dexar tantos bienes de que veýa no poder más gozar, que nunca me pude acordar de dios ni demandarle perdón de mis pecados. Tenía tanbién dos frailes, vno de vna parte y otro de otra, que me estauan leyendo no sé qué orationes que ni ellos ni yo las entendíamos, y perturbáuanme el entendimiento de manera que muriendo con aquella congoxa quando pensé subir al cielo me hizieron baxar acá al infierno. C. Co razón. Cómo ¿y tan necio eras tú que sin querer hazer nada de lo que te mandó Jesuchristo te quisiesses aprouechar de los méritos de su sangre y passión? AN. ¡Como si fuesse yo solo! A buena fe, si vas al mundo en todas partes lo halles lleno de semejantes necios. La barca está ya llena, no me detengas más. C. ¿Qué me dizes, Mercurio? ¿Has oýdo lo que ha passado? M. Si te pones a escuchar lo que te dirán ánimas semejantes nunca acabaremos. C. No te pese pues sabes que no tengo otra recreación, y prosige tu historia. M. Publicada la liga contra el Emperador, el Rey de Francia embió vn embaxador en España, el qual, jutamente con el nuncio del Papa y embaxador de venecianos, requirieron al Emperador, que a la sazón estaua en Granada, que restituyesse al Rey de Francia sus hijos que tenía en rehenes, tomando por ellos algún onesto rescat, pues él no podía cumplir lo que hauía prometido. El Emperador, no sin alguna alteración, y muy razonable, viendo vna tan grande desuergüença, le respondió que si el Rey de Francia quería libertar sus hijos, que se viniesse él a poner en la prisión donde ellos estauan, como lo tenía prometido y jurado, que de otra manera no entendía dárselos. Y demás desto, dixo al embaxador de Francia estas palabras: «Embaxador, dezid al Rey vuestro amo que lo ha hecho muy ruinmente y vilmente en no guardarme la fe que él mesmo me dió estando él & yo solos, y que esto le manterné yo de mi persona a la suya. C. Gentiles palabras y de gentil príncipe fueron éssas. Cierto, a mí mejor me parescería que si los príncipes tienen entre ellos algunas discordias, que entre sí las aueriguassen con armas o como ellos quisiessen, y que dexassen viuir en paz los pobres pueblos, que de sus diferencias ninguna culpa tienen. Gentil cosa es que por vengarse vn príncipe de otro que le haze vna injuria, quiera destruírle sus vassallos, de quien ningún daño ha recebido. Y según me parece, por la mayor parte acaesce padecer aquéllos más daño que menos culpa tienen de la guerra, y por esso te digo que me ha mucho contentado essa respuesta del Emperador. Pero, sepamos ¿qué respondió a esso el Rey de Francia? M. Lo que suelen responder los que quieren tener la pelleja sana: dissimulólo muy gentilmente. C. No se esperaua menos de vn hombre que tan poco caso haze de su fe. M. Vieras luego passar franceses en Italia, y el Papa y venecianos embiar sus exércitos contra el que el Emperador tenía en Lombardía, diziendo que querían restituír en su Estado al Duque Francisco Sforcia, por dar color a lo que hazía. C. Marauíllome del Emperador que viendo lo que el Rey de Francia hazía no procuraua él de concertarse con el Papa y con essos otros que aý nombras. M. ¿Cómo querías tú que el Emperador se temiesse del Papa, hauiendo él sido, después de dios causa principal de ponerlo en el estado en que estaua? Y aun con todo esso, quando sintió las tramas en que andauan, le embió a ofrecer todo lo que él quería, porque no se tornasse a reboluer guerra en Italia, mas no le aprouechó nada. C. ¿Qué intentión piensas tú que tenía en esso el Papa? M. Mira, Carón, aquí no diximos sino que hablaríamos de las diferencias entrel Emperador y el Rey de Francia. Si tú no lo has por enojo, dexemos lo del Papa para otro día. C. Yo más quisiera que lo lleuáramos todo a hecho, mas pues tú assí lo quieres, dime agora, ¿qué causas daua el Rey de Francia para escusar el rompimnto de su fe? M. Dezía que lo que prometió y juró haía sido por temor y no estando en su libertad, y que no era obligado a guardar lo que hauía prometido. C. No era mala razón éssa. M. ¿Cómo no? Antes muy mala y muy prejudicial a toda gente de guerra, la qual tiene por costumbre muy loada, recebida, y vsada, que el prisionero que dexa su fe empeñada y no cumple o no buelue a la prisión queda y es tenido por infame. De manera que ninguna dificultad ponen en fiarse vnos de otros y soltarse sobre su fe. Pues si entre simples caualleros y aun soldados se haze esto, ¿quánto más se deuría hazer entre tan grandes príncipes? Y si éssos lo dexan de hazer, dando exemplo para que los inferiores dellos hagan otro tanto y peor, ¿quién se querrá ni osará ya fiar de la fe de otro? Y no fiándose, ¿quántos pobres caualleros y soldados morirán en prisiones que agora sobre su fe salen a buscar y embiar sus rescates? ¿No te parece que queda de oy más gentil achaque a todos los ruynes que no quisieren cumplir su fe con dezir que tanpoco la cumplió vn Rey de Fracia? De manera que, no solamente es falsa y mala esta razón, mas tan prejudicial a toda gente de guerra, que ni aun los mismos vasallos del Rey de Francia deurían sufrir vna cosa tan mal hecha como ésta, y de que tanto daño viene, no solamente a ellos, mas a toda la natura humana, quitándole vna de las más principales virtudes, que es la fe, sin la qual todo el mundo quedaría en confusión. Quanto más, que essa razón fríuola, vana & iniqua, aunque pudiesse valer a alguno, en ninguna manera se puede ayudar della el Rey de Francia, pues aunque fuesse verdad que haya tratado y capitulado estando fuera de su libertad, y que la tal capitulación fuesse de ningún vigor, lo que tanpoco se deue conceder, veamos, pues, el mismo Rey de Francia después que fue libre de la prisión y estando ya en su libertad y en su reyno, escriuió al Emperador por cartas de su propria mano y firmadas de su nombre, que guardaría y compliría enteramente todo lo que hauía prometido, ¿con qué cara o con qué razón se podrá él agora escusar, diziedo que no estaua en su libertad quando capituló, pues estando ya libre, por las tales cartas prometió de nueuo, complir lo capitulado? las quales, ciertamente deuen bastar por entera ratificación. C. Digan lo que quisieren, mas yo nunca creeré que en vn tal príncipe quepa tan poco respecto de su honrra si por malos consejos no fuese a ello instigado. M. Assí lo creo yo, mas esta escusa no es bastante, pues harta culpa tiene el príncipe que, conosciendo claramente ser vn hombre malo, quiere tenerlo cabe sí, porque da causa que se piense dél lo que se vee en su priuado, pues es cosa muy aueriguada que assí como vn malo no admite en su compañía algún bueno, assí vn bueno no deuría admitir algún malo, y el que lo admite y conoscido lo sostiene, es causa que él tanbién sea tenido por malo. Tornando, pues, a nuestro propósito, el exército del Emperador se defendió muy bien en Milán. Y acaeció aquel mismo año que vn don Hugo de Moncada, capitán del Emperador impensadamente en Roma, juntamente con los Coloneses y los soldados, a pesar de los capitanes, saquearon el palacio del Papa, el qual huyó al castillo de Santángel. C. ¿Cómo permetió Jesuchristo que vn desacato tan grande como éste se hiziesse a la cabeça de su yglesia? M. Mira, Carón, estaua aquella ciudad tan cargada de vicios y tan sin cuydado de conuertirse, que después de hauerlos dios combidado y llamado por otros medios más dulces y amorosos, y estándose siempre obstinados en su mal viuir, quiso espantarlos con aquel insulto y caso tan graue, y como, aun con esto no se quisieron emendar, vínoles después otro más rezio castigo. C. Esto quiero que me cuentes primero. M. Que me plaze, mas, despacha tú essa ánima que nos está aquí escuchando. AN. ¡Ha, barquero! Pássanos. C. ¿Estás solo y dizes «pássanos» como si fuéssedes muchos? AN. ¿Tú no vees que soy obispo? C. ¿Y pues? AN. Los obispos, por guardar nuestra grauedad, hablamos en número plural. C. Sea mucho de enhorabuena, y tú, ¿sabes qué cosa es ser obispo? AN. ¡Mira si lo sé, hauiéndolo sido veinte años! C. Pues por tu fe que me lo digas. AN. Obispo es traer vestido vn roquete blanco, dezir missa con vna mitra en la cabeça y guantes y anillos en las manos, mandar a los clérigos del obispado, defender las rentas dél y gastarlas a su voluntad, tener muchos criados, seruirse con salua y dar beneficios. C. Dessa manera, ni San Pedro ni alguno de los apóstoles fueron obispos, pues ni se vestían roquetes, ni traýan mitras, ni guantes, ni anillos, ni tenían rentas que gastar ni que defender, pues aun esso que tenían dexaron para seguir a Jesuchristo, ni tenían con qué mantener criados, ni se seruían con salua. ¿Quieres que te diga yo qué cosa es ser obispo? Yo te lo diré: Tener grandíssimo cuidado de aquellas ánimas que le son encomendadas, y si menester fuere, poner la vida por cada vna dellas. Predicarles ordinariamente, assí con buenas palabras y doctrina como con exemplo de vida muy santa, y para esto saber y entender toda la Sacra Escriptura, tener las manos muy limpias de cosas mundanas, orar continuamente por la salud de su pueblo, proueerlo de personas sanctas, de buena doctrina y vida que les administren los sacramentos, socorrer a los pobres en sus necessidades, dándoles de balde lo que de balde recibieron. AN. Nunca yo oý dezir nada desso ni pensé que tenía menester para ser obispo más de lo que te dixe. Yo me precié siempre de tener mi tabla muy abundante para los que venían a comer comigo. M. ¿Quien? ¿Pobres? AN. ¿Pobres? Gentil cosa sería que vn pobre se sentasse a la mesa de vn obispo. M. De manera que si viniera Jesuchristo a comer contigo, ¿no lo sentaras a tu mesa porque era pobre? AN. No, si viniera mal vestido. M. ¿Teniendo tú lo que tenías por amor dél, ¿no le quisieras dar de comer a tu mesa? ¿Parécete éssa gentil cosa? AN. Déxate desso. ¿Cómo hauía de venir Iesuchristo a comer conmigo? Esso es hablar en lo escusado. M. No dize él que lo que se haze a vn pobrezillo se haze con él y lo que se dexa de hazer con vn pobrezillo se dexa de hazer con él? ¿Parécete que era gentil cosa tener llena tu mesa de truhanes y lisongeros que representauan a Sathanás y no admitir los pobrezillos que representauan a Jesuchristo, hauiéndote sido dados aquellos bienes que gastauas para mantener los pobres de que tú no hazías cuenta, y para reprehender los viciosos que sentauas a tu mesa? AN. Tanbién a los pobres hazía dar de comer en la calle lo que sobraua a mí y a mis criados. M. Pues por cierto que tenían ellos a tu renta más derecho que tus criados. AN. ¿Por qué? Sé que los pobres no me seruían a mí. M. Y las rentas de los obispos, sí que no fueron instituidas para sus criados, sino que con ellas mantuuiessen los pobres. AN. Nunca me dixeron nada desso. M. Pues, ¿por qué no lo leýas tú? AN. A esso me andaua. ¿No tenía harto que hazer en mis pleytos, con que cobré muchas rentas y preheminencias que tenía perdidas mi yglesia y en andar a caça y buscar buenos perros, açores y halcones para ella? M. Por cierto, tú empleauas muy bien tu tiempo en cosas muy conuenientes a tu dignidad. Veamos, ¿y los beneficios, a quién los dauas? AN. ¿A quién los hauía de dar sino a mis criados, en recompensa de seruicios? M. Y éssa, ¿no era simnía? AN. Ya no se usa otra cosa. Entre ciento no verás dar vn beneficio sino por seruicios o por fauor. M. Y aun con esso, tal está como está la christiandad, no dándose los beneficios por méritos, sino por fauor o seruicios. Pues veamos, ¿no os mandó Jesuchristo que diéssedes de balde lo que de balde recebistes? AN. Assí lo dizen, pero a mí nunca me dieron nada de valde. M. ¿Y el obispado? AN. Bien caro me costó de seruicios y aun de dineros. Y hauiéndome costado tan caro, ¿querías tú que diesse sus emolumentos de balde? Sí por cierto, a esso me andaua yo. M. ¿Predicauas? AN. Sé que los obispos no predican; hartos frayles hay que predican por ellos. M. ¿Ayunauas? AN. El ayuno no se hizo sino para los necios y pobres. ¿Querías tú que comiesse pescado para enfermarme y no poder después gozar de mis passatiempos? M. ¿Cómo moriste? AN. Yendo a Roma sobre mis pleitos, me ahogué en la mar con quantos conmigo yuan, y esto me haze agora tener miedo de entrar en esta barca. C. Pues entra: no hayas miedo, que allá te mostrarán qué cosa es ser tal obispo. AN. Vna cosa te quiero rogar. Que si viniere por aquí vna dama muy hermosa que se llama Lucrecia, le des mis encomiendas y la hayas por encomendada. C. ¿Quién es essa Lucrecia? AN. Teníala yo para mi recreación, y soi cierto que como sepa mi muert, luego se matará. C. Calla ya, que no le faltará otro obispo AN. Hazlo, por mi amor, si por dicha viniere C. Soy contento. ¿Qué te parece Mercurio? ¿Qué tal deue andar el ganado con tales pastores? M. Pues es verdad que hai pocos destos tales. C. Torna a tu historia, mas mira que primero me cuentes lo que el año passado se hizo en Roma. M. Que me plaze, mas será breuemente. Has de saber que como don Hugo y los Coloneses entraron en Roma, el Papa, que se retraxo en el castillo de Santángel, hizo con ellos treguas por cuatro meses, y con esto se salieron de Roma, dexando al Papa y a la ciudad libre. En este medio, el ynfante don Hernando, archiduque de Austria que agora es Rey de Ungría y de Bohemia, hermano del Emperador, embió obra de diez mil alemanes en Italia en fauor del duque de Borbón, lugarteniente y capitán general del Emperador que a la sazón estaua en Milán, y con la venida déstos, el dicho Duque salió en campo, y después de hauerse jutado con ellos, determinó de tomar la vía de Roma, porque era certificado que el Papa hauía rompido la dicha tregua y que su exército por mar y por tierra destruýa y ocupaua el Reyno de Nápoles. C. ¿Qué me dizes? ¿Que rompió el Papa la tregua que hauía hecho con don Hugo y los Coloneses? M. Assí passa. C. Segúnd esso, también se oluidan de guardar su fe los Vicarios de Christo. M. Siempre lo verás, do nasce el mejor vino, beuerse lo mas ruyn, y el çapatero traer los çapatos rotos y el baruero jamás andar peinado. C. Bien me agrada la comparación avnque no es todo ygual. M. Siguiendo, pues, el exército del Emperador el camino de Roma, el Papa, que dello fue auisado, por estoruar la venida suya hizo vna tregua por ocho meses con el visorey de Nápoles en nombre del Emperador, y fecha, embiáronla a notificar al exército para que se boluiesse. C. Aosadas que si yo fuera que ellos, nunca me boluiera. M. ¿Por qué? C. ¿Qué seguridad, tenían ellos que el Papa les guardaría essa tregua mejor que guardó la que hizo con don Hugo? M. Ninguna y aun por esso el exército nunca se quiso boluer, por mucho que el Duque de Borbón lo procurasse. C. Esse duque, ¿no era capitán general? M. Sí. C. Pues si él quería, ¿por qué no los hazía boluer? M. No era en su mano por dos respectos: el vno, como el dicho exército no era pagado, no obedecía, y el otro, porque los alemanes estauan ya determinados de vengarse de Roma por el grande odio que le tenían. C. Deuían ser luteranos. M. Antes no, mas como los alemanes se pusieron en pedir remedio de alguns agrauios que recebían de la Sede Apostólica, los Romanos pontífices nunca hauían querido entender en ello por no perder su prouecho, y a esta causa hauían sucedido en Alemaña tantas discordias, muertes y daños irreparables, en manera que queda quasi distruída. Por estos dos respectos le tienen los dichos alemanes esse odio. C. ¿Assí que no fue possible hazerlos boluer? M. En ninguna manera; antes con vna estrema diligentia llegaron a Roma y la entraron y saquearon & hizieron en ella cosas que jamás fueron vistas ni odas porque como les faltó el Duque de Borbón, su capitán, a la entrada de Roma, donde fue muerto, no fue possible ponerlos en razón. C. ¿Cmo? ¿Que el Duque de Borbón es muerto? M. ¿Y agora lo sabes? C. Cierto. El no ha venido a passar por mi barca. M. Sin dubda murió aquel día. C. Segúnd esso, tomaría el camino de la montaña. M. No me marauillo, porque era virtuoso. C. Dime, Mercurio, ¿hallástete aquel día en Roma? M. ¡Mira si me hallé! C. ¿Querrásme contar algo de lo que allí passó? M. Sí, mas breuemente porque no me falte el tiempo para acabar lo començado. Has de saber que como yo vi la furia con que aquel exército yua, pensando lo que hauía de ser, me fuí adelante por verlo todo y subido en alto como desde atalaya, estaua muerto de risa viendo cómo Jesuchristo se vengaua de aquellos que tantas injurias continuamente le hazían y veía los que vendían ser vendidos, y los que rescatauan ser rescatados, y los que componían ser compuestos, y aun descompuestos, y los que robauan ser robados, los que maltratauan ser maltratados. Y finalmente me estaua concomiendo de plazer, viendo que aquéllos pagauan la pena que tan justamente hauían merecido. Mas quando vi algnas irrisiones y desacatamientos que se hazían a las yglesias, monesterios, ymágenes, y reliquias, marauilléme, y topando con San Pedro, que tanbién era baxado del cielo a ver lo que passaua en aquella su sancta sede apostólica, pedíle me dixesse la causa dello. Respondióme, diziendo, -Si ella perseuerara en el estado en que yo la dexé, muy lejos estuuiera de padescer lo que agora padesce.- -Pues, ¿Cómo, San Pedro?,- digo yo, -¿assí quiere Jesuchristo destruír Su religión christiana que él mesmo con derramamiento de Su sangre instituyó?- -No pienses,- dixo él, -que la quiera destruir, antes porque sus ministros la tenían ahogada y quasi destruida, permite él agora que se haga lo que vees para que sea restaurada.- -Segúnd esso,- dixe yo, -esto que agora se haze, ¿por bien de la christiandad lo ha dios permitido?- -Desso,- dixo él, -ninguna dubda tengas y si lo quieres a la clara veer, mira cómo esto se haze por vn exército en que hay de todas naciones de christianos y sin mandado ni consentimiento del Emperador, cuyo es el exército, y aun contra la volontad de mchos de los que lo hazen. -Víamos luego venir soldados vestidos en hábitos de cardenales y dezíame San Pedro, -Mira, Mercurio, los jizios de dios. Los cardenales solían andar en hábitos de soldados, y agora los soldados andan en hábito de cardenales. -Víamos después despojar los templos, y dezía San Pedro, -Pensauan los hombres que hazían muy gran seruicio a dios en edificarle templos materiales, despojando de virtudes los verdaderos templos de dios que son sus ánimas y agora conoscerán que dios no tiene aquello en nada si no viene de verdaderas virtudes acompañado, pues assí se lo ha dexado todo robar. -Víamos luego aquellos soldados sacar las reliquias y despojarlas del oro y de la plata en que estauan encerradas. Y dezíame San Pedro, -Conoscerán agora los hombres en quánta mayor estima deuan tener vna palabra de las epístolas de San Pablo o de las mías que no nuestros cuerpos, pues los veen assí maltrattar, y la honrra que hazían a nuestros güessos, hazerla han de oi más a nuestro spíritu, que para su prouecho en nuestras epístolas dexamos encerrado. -Y como viesse yo vn soldado hurtar vna custodia de oro donde estaua el Sanctíssimo Sacramento del cuerpo de Jesuchristo, echando la hostia sobrel altar, comencé a dar gritos. Y dixo el buen San Pedro, -Calla, Mercurio, que ni aun aquello se haze sin causa, para que los vellacos de los sacerdotes que abarragan dos y obstinados en sus luxurias, en sus auaricias, en sus ambiciones y en sus abominables maldades no hazían caso de yr a recebir aquel Santíssimo Sacramento y echarlo en aquella ánima hecha vn muladar de vicios y pecados, viendo agora lo que aquellos soldados hazen, quanto más ellos lo acriminaren, tanto más a sí mesmos se acusen y tanto más confondidos se hallen en pensar quánto es mayor abominación echar el dicho sacramento en vn muladar de hediondos vicios que en el altar, donde con ninguna cosa se ofende sino con la intención del que lo echó. ¿Piensas tú, Mercurio, que no se ofende más dios quando echan su cuerpo en vna ánima cargada de vicios que quando lo echan en el suelo?- En estas y otras cosas estáuamos hablando quando vimos subir vn grandíssimo humo, y preguntando yo al buen San Pedro qué podría ser aquello, en ninguna manera me lo podía dezir de risa. A la fin me dixo, «Aquel humo sale de los processos de los pleitos que los sacerdotes vnos con otros traýan por posseer cada vno lo que apenas y con mcha dificultad rogándoles con ello hauían de querer aceptar-, y preguntándole yo la causa por qué tan de gana se reýa díxome, «Yo me río de la locura de los hombres que andarán agora muy despachados, tornando a formar sus pleitos, y ríome de plazer en ver destruída vna cosa tan prejudicial a la religión christiana quanto es traer pleitos, como si Jesuchristo expressamente no les dixera que si alguno les pidiesse por justicia la capa que le dexen tanbién el sayo antes que traer pleito con él.- -¿Piensas,- dixe yo, -que cessarán ya tantos males y tanta ceguedad como hay entre los hombres y señaladamente en la christiandad?- -No, por cierto, dixo él, -antes creo no ser aun llegada la fin de los males que esta ciudad, y aun toda la christiandad con ell, han de padecer, porque assí como las maldades de los hombres son grandes, assí el castigo ha de ser muy seuero.-Allí estuuimos platicando sobre cada cosa de las que veyamos y de las causas y causadores de la guerra y de los agrauios de que se qexauan los alemanes y de las necessidades que hauía para que la Yglesia se reformasse y de la manera que se deuía tener en la reformación. Preguntéle quándo hauía de ser. Dixo que no me lo podía declarar. Y después que houimos visto todo lo que passaua, él se tornó a subir al cielo. C. Por amor de mí, Mercurio, que me cuentes todo esso que dizes hauer con esse Pedro platiado, que me será cosa muy sabrosa de oýr. M. Soi contento, mas no agora. Quédese para otro día. C. Sea como tú quisieres y prosigue agora tu historia. M. Como esta nueua se començó a derramar entre los christianos, qué cosa era veer los juyzios que vnos y otros hazían, vnos echando la culpa dello al Emperador, por hauerlo hecho su exército, y otros al Papa porque siendo Vicario del auctor de paz, excitaua y mantenía guerra; otros al rey de Francia que hauía sido causa de todas las rebueltas de donde aquella destruición de Roma hauía emanado, y generalmente estauan todos atónitos de oýr vna cosa tan rezia qual nunca jamás fue vista ni oýda. C. ¿Qué hizo entonces el Emperador? M. El Emperador, aunque en todas sus cosas se conformó tan de verdad con la voluntad de dios que ni las prosperidades le dan demasiada alegría ni las aduersidades tanpoco tristeza, todavía como temeroso de dios, no sabiendo la causa por qué houiesse permitido vna cosa tan ardua y tan graue, quiso declarar a todos los príncipes christianos cómo aquello no se hauía fecho por su mandado ni por su culpa ni consentimento, mas enteramente contra su voluntad, y para esto les escriuió sendas cartas. C. ¿Viste tú acaso alguna dellas? M. Y aun de la vna traygo aquí traslado. C. Hazme este plazer, que me la leas. M. De muy buena voluntad. Cata, cata, Carón, ¿tú no miras quál viene aquella ánima? C. Parece que está desollada. Sepamos quién es. AN. ¿Vosotros no vedes que soy cardenal. C. Esse tengas en el ojo. AN. Mas aýna la ternás tú si me hazes tomar este remo. C. ¿De cardenal te quieres tornar galeote? M. No lo consientas, Carón. C. ¿Por qué, Mercurio? M. Porque si guía tu barca como guió la yglesia de Iesuchristo, yo te la doy por perdida. AN. Dexémonos dessas gracias, Mercurio, que ya se passó vuestro tiempo, pues que no soys ya alcahuete de Júpiter. ¿Cómo? ¿Que por tan Ruyn me teníades que houisse de tomar tan ruýn oficio? C. ¿Por tan necio me tenías tú a mí que hauía de fiar mi barca a un hombre como tú? M. Ea, dinos, ¿cómo gouernaste la barca de la yglesia de Jesuchristo? AN. No sé qué te dizes. M. ¿Quieres que te hable más claro? Pues eras columna de la yglesia y tenías cargo de la gouernación della. Dime, ¿cómo la gouernaste? AN. ¿Quiéresme hazer vn plazer? No me metas en essas honduras, como si yo no touiera que hazer sino gouernar la yglesia. M. Dinos, pues, ¿qué hazías? AN. Buscaua dineros para mantener la guerra, poniendo nueuas imposiciones, haziendo y vendiendo oficios. M. Y aun quiá beneficios. AN. No digas esso. Cata que te haré descomulgar. Allende desto, vendíamos rentas de yglesias y monasterios y aun de hospitales. M. ¿De hospitales? ¿No tenías vergüença de vender las rentas que fueron dadas para mantener pobres, porque siriessen para matar hombres? AN. Déxate dessas necedades. Aosadas que me lo osaras dezir oi ha diez días. C. Pues si te parecen necedades, passa la barca y conoscerás que son grandes verdades. M. Déxalo. Váyase. C. Pues comiença tú ya a leer aquella carta de que habláuamos. M. Soy contento. Está pues atento. C. Comiença. Carta del Emperador al Rey de Ynglaterra, trasladada de latín en lengua castellana. Don Carlos, por la diuina clemencia, Emperador de los Romanos, etc. Rey de Alemaña, de las Españas etc. Al Sereníssimo Príncipe don Enrique, Rey de Inglaterra y de Francia, nuestro muy caro y amado tío y hermano, Salud con continuo augmento de fraterno amor. Sereníssimo príncipe muy caro y muy amado tío y hermano. Aunque seamos cierto que por muchas partes hauréis sido auisado del desastre que nueuamente ha acaecido en Roma y que con vuestra mucha prudencia lo hauréis todo tomado como de razón se deue tomar, y como aquel que de nuestra intención está muy bien informado, no hauemos querido dexar de hazéroslo saber porque siendo más enteramente certificado del caso cómo ha passado y de nuestra intención cerca dello, podáis mejor consejarnos y ayudarnos en lo que conuerná sobre esto hazer para honra de dios y bien universal de la república christiana. Verdaderamente pensamos hauer fecho tantas y tan benas obras por la paz y sossiego de la christiandad y por la honrra y conseruación de la Santa Sede Apostólica, que creemos ninguno de sano juizio pueda de nuestra buena intención dubdar, pues quanto a lo primero, pudiendo muy fácilmente vengarnos de los agrauios y demasías que el Rey de Francia nos hauía hecho y cobrar todo lo que contra razón y justicia nos tiene ocupado y vsurpado, quesimos más por el bien vniuersal de todos soltarlo, dexando de cobrar antes lo que justamente nos pertenece que mantener la guerra por nuestro interesse particular. Pues de la yglesia romana notorias son las quexas que, estando Nos en Alemaña, los estados del imperio nos dieron, suplicándonos que entendiéssemos en el remedio dellas, y Nos, viendo no poderse aquello poner por obra sin mucho detrimento y diminución de la autoridad de los romanos pontífices, aunque con gran pesar nuestro quesimos más descontentar a toda Alemaña que a sólo el Romano pontífice, de lo qual, aunque se hayan seguido muchos males, no pensamos tener dello culpa, pues nuestra intención era siempre buena, la qual, conoscida por el Papa León X y Adriano VI, con armas spirituales y temporales fauorecieron siempre nuestra justitia. Mas como después sucediesse en el Pontificado nuestro muy sancto padre Clemente VII, no acordándose de los beneficios que en general a la Sede Apostólica y en particular a él mesmo hauíamos hecho, se dexó engañar de algunos malignos que cabe sí tenía, de manera que en lugar de mantener como buen pastor la paz que con el Rey de Francia hauíamos hecho, acordó de reboluer nueua guerra en la christiandad y luego que el dicho Rey fue suelto de la prisión, hizo Su Santidad con él y con otros potentados de Italia vna liga contra Nos, pensando echar nuestro exército de Italia y tomarnos y ocuparnos nuestro Reyno de Nápoles, el qual tenían ya entre sí repartido. Y aunque libremente le embiamos a ofrecer todo lo que él mesmo nos hauía demandado, no embargante que a todos pareciesse claramente injusto, nunca él lo quiso aceptar, pensando todavía podernos ocupar el dicho nuestro reyno de Nápoles. Viéndonos, pues, assí desamparado de todos, hauiendo hecho vna tan buena obra como fue soltar al Rey de Francia por el bien de todos, y que por fuerça hauíamos de tomar las armas para defender los súbditos qe de dios tenemos encomendados, temiendo lo que agora ha acaecido, por más justificar nuestra causa delante de dios y todo el mundo, antes que tomássemos las armas, requerimos assí al Papa, como tanbién al Colegio de los Cardenales, porque ninguno con razón se pudiesse quexar, que dexassen las armas y no nos quisiessen assí prouocar a la guerra con tan euidente daño y perjuizio de toda la república christiana, donde les protestamos que si desta guerra la Sede Apostólica algún daño o detrimento padesciese, a sí mesmos echassen la culpa, pues tan a la clara dauan causa para ello. Mas nuestro requirimiento y protestación valieron tan poco para con ellos, que no solamente continuaron la guerra començada, mas aun contra toda razón y justicia rompieron la tregua que en nuestro nombre don Hugo de Moncada hauía con ellos fecho. Viendo, pues, cómo en ninguna parte halláuamos fe, por no faltar a lo que a nuestros súbditos deuemos, embiando vna armada desde estos nuestros Reynos de España para defensa del dicho nuestro Reyno de Nápoles, hezimos tanbién baxar nueua gente de Alemaña en socorro del exército que teníamos en Milán. Y como las cosas viniessen a tal estado que el Papa nos tenía ya ocupada mucha parte del dicho nuestro Reyno, queriendo nuestro exército socorrer aquella parte do ueía el peligro más cercano, sin esperar nuestro parecer ni mandado, tomó la vía de Roma, lo qual sabido por el Papa, temiendo la venida de aquel nuestro exército, hizo vna tregua con nuestro visorrey de Nápoles por tiempo de ocho meses, y aunque las condiciones della eran tales que se conoscía bien la voluntad que algunos de los que cabe Su Sanctitad estauan a nuestras cosas tenían, con todo esso, quesimos más ratificarla con perjuyzio nuestro (como luego la ratificamos), que esperar la justa vengança que quasi teníamos en las manos, mas como touiesse ya dios determinado lo que hauía de ser, antes que nuestra ratificatión llegasse, temiendo nuestro exército que hauría en esta tregua el mesmo engaño que houo en la que hizo don Hugo, quisieron, a despecho y contra voluntad de los capitanes, continuar su camino hasta llegar a Roma donde, faltándoles el capitán general, hizieron el insulto que hauréis oydo, aunque a la verdad no creemos ser tan grande como nuestros enemigos han por todas partes sembrado. Y aunque veemos esto hauer sido fecho más por justo juyzio de dios que por fuerças ni voluntad de hombres, y que esse mismo dios en quien de verdad hauemos puesto toda nuestra esperança, quiso tomar vengança de los agravios que contra razón se nos hazían, sin que para ello interuenisse de nuestra parte consentimnto ni voluntad alguna, hauemos sentido tanta pena y dolor del desacato hecho a la Sede Apostólica que verdaderamente quisiéramos mucho más no vencer que quedar con tal victoria vencedor. Mas pues que assí ha plazido a dios (el qual por su infinita bondad suele de semejantes males sacar muy grandes bienes, como esperamos que tanbién agora hará), conuiene que dándole gracias por todo lo que haze y permite procuremos cada vno por su parte de pensar y endereçar nuestras obras al remedio de los males que en todas partes la christiandad padece, en lo qual hasta la propria sangre y vida pensamos emplear. Y porque conoscemos en vos otra tal intención y voluntad, muy afectuosamente os rogamos, muy caro y muy amado tío y hermano, que nos embiéis vuestro parecer de lo que en este caso deuemos por nuestra parte hazer, aydándonos por la vuestra a remediar los males que padece la christiandad y en ella la honrra de Jesuchristo porque más breuemente podamos boluer las armas contra los enemigos de nuestra fe christiana. Sereníssimo príncipe muy caro y muy amado tío y hermano, dios nuestro señor os dé perpetua felicidad. Fecha en Valladolid a dos días del mes de agosto, año de MDXXVII. Vuestro buen hermano, Carlos. Alfonso de Valdés. M. ¿Qué te parece, Carón? C. Paréceme que no deue ser esse Emperador el que haze tantas cosas como aquí me has contado. M. ¿Cómo no? C. Porque aueriguadamente se conosce ser dios el que las haze por él. Mirad, por vuestra vida, aquel requirimiento y aquella protestación que hizo antes que tomasse las armas. ¿No parece que el mesmo Dios le profetizaua lo que hauía de ser? Notadme aquel ratificar de la tregua, porque todos conosciessen su iustificación y hauerse hecho lo de Roma contra su voluntad. Considera después aquel demandar a los príncipes christianos consejo de lo que sobrello se hauía de hazer. Veamos, ¿no era cerrarles el camino para que inguno con razón se pudiesse quexar? Pues dezir que fue hecho por justo juyzio de dios, que de semejantes males suele sacar muy grandes bienes, ¿qué era sino tener su ánima puesta continuamente con dios? Mas, dime, Mercurio, essa carta que me has leýdo, ¿fue solamente al Rey de Inglaterra? M. Lo mesmo se escriuió a todos los otros príncipes christianos, mas quísete yo leer ésta porque me tengo después de aprouechar della. C. Y esse Rey, ¿qué respondió a ella? M. Ninguna cosa. C. ¿Por qué? M. Yo te lo diré. Mas, es menester que tomemos la historia de más arriba. C. Sea assí, pero vemos primero, qué quiere dezir esta ánima. Sepamos quién es y qué nueuas trae. AN. Ya sé lo que queréis. Yo fui del consejo del Rey de Ynglaterra y lo que traigo de nueuo es que allá nuestro Rey está concertado con el Rey de Francia de hzer juntamente guerra al Emperador y lo han ya embiado a desafiar. Albricias me deuríades agora de dar vosotros. C. Tienes razón, si primero que tú no lo supiéramos. AN. ¿Cómo es possible que lo ayáis sabido primero que yo, que me hallé presente quando se concertaua? C. Pues te hallaste presente, no te pese de contarnos las causas que mouieron a tu Rey a hazer guerra al Emperador, con quien tanto deudo y amistad y ninguna enemistad tenía. AN. Sola vna causa houo. C. ¿Vna sola? AN. Digo que vna sola. C. ¿Quál? AN. La auaritia y ambición de vn cardenal que tiene cabe sí, por cuya mano se dexa gouernar. C. ¡O hideputa, qué gentil cardenal! Veamos, ¿muéuele a hazer esso el amor que tiene al Rey de Francia o alguna enemistad que tenga al Emperador? AN. Al Rey de Francia maldito el amor que tiene, ni aun a hombre del mundo más de quanto piensa aprouecharse a sí mismo. C. ¿Qué me dizes? AN. Assí passa. C. Según esso, deue tener alguna enemistad al Emperador que le haze mouer esta guerra. AN. Dígote que diste en el blanco. C. ¿Tiene alguna causa para ello? AN. Vna sola. C. ¿Qué? AN. Que el Emperador es bueno y virtuoso y él al contrario. Y como tú sabes, siempre los malos suelen tener odio a los buenos. Y aun otra cosa hay: que nunca pudo acabar con el Emperador que lo hiziesse papa por fuerça. M. ¿Cómo? ¿y osaua esse cardenal procurar vna cosa tan infame y abominable como éssa? AN. ¡Mira si osaua! Y aun de lo que no osa y haze me marauillo. C. Ea, dinos, ¿con qé colora él esta enemistad y guerra que quiere mouer? M. Déxate desso, Carón, que yo te lo contaré todo por orden. Dime, ánima pecadora, ¿y tú dauas tu voto para que se hiziesse y mouiesse vna guerra tan injusta como ésta? AN. Sabe dios quánto me pesaua de darlo, mas no podía hazer otra cosa, si yo no quisiera que me echaran del consejo. M. ¿Por qué? AN. Porque si contradixera a la voluntad del cardenal, no quedara sólo vn día en el consejo. M. ¿No te valiera más estar fuera dél por bueno que venir al infierno por malo? AN. Sí, mas ¿la honrra? M. Pues quesiste más la honrra del mundo que la vida eterna; acá pagarás tu mala eleción. C. Déxala yr, Mercurio, y comiença tú agora lo del Rey de Ynglaterra. M. Ya te dixe cómo el año de veinte y dos quando el Emperador passó en España, se concertó con el Rey de Ynglaterra. C. Assí es. M. Pues este concierto duró hasta que, muerto el Papa Adriano, aquel Cardenal de Ynglaterra hizo mucha instancia al Emperador que mandasse llegar su exército hazia Roma para costreñir y forçar los Cardenales que lo eligessen a él por papa. C. ¿Es possible? M. Assí passa. C. Agora te digo que andan buenos los Vicarios de Christo si se han de elegir por fuerça de armas. M. Nunca el emperador lo quiso hazer. C. Buena vida le dé dios. M. Mira lo que acaeció, que, como el Emperador no lo quiso hazer, el bueno del Cardenal quedó tan injuriado que luego concibió en sí vn pernicioso odio contra el Emperador, diziendo que él haría que se arrepintiesse de no hauerlo hecho, aunque se deuiesse perder todo el Reyno de Ynglaterra. C. ¿Qué me dices? ¿Ay tal cosa en el mundo? Y esse Rey de Ynglaterra, ¿no tiene mala vergüença de dexarse gouernar de vn hombre como ésse? M. No le deue conoscer. C. Y todo aquel reyno, ¿no exclama? M. No ay quien ose hablar. C. Harta mala ventura tienen el Rey y el reyno. M. Luego començó este cardenal a entender en tramas con franceses para romper el amistad del Emperador. Y después de hauerla en diuersas cosas rompido, a la fin concertó su Rey con franceses el año de quinientos y veinte y cinco, estando el Rey de Francia preso en España. Y después desto, quando el Rey de Francia fue suelto y començó de hazer guerra al Emperador, el Rey de Ynglaterra pública y secretamente le ayudaua con dineros a entretenerla. C. Cata, que me dizes vna cosa monstruosa. Veamos esse Rey de Ynglaterra, ¿no se llama defensor de la fe? ¿Y cómo ayudaua al que tan descaradamente la hauía rompido? M. Pues aun más hay, que luego como se supo lo que hauía passado en Roma, pareciéndole a aquel Cardenal que tenía ocasión para hazer que se declarasse su Rey por enemigo del Emperador, passó luego en Francia a procurar de concertar la guerra contra él, y por dar algún color a lo que pensaua hazer, ordenó que los embaxadores de su Rey ynstassen con el Emperador que atendiesse a la paz con el Rey de Francia, y el Emperador a veinte días de julio de MDXXVII. Les respondió que per amor del Rey de Ynglaterra él era contento de sobreseer la restitución del ducado de Borgoña en que estaua toda la dificultad, y tomar por el rescate de los hijos del Rey de Francia que tenía en su poder, y en recompensa de los gastos que por hauer el Rey de Francia rompido su fe, le hauía conuenido hazer la summa de dos millones de ducados que él mismo hauía ofrecido al visoRey de Nápoles con condición que en lo demás se cumpliesse la capitulación de Madrid. Y aun demás desto, dixo que por amor del Rey de Ynglaterra sería también contento si él assí lo quisiesse, de dexar parte de lo que el mismo Rey de Francia hauía ofrecido. Mas como aquel Cardenal hauía ya determinado de reboluer la christiandad, ninguna ympressión hizieron las justificaciones y graciosas respuestas del Emperador. Antes no embargante esto, ni la carta del Emperador que te he leýdo, tan amorosa, tan humana, tan sancta, y tan cathólica, a la qual nunca quisieron responder, siguiendo su mala intentión y propósito, se concertaron de començar la guerra esta primavera contra el Emperador, por tener mejor tiempo para executar lo que hauían pensado. C. Cata, cata, Mercurio. ¿Tú no miras quál viene aquel monstruo M. Deue ser algún tyrano, aunque ya todos se llaman Reyes. C. Veamos qué nos dirá. ¿Dónde vas, ánima? AN. A la barca. C. Dinos primiero, ¿quién eras? AN. Rey de los Gálaths. C. Veamos, éssos, ¿no son christianos? AN. Sí que son christianos. C. Pues, ¿cómo se dexauan gouernar de vn infiel como tú? AN. ¿A qué llama infiel? ¿Sabes si me enojo? C. Cierto, tú no pareces otra cosa sino puro infiel. AN. Bien estás en la cuenta; dígote que fui más que christiano. C. Antes creo que no tenías señal de christiano. Si no, spera, tomarte he cuenta de cómo gouernaste tu reyno. M. Déxalo yr ya. Yo conozco esse mostruo. Dezirte ha mill desuaríos. C. Spera vn poco, Mercurio, ten paciencia, y verás si sé yo qué cosa es ser príncipe. M. Sea como tú quisieres. C. Veamos, ¿tú pensauas que eras Rey para prouecho de la república o para el tuyo? AN. ¿Quién es Rey sino para su prouechio? C. A la fe hermano, el que piensa ser Rey para su prouecho y tiene más cuidado de lo que cumple a sí mesmo que a la república, aquel tal no es Rey sino tyrano. Dime, ¿cómo administrauas tu Reyno? AN. Yo nunca entendía en nada desso. Allá lo tenía encomendado a los de mi consejo. C. Y tú, ¿nunca te juntauas con ellos a ver y entender lo que hazían? AN. Algunas vezes, mas, pocas, y éssas más por el dezir de la gente que porque yo entendiesse en lo bueno ni remediasse lo malo que ellos hazían. C. Pues, dígote de verdad que tu principal exercicio hauía de ser gouernar bien tus súbditos. AN. ¿No basta que algunas vezes estaua en consejo de estado? C. ¿Qué tratáuades en esse consejo? AN. De aumentar mi señorío, juntando a él otras tierras. C. Y parécete que era mejor aumentar tu señorío qe bien gouernar el que ya posseías? ¿No sabías administrar el tuyo y querías conquistar los agenos? ¿Qué medio tenías para conquistar? AN. Guerra. C. ¿Guerra? ¿Qué me dizes? AN. Assí passa. C. Veamos, los príncipes, ¿no fueron instituídos por amor del pueblo? AN. Assí lo dizen. C. Y tú vsauas de tu señorío como si el pueblo fuera instituido por amor de ti y llamáuaste christiano y mouís guerra por aumentar tu señorío, teniendo exemplo de príncipes gentiles que se mataron a sí mesmos por cuitar la guerra que por su causa se armaua contra sus súbditos. AN. A la fe, en esto ya pocos hallarás que no viuan como yo viuía. C. ¿En qué te exercitauas? AN. En jugar, caçar, burlar y andar entre mugeres. C. Y cómo, ¿no te bastaua tu muger? AN. Sobráuame si yo me quisiera contentar, mas, si alguna vez me enamoraua, fuesse de donzella o de casada, por fuerça o de grado, hauía de gozar della. C. ¡O qué vergüença! Veamos, ¿no ay ley que castigue los que esso hazen? AN. Sí ay, mas la ley no comprende al Rey. C. Dizes la verdad, porque el Rey deuría ser tan justo, tan limpio, y tan sancto, y tan apartado de vicios, que aun en vn cabello no rompiesse la lei, y por esso dizen que ella no le comprehende, mas el que viue como tú hazías, muy más grauemente deuría ser castigado de lo que la ley manda, porque assí como el buen Rey haze mucho fructo con su exemplo, y, por tanto, deue ser de sus súbditos muy amado, y en más tenido y estimado, assí el malo haze mucho daño con el mal exemplo, y deue, por tanto, ser de los suyos aborrecido, castigado, y aun del reyno priuado. AN. Buen medio tenía yo para guardarme desse inconueniente. C. ¿Qué? AN. Tenía mis súbditos en tanto temor y tan amedrentados que no osauan rebollirse, quanto más leuantarse contra mí, por malo que yo fuesse. C. Esso era pura tyranía. AN. Llámala tú como quisieres, que yo no hallé otro remedio para mantenerme en mi reyno y hazer lo que yo quería. C. Pues malauenturada de ti, ¿pensauas que tu vida y que tu tyranía hauían de durar para siempre, pues conoscías quánto es frágil y breue la vida humana, y que de tus obras malas y buenas hauía de quedar perpetua memoria? ¿No te valiera más hauer gouernado tus súbditos con amor y que después de tus días se dixera de ti lo que se dize de aquel emperador Trayano, de Marco Antonio Aurelio, y Alexandro Seuero, que no lo de Calígula, Nerón y Heliogábalo? ¿No te valiera más que tu nombre fuera a los oýdos de los hombres agradable, que no hauer viuido de tal manera que de ti para siempre quede en boca de la gente abominable relación, y a ti de hauer viuido tan mal vn perpetuo remordimiento de consciencia más graue que quantos tormentos ay en el ynfierno? No sé cómo se puede sufrir entre los hombres vna tan graue pestilencia AN Tarde vienes con tus reprehensiones. C. Pues, de, ¿qué gente tenías cabe ti? AN. De todos, malos y buenos. C. ¿Cómo los tratauas? AN. A los malos trataua bien y hazía mercedes, y a los buenos no quería ver ni hablar. C. Mala señal era éssa, quanto que en esto bien dauas a conoscer que eras tú malo. AN. Diga cada vno lo que quisiere, que esto me estaua a mí bien. C. ¿Por qué? AN. Porque los buenos nunca me hazían sino ladrar a las orejas, diziendo que trataua mal mis súbditos y que no hazía lo que deuía, y por esto los tenía aborrecidos. Los otros nunca me dezían cosa que me pesasse, mas todo lo que hazía, aunque fuesse lo peor del mundo, lo aprouauan ellos por muy bueno. ¿No querías pues que yo hiziesse fauor y mercedes a estos tales? C. No, por cierto, porque el príncipe mucho más se deue holgar con quien le reprehende que no con quien le lisongea. ¿Heziste algunas leyes? AN. Yo no; los del mi consejo hazían algunas C. Y en ellas, ¿a qué tenían respecto? AN. ¿A qué lo hauían de tener sino a augmentar las penas que se aplicauan a mi fisco, en que yo solía hazer a ellos mercedes? C. El buen príncipe quando haze las leyes no deue tener respecto en manera alguna a su prouecho ni a la auaricia ni ambición de los que cabe sí están, sino sólo al bien de la república. Y demás desto, deue estar muy sobrel auiso de no hazer mercedes a los juezes en las condenaciones, porque harán como el viñandero, que se esconde porque alguno venga y se coma las vuas y después llegue él y le haga pagar la pena, porque las vuas no son suyas y la pena sí. De manera que buscando su prouecho son causa del daño del príncipe y del pueblo. Dime, ¿tenías muchos amigos? AN. Antes muy pocos. C. Y a essos pocos, ¿teníasles buena amistad? AN. Quando me cumplía. C. ¿Guardauas la fe que les dauas? AN. Mientra que me estaua bien guardarla, la guardaua y quando no, nunca faltaua algún achaque con que romperla. C. ¿No tenías desso mala vergüença? AN. ¿Por qué? ¿No dixo aquel Julio César, ius iurandum violandum est, regnandi causa violandum est C. Julio César era gentil, y tú dizes que eras más que christiano. Y aun essa sentencia de gentil, como iniqua y mala, fue por gentiles reprouada, pues, ¡quánto más la deuríades reprouar los que os llamáis christianos! AN. Repruéuela quien quisiere, que ya entre christianos no se vsa otra cosa. C. Bien lo creo entre Ruynes christianos. Veamos, y tus rentas ¿en qué las gastauas? AN. En hazer guerra. C. De manera que el proprio sudor del pueblo conuertías tú en su destrución. ¿Hazías algo por amor de dios? AN. ¡Mira si hazía! C. ¿Qué? AN. Guerra contra los turcos. C. ¿De qué manera? AN. Haziéndoles todo el mal que podía. C. ¿Y cómo pensauas tú hazer seruicio a dios en esso? ¿Tú no veís que quanto más mal hazías a los turcos más odio cobrauan ellos contra Jesuchristo y más obstinados estauan en su opinión? AN. Pues, ¿cómo querías tú que los hiziéssemos tornar christianos? C. Quando tú houieras tan bien gouernado tus reynos que los tuuieras en mucha paz y sossiego y que tú y ellos viuiérades ya como buenos christianos, estonces fuera bien que procuraras de conuertir los turcos, primero haziéndoles muy buenas obras para attraerlos a la fe con amor, como hizieron los apóstoles que predicaron la doctrina de Jesuchristo, y después, si por amor no se quisieran conuertir y pareciera cumplir a la honrra de Christo procurar de hazerlos conuertir por fuerça, estonces lo hauías de hazer con tanta moderación, que los turcos conoscieran que no les hazían guerra por señorearlos ni por robarlos, mas solamente por la salud de sus ánimas. ¿Mira tú agora si lo heziste assí? AN. Ni lo hize yo assí, ni nunca hombre me consejó que lo deuía hazer. C. Pues créeme tú a mí, que de otra manera antes os tornaréis vosotros peores que turcos que tornar los turcos christianos. Mira agora quán gran seruicio hazía tú a dios en hazer guerra a los turcos. AN. Bien creo yo que dizes verdad, más jntamente con hazer seruicio a Dios quería yo aprouecharme, acrescentando mi señorío en las tierras que tomasse a los turcos. C. Dessa manera más te mouía tu interesse particular que la horra de Jesuchristo. AN. No te lo puedo negar. C. ¿Qué más hazías? AN. Edifiqué muchos templos y monasterios. C. Si el dinero que en esso gastaste ganaras con el trabajo de tus manos, pudiérate aprouechar, mas tú hurtauas el puerco, y dauas los pies por dios. Fatigauas con exaciones indeuidas tus súbditos y después pensauas aplacar a dios con edificar templos. AN. Mi confessor me dezía siempre que con aquello me yría a paraýso, aunque en lo demás gozasse muy libremente de mis vicios. C. Quiça le cumplía a él dezirlo assí. Veamos, ¿nunca te reprehendía tus vicios? AN. Reprehendíame aquellos que él mesmo conoscía tener yo voluntad de dexar, y por los otros passaua muy liuianamente por no descontentarme. C. ¡O qué pestilencia! ¿Rezauas? AN. Las horas de Nuestra Señora. C. ¿Entendíaslas? AN. Ni aun sabía lo que me dezía. C. ¿Cómo? AN. Porque aunque las entendiera, jamás podía acabar conmigo de estar atento a ello. C. Pues, ¿de qué te aprouechaua tu rezar? AN. Por cierto, yo no lo sé. C. ¡Mira qué ceguedad! Que pensasses tú hazer seruicio a dios haziendo lo que no era de tu oficio, ensartando psalmos sin saber lo que te dezías, dexando de hazer lo que eras obligado por razón de tu oficio. AN. ¿A qué llamas oficio? Sé que yo Rey era, que no oficial. C. Si piensas que ser Rey es otra cosa que oficio, estás engañado. Dígote de verdad que ser Rey no es sino oficio, y aun muy trabajoso. AN. ¡Oxalá pudiesse yo tornar a esse trabajo! C. Por cierto, tú tienes vn ruin desseo. Ea, dime, ¿cómo moriste? AN. No sé qué enfermedad se me recretió de mis trauessuras de mancebo de que morí medio desesperado. C. De tal vida como tú me has contado no se podía esperar otro fin. ¿Tú creías que hauía dios? AN. Sí. C. ¿Creýas que hauía ynfierno y paraíso y que en el ynfierno hauían de ser los malos castigados y en paraýso los buenos galardonados? AN. Todo esso creya. C. Pues, malauenturado de ti, creyendo todo esto, ¿viuías como si ninguna cosa dello creyeras? AN. Fiáuame en las bulas y confessionarios, indulgencias, y perdones que los papas me tenían concedido y tanbién en la misericordia de dios. C. ¿Parécete que sería misericordia perdonar tan grandes madades como las tuyas, hechas y cometidas a sabiendas? Antes, porque es dios misericordioso quiere que tú y los a ti semejantes seáis muy rigurosamente castigados, porque tratáis mal aquel pobre pueblo christiano por cuyo bien fuistes vosotros reyes instiuídos. ¿No te pareciera crueldad si dexaras de castigar vn público ladrón, salteador de caminos y capeador? AN. Sí, por cierto. C. Pues la mesma sería si dios dexasse de castigar a ti, peor que ladrón, capeador, y salteador de caminos ¡O desdichado de ti! Aunque no creyeras que hauía dios, ni paraýso, ni infierno, sólo por huýr la fama que dexas en el mundo te hauías de apartar de tan mal vivir. Anda, pues, monstruo maldito, que acá te bezarán cómo se deuen tratar los súbditos y gouernar los reynos. Torna tú, Mercurio, a tu historia. M. Determinados los Reyes de Francia & Inglaterra de hazer guerra al Emperador por tenerlo siempre en necessidad, esperando que viniesse la primavera, sin hauer consideración a la honrra de dios ni al bien de la república, embiaron vn nueuo exército en Italia, diziendo que iuan a libertar al Papa. C. Ya el Emperador, ¿no les hauía scrito que le embiassen su parecer de lo que deuía hazer en esso del Papa? M. ¿No te digo que lo dissimulauan por tener achaque para exercitar su mal propósito y por descuydar al Emperador para que no proueyesse a las cosas de Italia Pues juntamente con embiar su exército embiaron nueuos embaxadores a España, porque tratando de la paz touiessen al Emperador descuyado, como siempre suelen los franceses artizar, que estonces se muestran más desseosos de la paz quando más se aperciben para la guerra, por tomar desproueídos a sus contrarios. C. No es ésse mal ardid de guerra. M. Dizes la verdad, para los que a su fe tienen perdida la vergüença. Passado el exército de franceses en Italia, como el exército del Emperador estaua todavía en Roma, medio amotinado, sin querer abaxar en Lombardía, los franceses tomaron la ciudad de Génoua y començaron a ganar tierra en el estado de Milán. En este medio los embaxadores de Francia & Inglaterra que eran venidos a tener en palabras al Emperador en Palencia, después de diuersas comunicaciones y dilaciones en que los franceses andauan por descuidar más al Emperador, vinieron en esta conclusión, que se quitasse de la capitulación de Madrid el capítulo que habla de la restitución de Borgoña, quedando su derecho a saluo al Emperador, y que el Rey de Francia le pagaría por su rescate dos millones de ducados de oro, de los quales se descontasse lo que el Emperador deuía, de dineros prestados, al Rey de Inglaterra, y que demás desto, el Rey de Francia conforme a la dicha capitulación de Madrid tomaua a su cargo de pagar al mismo Rey de Inglaterra lo que le deuía el Emperador, por razón de la indmnida que le prometió passando por Inglaterra. C. ¿A qué llamas indemnidad? M. ¿No te acuerdas que te dixe que el Emperador prometió al Rey de Inglaterra que le pagaría lo que le pagaua el Rey de Francia hasta que se tornasse a concertar con él o ganase equiualente recompensa en Francia? C. Sí que me acuerdo. M. Pues a esto llaman indemnidad, como quien dize, librarlo del daño que de mostrarse enemigo del Rey de Francia se le seguía. C. Ya lo entiendo. M. Allende desto, prometieron los franceses que antes de entregárseles los rehenes, restituyrían el estado de Génoua como era antes de ocupado, y tanbién lo que más houiessen ocupa en Italia, conforme al capítulo segundo de la capitulación de Madrid. C. Luego, ¿por qué auían embiado el exército si pensauan restituir lo que tomassen? M. ¿Restituir? Nunca tal cosa les passó por pensamiento. ¿No te digo que no lo hazían sino por entretener en pláticas al Emperador Allende desto, quanto al estado de Milán, el Emperador ofreció que nombraría juezes sin sospecha para que viessen de derecho lo que se deuía hazer, y que si ellos declarassen estar el Duque Sforza sin culpa, el Emperador lo restituiría en su estado y le daría la inuestidura dél, y si fuesse por ellos condenado, quería el Emperador vsar y disponer de aquel estado de Milán a su voluntad, y como el derecho le otorga y que en todo lo demás, excepto algunas cosillas de poca importancia se guardasse lo capitulado de Madrid. Con esto pensauan ya el Emperador y los de su parte que tenían la paz fecha. Mas quando llegaron al atar de los trapos dixeron los franceses que ellos no tenían poder para concluir, y fue menester que tornassen a embiar a Francia todo lo platicado para ver si su Rey quería passar por aquellas condiciones o no. Con esta conclusión, hecha a los quinze de setiembre del año passado de quinientos y veinte y siete, esperando la respuesta, se vino el Emperador a Burgos, y los embaxadores de Francia & Inglaterra lo entretenían siempre, diziendo que cada día esperauan la respuesta. Otras vezes dezían que el Rey de Francia hauía embiado a consultar con el Rey de Inglaterra la plática, y que no podía mucho tardar la respuesta. Y todo esto hazían porque el Emperador se descuidasse en proueer de remedio a las cosas de Italia, con esperança que le harían restituir todo lo que allá houiessen tomado, como hauían prometido; y ellos en este medio iuan ganando siempre tierra, y tomaron Alexandría, Pauía y otros lugares del estado de Milán. C. Aýna me harías enojar. ¿Cómo? ¿que en tanto tiempo no conoscía el Emperador el engao? M. El que no sabe engañar tarde presume que otros le engañen. Y por dezirte la verdad, yo creo que se fiaua del Rey de Inglaterra. C. Désse me fiara yo menos, teniendo cabe sí aquel Cardenal. M. Dizes la verdad, mas es cierto que la bondad no puede dexar de pensar bien. Touieron, pues suspenso al Emperador, hasta que ya pareciéndoles que si más tardauan en embiar la respuesta, se descubriría el engaño, embió el Rey de Francia vn secretario suyo, nombrado Bayart en España, que en la vna mano lleuaua ciertos capítulos con que entretener todavía al Emperador, y en la otra dos carteles, vno del Rey de Francia y otro del Rey de Inglaterra, para desafiarle quando les pareciesse tiempo. ¿Tú no vees, Carón, con quánta soberuia aquella ánima entra en tu barca? ¿Qué me quieres apostar que es algún francés? C. ¿En qué lo conosces M. Llámalo y verlo has. C. Ven acá, ánima, ¿dónde cobraste tanta soberuia? ¿Eres por ventura francés? AN. Sí que soy francés. C. Habla passo, que es la casa baxa. ¿Qué oficio tenías? AN. A lo menos no barquero ni galeote como tú. C. Pues, ¿qué eras? AN. Secretario. C. ¿De algún consejo, o de quién? AN. ¿Búrlaste? No, sino del Rey. C. ¿Del Rey? Sea mucho en hora buena. ¿Hiziste alguna cosa señalada que nos cuentes? AN. Allegué en menos de diez años más de ochenta mill ducados. C. Hombre eras de buen recaudo. AN. A la fe, sí, que buen recaudo y buena maña es menester para ello. C. ¿A qué llamas buena maña? AN. ¿Piensas que te lo tengo de dezir por tus ojos vellidos? A buena fe, no lo sepas si no me lo pagas bien. C. ¿Qué quieres que te dé? AN. Que me hagas franco del passage. C. Soy contento. AN. Dáca la mano. C. Mas dame tú la tuya. AN. No quiero. C. Estás tan acostumbrado de tomar que nunca querías dar como el frayle que se estuuo tres días en vn silo por no dar la mano a los que lo querían sacar. Agora, sus, no quede por esso, toma la mano. AN. Pues está atento. Lo primero que yo hazía era dar a entender a todos que tenía tanta parte con el rey, que hazía dél lo que yo quería y que ninguna cosa él determinaua sin mí. Con esto hazía que todos los negociantes acudiessen a mí, y a los que me dauan algo, hablaua yo con el bonete en la mano y les daua a todas horas audiencia; a los otros, amostraua muy mala cara hasta que les sacaua algo. Si vacaua o se hauía de proueer alguna cosa y la pedían dos o tres, a todos prometía yo de ayudar, si me prometían ellos de pagármelo y a las vezes no hablaua por ninguno. Mas, quando se proueýan, aunque yo no houiesse hecho nada, todavía leuaua por entero lo que me hauían prometido, dando a entender que yo lo hauía hecho; y muchas vezes, hauía sido contrario. De manera que de quánto se proueía por mis manos y aun a ratos por las agenas, lleuaua yo mi repelón. Y con esta arte, prometiendo yo a entramas partes, no se me podía escapar. Allende desto, si se determinaua alguna cosa en consejo en fauor de alguno, luego se la hazía saber con diligentia, dándole a entender que tal y tal le hauían sido contrarios y que yo solo le hauía mantenido, siendo esto muchas vezes al contrario, que ellos lo fauorecían & yo solo lo acusaua. C. Veamos, ¿cómo sufrían esso los del consejo? AN. Procuraua yo de tenerlos discordes. Yua al vno y dezíale que el tal hauía dicho tal y tal cosa contra él y que lo quería mal, encargándole que no me descubriesse, y después iua al otro y dezíale otro tanto, de manera que como yo sembraua discordia entre todos y no se osauan fiar vnos de otros, cada vno procuraua de agradarme por tenerme de su parte, y assí los traýa a todos a mi voluntad, y ninguno osaua abrir la boca contra mí. C. Gentil manera era éssa. AN. Desta manera tenía yo tan tyranizada aquella corte, que vnos me dauan seda, y otros plata, otros buenos ducados. C. ¿No gastauas nada? AN. Muy poco, porque yo muchas vezes comía fuera de mi casa y otras conbidaua a otros que me dauan de comer en mi propria casa; a otros hazía jugar comigo cosas de comer, y si ellos perdían, pagauan, y si yo, ni ellos me lo osauan pedir, ni yo me comedía a pagarlo, pues mis criados con mejor apetito se leuantauan que no se sentauan a la mesa. Allende desto, como el Rey se fiaua de mí, hazíale yo firmar lo que quería, y aprouecháuame muy gentilmente dello, de manera que con éstas y otras tales grangerías, ganando mucho y gastando poco, que es la verdadera alquimia, me hize presto rico. C. Éssas, ¿no eran falsedades y aun trayciones, cohechar y vender humo a los negociantes y engañar a tu señor que se fiaua de ti? AN. ¿Qué se me daua a mí? Hiziesse yo mi prouecho y fuesse como quiera. C. Y al Rey, ¿heziste algún señalado seruicio? AN. Assí burlando, el mayor que nunca criado hizo a su señor. C. Alguna gran cosa deue ser ésta. AN. Sabes qué tan grande, que yo fuy el primero que le aconsejasse que ofreciesse al Emperador todo lo que pidiesse por salir de prisión, y que después de salido, no cumpliese cosa alguna de lo que él le houiesse prometido. Y con este mi buen consejo él quedó libre y el Emperador engañado. C. Aosadas, de tal consejero tal consejo. AN. Y aun te prometo que el Rey no me lo tuuo en poco. C. Con razón. AN. Pues más hize, que desde antes que el Rey saliesse de España tenía ya yo concertado con el Papa y con otros potentados de Italia que juntamente con él hiziessen guerra al Emperador, como la hizieron, y allende desto trabajé de ganar de nuestra parte al Rey de Ynglaterra, de manera que se concertaron el año passado de mouer muy crudel guerra contra el Emperador, y hize yo que mientras ellos se aparejauan para la guerra, porque el Emperador no la barrutasse, le embiassen, como le embiaron, embaxadores para entretenerlo con esperança de paz y agora nueuamente han embiado los Reyes d'armas con sus carteles de desafío para yntimarle la guerra, assí que o yo me engaño o a esta hora él es desafiado. C. Por cierto, grandes seruicios son éssos, robar los negociantes, engañar tu Rey y señor que se fiaua de ti, y después desto darle consejos con que perdiesse su honrra y fama para siempre. AN. Mira, hermano, todo mi intento era dexar muy gran estado, y para hazerlo no tenía mejores medios que éstos. No, sino sed bueno, y viuiréys toda vuestra vida pobre. C. ¿Es possible que en la corte de vn príncipe christiano se sufra vna pestilencia como tú? AN. Antes para andar en la corte éstas y otras semejantes artes son más que necessarias si no queréys más ser de todos burlado y menospreciado con vuestras virtudes, que con esta buena maña ser loado por buen cortesano. C. ¿Cómo? ¿Buen cortesano llamáys vosotros a vn monstruo como tú te me has aquí representado? AN. Hermano, menester es viuir como en la tierra donde hombre se halla, y pues se requiere esto para viuir en las cortes de los príncipes, no te marauilles que yo me conformasse con la costumbre. Es verdad que, acordándome de quanta obligación tienen los hombres a ser perfecto cada vno en su oficio, trabajéme yo tanto de serlo en este mío, que a ninguno de los passado pienso hauer dexado de sobrepujar, ni a alguno de los venideros lugar para que me pueda alcançar. C. ¿De manera que saliste en tu vellaquería perfecto? AN. Perfectíssimo. C. ¿No hay leyes que castiguen tan grandes maldades? AN. Sí hay, mas, ¿quién osará tomarse con vn priuado de vn príncipe? Allende desto, son cosas que se tratan secretamente, de manera que quando vengan en juyzio non se pueden prouar y aunque se prouassen, nunca falta alguno del mesmo oficio que tome su defensión, de suerte que por marauilla veemos castigar tales cosas, quanto que yo no le he oýdo, saluo de vn Turino que hizo matar Alexandro Seuero con humo a las narizes. C. Hízolo aquel gentil, ¿y no lo hazen los christianos? Mas, pues, quesiste ser malo, aqí pagarás la pena de tu maldad. M. ¿No te parece, Carón, que se conforma esto con lo que yo te he dicho? C. Assí me parece. Y teniendo los príncipes cabe sí tal gente, no me marauillo sino del mal que no hazen. M. Tornando, pues, a nuestro propósito, el secretario del Rey de Francia, de quien te hablaua, llegó a Burgos donde a la sazón el Emperador estaua a doze días del mes de deziembre, diziendo que traýa la resolución de la paz y venidos todos los embaxadores de Francia & Ynglaterra al Emperador, dissimulando los carteles que tenían para desafiarlo, dixeron que le daría por escrito lo que el rey de Francia por amor de la paz y por cobrar sus hijos quería hazer, y dieron vna escriptura que allende de otras muchas cosas que quitauan de lo que en Palencia hauían ofrecido, quería que el Emperador, a humo muerto, restituyesse en su estado al Duqe Francesco Sforcia, aunque se hallase hauerlo ofendido, y de la restitución de Génoua y condado de Aste no hablauan palabra ni querían retirar el exército que tenían en Italia fasta que houiessen cobrado los hijos del Rey de Francia que estauan en poder del Emperador en rehenes. Quando el Emperador esto oyó, marauillóse y hízoles dezir que hablassen claramente si tenían comissión de ofrescer otra cosa o no. A la fin, respondieron, satisfaciendo algunas dificultades de las que parescía hauer en la primera escriptura, y principalmente que, quanto al estado de Milán que los reyes de Francia & Inglaterra eran contentos que el Emperador nombrasse luego juezes no sospechosos para que viessen y determinassen si el Duque Francisco Sforcia merescía ser priuado o no, y que todos passassen por los que aquellos determinassen. C. ¿De manera que ya en esso no quedaua dificultad? M. Ninguna. C. Según esso, parece que ellos estauan inclinados a querer paz. M. Esto hazían ellos por dar a entender que se allegauan a razón y para venir al rompimento dexauan atrás el punto principal, que no querían restituir a Génoua ni a Aste, ni retirar el exército de Italia hasta que houiessen cobrado los hijos del Rey de Francia. C. Y para hazerlo, ¿no ofrescían alguna seguridad? M. Dezían que el Rey de Francia se obligaría a restituir Génoua y Aste y retirar su exército dentro de cierto término después que houiesse cobrado sus hijos, so pena de trecientos mill ducados, y para seguridad de la paga dellos, daría rehenes en poder del Rey de Ynglaterra. ¿No te paresce que era gentil seguridad ésta? C. Gentil, para fiarse de vn hombre que tan poco caso haze de romper su fe. M. Vista, pues, por el Emperador la final conclusión presentada por los embaxadores de Francia & Ynglaterra el primer día deste año MDXXVIII les mandó responder por escrito que en lo que pedían del estado de Milán, aquello era lo mesmo que muchas vezes les hauía ofrescido, pero en quanto a la restitutión de Génova y Aste y al retirar del exército que franceses tenían en Italia, porque no quedasse causa de venir a otro rompimento de guerra, el Emperador quería que en todo caso restituyessen lo que hauían de restituir y que retirassen su exército antes que se les entregassen los Rehenes. C. Parésceme a mí que en esso el Emperador tenía mucha razón. Y veamos, ¿por qué no querían los franceses venir en ello? M. Dezían que si ellos retirauan su exército y restituían lo que hauían de restituir antes que cobrassen sus rehenes, podrían quedar burlados si el Emperador después no ge los quisiesse dar, pidiéndoles otras condiciones, demás de las ya assentadas. C. No dezían mal. M. Antes no podían dezir peor, ni cosa más contra razón, pues quanto a lo primero, ellos no tenían causa de desconfiarse del Emperador, porque nunca les hauía rompido su fe. Allende desto, pues antes que ellos houiessen tomado Génoua ni Aste, ni touiessen exército en Italia, el Emperador era contento de restituír al Rey de Francia sus hijos, quasi con essas mismas condiciones, ¿qué razón hauía para pensar que no lo hauía agora de hazer? Antes en no querer ellos retirar su exército dauan claramente a entender la intención que tenían de no guardar ni cumplir lo que prometían sino començar nueua guerra en hauiendo cobrado sus hijos, assí como han fecho agora, porque ninguna razón hauía de querer los franceses hazer tantos gastos en entretener su exército en Italia desde la conclusión de la paz hasta después de la restitución de los rehenes, si no tenían intención de continuar la guerra. Y aun más hizo el Emperador que, hauiéndole los embaxadores de Francia & Inglaterra declarado que toda la dificultad estaua en la restitución de Génoua y Aste y e el retirar del exército antes o después de la restitución de los rehenes, y que si en aquellas difficultades se daua algn corte, luego se podría concluir la paz. El Emperador les dixo que si era assí como ellos dezían, porque vna cosa tan santa, tan saludable, y tan prouechosa, como era la paz no quedasse por tan pequeña causa sin conclusión, que él les daría a ellos las mismas seguridades que ellos le hauían ofrecido a él y aun mayores si mayores las quisiessen. C. No era la cosa ygual, la restitución de los hijos del Rey de Francia con la restitución de dos ciudades y retirar vn exército. M. Dizes verdad, que la cosa no era ygual, mas también quedaua a los Franceses en su poder lo que hauían de dar por cobrar sus hijs. Y allende desto, las seguridades que daua el Emperador eran, de restituirles lo que ellos houiessen entregado, y más trezientos mill ducados para tornar a hazer el exército que houiessen deshecho. De manera que, aunque el Emperador no quisiera cumplir por su parte, lo que en manera alguna no es verisímil, no podía el Rey de Francia recebir en ello daño alguno, lo que por el contrario se puede dezir del Emperador, que si él viniera en hazer lo que los franceses querían, y ellos otra vez le engañaran, le fuera muy grande afruenta hauerse dexado dos vezes tan claramente engañar. C. Agora te entiendo. Pues veamos, ¿qué respondieron a esso los embaxadores de Francia? M. ¿Qué querías que respondiessen? Andauan en dilaciones, diziendo que les parecía que el Emperador se ponía en razón, mas que ellos no tenían poder para aceptar lo que les ofrecía, y menos comissión para embiar, mas a comunicarlo con su Rey, y que les pesaua que por tan poca cosa viniessen en rompimiento, y no dexauan de solicitar al Emperador que quisiesse aceptar las condiciones que le ofrecían. C. ¿De manera que la cosa no estuuo en más de no se querer fiar el vno del otro? M. A la fe, estuuo en que el Rey de Francia, no queriendo paz, buscó este achaque para mouer la guerra. C. Assí me parece. Mas, mira, Mercurio, quál viene aquel espantajo de higuera tan largo como vna blanca de hilo. M. Sin duba, deue ser algún hipócrita, déxame con él. ¿donde vas, ánima? AN. Al cielo. M. ¿Al cielo? Ea, dime ¿cómo viuiste en el mundo para que pienses subirte al cielo? AN. Fuí de los christianos que se llaman perfectos. M. ¿Parécete que va poca diferencia de llamarse perfecto a serlo? AN. Bien sé que hay mucha, mas yo no solamente me lo llamaua, mas éralo. M. Muy gran señal es de no hauerlo sido pensar tú que lo eras. AN. ¿Mas muy gran necedad sería mía pensar yo no ser perfecto siéndolo? M. Ea, veamos, ¿cómo lo eras? AN. Yo era christiano. M. Tanbién lo son muchos ladrones. AN. Era sacerdote. M. Dessos hay muchos ruines. AN. Dexé toda mi hacienda por seguir la perfeción christiana. M. Tanbién la podías seguir teniéndola. AN. ¿Cómo? M. Porque la pobreza más consiste en la voluntad que en la possessión. AN. Dezía cada día missa, y allende las horas canónicas rezaua muchas oraciones por mi deuoción. Ayunaua todos los días que manda la yglesia a pan y agua. Nunca dormí en cama ni aun estando enfermo. Nunca me uestí camisa. Andaua los pies descalços. Disciplináuame tres vezes en la semana. Ha más de treynta años que no comí carne, avnque agora quando me quise morir, los físicos me dezían que estaua en peligro de muerte; de manera que todos me besauan la ropa por sancto. M. Todos essos eran buenos medios para seguir la doctrina christiana si armauan a tu complissión, mas, por dezirte la verdad aun no te he oýdo dezir cosa por donde te deuiesses llamar perfecto ni esperar de subir al cielo. AN. ¿Cómo no? Aýna me harías tornar loco. M. Porque essas obras eran exteriores y solamente medios para subir a las interiores y tú fiáuaste tanto en ellas que no curauas de otra cosa; si no, respóndeme a lo que te preguntare AN. Di. M. ¿Tenías caridad? AN. ¿A qué llamas caridad? M. Si amauas a dios sobre todas las cosas y a tu próximo como a ti mesmo AN. Esso era lo principal que yo hazía. M. Sepamos, pues, cómo lo hazías. Dime, ¿disfamauas y murmurauas por dicha algunas vezes de tu próximo? AN. ¿Por qué no? De los qe dezían mal de mí y presumían de reprehenderme. M. Porque eras obligado a dar bien por mal, y en esto dauas mal por bien, como era reprehenderte lo que mal hazías. ¿Parécete que era gentil caridad essa? Veamos, ¿qué dezías dellos? AN. Dezía que eran malos hombres y que perseguían la religión christiana. M. Y esso, ¿pensauas tú que fuesse verdad? AN. Bien sabía que no era verdad, mas no tenía otro medio de vengarme dellos. M. Luego, segúnd esso, ni tú amauas a tu próximo como a ti mesmo, pues los perseguías sin razón, ni a dios sobre todas las cosas, perseguiendo a Iesuchristo en sus miembros. AN. Esto yo lo confiesso, mas ¿por qué me dauan ellos causa para que lo hiziesse? Sé que aunque yo fuera malo, no era razón que me reprehendiessen, porque quitauan la deuoción que la gente tenía comigo. M. ¿Qué dezían de ti? AN. Andáuanme acechando y si alguna vez me veýan entrar en casa de alguna muger, luego lo publicauan. M. Y ¿cómo? ¿Tenías tú que hazer con mugeres? AN. Pocas vezes, quando la carne mucho me vencía, mas procuraua de hazerlo muy secretamente. Allende desto, dezían que toda mi sanctidad no era sino para ganar crédito con el vulgo y porque me diessen algún obispado. M. Veamos, y en esso, ¿dezían verdad? AN. Sí dezían, mas no era bien hecho publicarlo. Dezían assimismo que era embidioso, y que de embidia perseguía a los que viuían mejor que yo. M. Y tú, ¿hazíaslo? AN. Algunas vezes. M. ¿Por qué? AN. Porque me impedían mi ganancia. Dezían tanbién que andaua yo engañando las mugercillas con mill supersticiones. M. Harto malo era esso, si es verdad. AN. Yo no lo niego, mas si no lo hiziera assí, muchas vezes muriera de hambre. M. ¿No fuera mejor guardar tu hazienda y viuir della, o si ya no querías tenerla, ganar de comer con el trabajo de tus manos, que no dexarla para venir después a ofender a dios buscando de comer? AN. No era honesto, que siendo yo sacerdote, trabajasse. M. Sanct Pablo, ¿no era sacerdote? AN. Sí. M. Pues él mesmo, ¿no dize que trabajaua de noche con sus manos para ganar de comer por no ser molesto al próximo? AN. Assí lo he oýdo. M. Pues, haziéndolo San Pablo, ¿parécete que no te fuera honesto hazerlo tú? AN. No tuuiera tiempo para dezir mis horas y rezar mis deuociones. M. Por cierto que te valiera mucho más no rezarlas que por rezarlas ponerte en peligro de pecar, porque pecando como dizes que pecauas, poco te aprovechauan tus missas, tus ayunos, tus disciplinas, ni tus oraciones. AN. Veamos, en parte, ¿no son preceptos de la yglesia? M. Sí. AN. Pues, ¿por qué nos los mandan hazer si no nos dan de aprouechar? M. Mándalo la yglesia hazer porque es medio para seguir la perfección christiana, que consiste más en cosas interiores que en exteriores, y los que no entendiendo esto, las toman por fin como tú has fecho, hállanse como tú te hallas agora, burlados. Ven acá. Si tú touiesses vna villa muy fuerte y queriendo poblarla de gente muy esforçada, prometiesses que darías a los que entrassen en ella por combate muy lindas casas en que morassen y heredades de que viuiessen, prometiendo de ayudar a los que animosamente se allegassen a los muros, y los capitanes de la gente que viniessen a combatir tu villa, viéndola de muchos enemigos cercada, aparejados para resistirles la entrada, mandassen a los combatidores que se armassen muy bien y se vistiessen todas sus libreas, repartiéndolos por sus capitanías y que velassen y no comiessen demasiado, porque al tiempo del combate se hallassen más ligeros. Si vno destos combatidores se armasse de todas armas mejor que los otros, y se vistiesse de librea más galán que los otros, y estuuiesse más sobrio que los otros, y al tiempo del combate se quedasse e las tiendas, y después de ganada la villa y abiertas las puertas, viniesse a pedirte el premio que hauías prometido porque vino entre los combatidores y se armó y vistió de librea y estuuo muy sobrio, veamos, tú, ¿dárselo ýas? AN. ¿Por qué se lo hauía de dar? M. ¿Qué le responderías? AN. A la fe, dezirle ýa yo, hermano, no prometí mis casas ni mis heredades al que se llamasse combatidor ni al que se armasse, ni al que se vistiesse de librea ni al que comiesse sobriamente sino al que entrasse en mi villa por combate, armado o desarmado, vestido o desnudo, ayuno o harto. Essos eran medios para alcançar esto otro. Y pues tú te contentaste con ellos, no solamente no haurás galardón, mas eres digno de muy rezio castigo, porque llamándote mío te escondiste al tiempo de la necessidad y diste causa a otros para hazer lo mesmo. M. Tú lo has dicho muy gentilmente. Has, pues, agora de saber que Iesuchristo, queriendo poblar su doctrina de gente esforçada, prometió el Reyno del cielo al que lo seguiesse. Y para que más seguramente lo pudiessen seguir, ordenó la yglesia ciertos mandamientos como medios con que alcançassen la perfeción christiana, como el ayuno contra la luxuria, la oración contra la soberuia, y assí de los otros. No te prometió a ti la yglesia el cielo porque guardasses estos sus mandamientos, más dízete que son muy buenos medios para alcançar y seguir la doctrina christiana, que es la villa que tú tenías, por la qual has de hauer el cielo, que son las casas y heredades que tú prometiste a los que en ella entrassen por combate. Pues si tú agora vienes a pedir a dios el cielo, diziendo que eras christiano y sacerdote, que ayunaste a pan y agua, que rezaste y te disciplinaste y heziste todas las otras cosas que me has contado, ¿no te parece que diría dios lo mesmo que tú dizes que dirías al otro? Hermano, yo no prometí el cielo a los que se llamassen christianos, ni sacerdotes ni a los que hiziessen essas otras cosas sino a los que siguiessen mi doctrina. Y porque más seguramente la siguiessen, fueron dados y ordenados essos mandamientos. Si tú las siguieras, aparejado te fuera el premio que yo prometí, mas pues no lo heziste por hauer tomado y guardado los medios que fueron dados y ordenados para ello, más digno eres de pena que de galardón. A lo menos no podrás agora tú negar que esta sentencia no sea justa. AN. ¿Cómo es possible que assí se pierdan tantas y tan buenas obras? M. ¿No has leýdo lo que escriuió San Pablo a los Corinthios? Que aunque touiesse todas las otras virtudes, si le faltaua caridad, no le valía todo nada. AN. Assí lo dezían. M. Pues assí te acaece agora a ti, que todos tus trabajos y todas tus buenas obras no te aprouechan, porque vinieron desnudas y vazías de caridad. AN. No te puedo creer. C. Entra, pues, en la barca que presto lo creerás, y tú, Mercurio, prosigue adelante. M. Ya que los embaxadores de Francia hauían llegado sus cosas a término que el concertado desafío no quería más dilación, faltaua que los embaxadores de Inglaterra buscassen tanbién ellos algún achaque para hazer y notificar su desafío, y no teniendo otro, pidieron al Emperador que luego sin dilación alguna pague al Rey de Inglaterra su señor todo lo que le deue en dinero contado. El Emperador les respondió que se marauillaua de vna demanda tan súbita como aquélla, que él nunca hauía negado lo que al Rey de Inglaterra deuía, antes hauía estado y estaua aparejado para pagárselo todo muy complidamente, y demandóles que diessen por escrito lo que pretendían deuérsele. Pidieron, pues, ellos tres cosas: la primera, cerca de trezientos mill ducados que en diuersas vezes el Rey de Inglaterra hauía emprestado al Emperador; la segunda, quinientos mill dudos que fueron puestos de pena a aquél por quien quedasse de cumplirse el casamiento concertado entrel Emperador y la hija del Rey de Inglaterra, no siendo más de quatrocientos mill; y la tercera, la indemnidad de que poco ha hezimos mención, la qual querían que el Emperador pagasse por quatro años y quatro meses. El Emperador les respondió que quanto a la primera partida que era del dinero prestado, que siempre estuuo y estaua aparejado para pagarlo y preguntóles si tenían allí sus obligaciones y prendas que por la dicha deuda hauía dexado al Rey por su seguridad, porque cobrándolas luego pagaría y respondieron ellos que no. Díxoles el Emperador que ordenándose vn lugar a entramas partes seguro, donde se pudiesse hazer la paga de la dicha deuda y cobrar sus obligationes y prendas, pagaría luego sin alguna dilación lo que deuía. Quanto a las otras dos partidas que pedían, de la pena de casamiento & indemnidad, el Emperador les dixo que quería embiar una persona a informar al Rey de lo que en aquello passaua, diziendo que cumpliría lo que pareciesse que por derecho deuiesse, que a la verdad, era nada. C. Luego, ¿todo esso era buscar tranquillas para venir al desafío que tenían ya concertado? M. Dizes muy gran verdad y si lo quieres saber más de veras, ya en Inglaterra hauían auisado a sus mercaderes que no lleuassen sus mercaderías en tierras del Emperador, mostrando tener determinado el rompimiento de la guerra. C. ¿No tiene mala vergüença vn Rey de Inglaterra de mouer guerra por dineros, aunque el Emperador, deuiéndogelos, se los negara quanto más ofreciendo de pagarle luego lo que le deuía? M. Todo lo hazía aquel Cardenal. C. Espérate, Mercurio, veamos quién es éste. AN. Acaba, si quieres passarme. C. ¿Quién eres tú que vienes tan de priessa? AN. Theólogo. C. Y siendo theólogo, ¿te vienes al infierno? Según esso, no tenías más del nombre de theólogo. AN. ¿Cómo no? C. Porque si fueras de veras theólogo, supieras qué cosa es Dios, y sabiéndolo, impossibile fuera que no lo amaras, y amándolo, hizieras por donde te subieras al cielo. AN. No sabes lo que te dizes; sé que esso no es ser theólogo. C. Pues, ¿qué? AN. Saber disputar pro y contra y determinar quistiones de theología. C. Y en esso, ¿eras grande hombre? AN. ¡Mira si era! Daua a entender todo que yo quería con falsos o verdaderos argumentos. C. ¿De qué manera? AN. Yo te porné vn exemplo tan grossero como tú. Dime, ¿quién eres tú? C. Carón. AN. ¿Qué quieres apostar que te hago conoscer que eres cabrón? C. ¡Que no! AN. Vaya el passage, ¿que te pague doblado o que no te pague nada? C. Soy contento. AN. El cabrón tiene barbas y nunca se las peyna; tú tienes barbas y nunca te las peinas, luego tú eres cabrón. C. Por cierto, tú lo has muy gentilmente prouado; yo me doi por vencido. Mas espérate, veamos si seré yo mejor sophista que tú. ¿Qué me quieres apostar que te hago conoscer que eres asno, no por sophisma, mas por gentiles argumentos? AN. ¿Qué va que no? C. ¡Vaya essa arrogancia que tú traes contra mi barba de cabrón! AN. Agora, sús, soy contento. C. Dime, pues, ¿qué cosa es asno? AN. El asno es animal sin razón. C. ¿Qué cosa es razón? AN. Entendimiento para seguir lo bueno y desuiar lo malo. C. Pues, luego si tú, estando en el mundo, no touiste entendimiento para seguir lo bueno que es la virtud, y apartarte de lo malo que son los vicios, síguesse que no tenías razón y no teniéndola, tus proprias palabras te conuencen que eres asno. AN. Esso yo nunca hallé en mi theología. C. ¡Gentil theología era la tuya! AN. Yo nunca aprendí otra. C. ¿Nunca leýiste las epístolas de San Pablo? AN. Ni aun las oý nombrar sino en la missa. C. ¿Y los euangelios? AN. Lo mesmo. C. Pues, ¿cómo eres theólogo? AN. ¡Como si para ser theólogo fuessen menester las epístolas ni evangelios! C. Pues, ¿que leýas? AN. Scoto, Sancto Thomas, Nicolao de Lira, Durando y otros semejantes doctores, y sobre todos, Aristótiles. C. ¿Y los Testamentos Viejo y Nueuo, San Geronymo, San Joan Chrisostomo, Sanct Ambrosio y Sanct Agustín, y los otros sanctos doctores, ¿no los leýas? AN. Algunas vezes, mas pocas, porque no tienen essa sotileza destos otros. C. Dessos lodos vienen estos poluos. Andáisos vosotros toda vuestra vida leyendo y aprendiendo disputas, questiones, dubdas y dificultades por dar a entender a los simples que sabéis algo porque os tengan por letrados, y no curáys de leer la Sagrada Scriptura ni aquellos doctores de que podríades sacar la verdadera doctrina christiana, y assí qual es vuestro exercicio, tal es el fructo que hazéis para vosotros y para todos. AN. Ven tú agora a predicarme. Mejor harás de mandar que no me pidan el passage, pues te lo he ganado. C. Soy contento, anda, véte. M. Está atento, Carón, que ya andamos al cabo. Venidos ya los embaxadores de Francia & Inglaterra al punto de lo que querían para desafiar al Emperador, pareciéndoles la cosa no sufrir más dilación, y ser ya tiempo de aparejarse para començar muy de veras la guerra esta primavera y sabiendo secretamente cómo el Papa hauía sido libertado por los ministros del Emperador, porque su prisión era la principal causa que ellos tenían puesta en sus carteles de desafío, viendo que si el Emperador viniera a saber la libertad del Papa antes que ellos lo desafiaran, perdiera mucha de su auctoridad el desafío, determinaron de hazer lo que tenían concertado. C. Dime tú agora, Mercurio, hauiendo el Emperador escripto al Rey de Inglaterra la carta que me leíste en que le pide consejo de lo que deue hazer sobre lo del Papa, y no hauiendo él querido responder a ello, ¿qué razón hauía o qué achaque podía él sacar de allí para desafiarlo? ¿Quién no verá que si el Rey de Inglaterra, o por mejor dezir, aquel su cardenal, desseauan la libertad del Papa, que primero no lo escriuieran al Emperador, pues le hauía demandado su parecer sobre ello antes que tan iniquamente venir a desafiarlo? M. Yo te confiesso que no hauía razón, y que el achaque era muy necio, pero algo hauían de fingir para poner por obra lo que querían hazer. Pues ayer fueron a palacio del Emperador juntos los Embaxadores de Francia & Inglaterra, Venecia y Florencia a despedirse del Emperador como quien tenía la guerra por rompida. C Y el Emperador, ¿qué les respondió? M. Respondióles que le pesaua que los Reyes sus amos mirassen tan mal lo que cumplía al bien de la christiandad, mas pues ellos assí lo querían, que se fuessen en hora buena, pero que él no quería que saliessen de sus reynos hasta que los embaxadores que él tenía en Francia, Inglaterra y Venecia estuuiessen en lugar seguro donde se pudiesse hazer el trueque de los vnos embaxadores con los otros. Y con estas respuestas se despidieron. C. Mira tanbién tú cómo se va aquella ánima por la cuesta arriba. Vamos tras ella. M. Vamos. C. ¡Torna acá, ánima! ¿Dónde vas? AN. En esso estaua pensando. C. ¡Sabes si me enojo! AN. Darás de coces a tu barca. C. Espera a lo menos, mira que te quiero preguntar. AN. Qué me plaze. C. ¿De dónde vienes? AN. Del mundo. C. ¿Dónde vas? AN. Al cielo. C. En hora mala ello sea. Dessa manera, no passarás por mi barca. AN. Assí me parece. C. ¿Por qué? AN. Porque assí plugo a Jesuchristo. C. Pues no puedo hauer de ti otra cosa. A lo menos yo te ruego que me cuentes cómo viuiste en el mundo, pues assí vas a gozar de tanta gloria AN. Aunque se me haze de mal detenerme en tal jornada, no quiero dexar de satisfazer a tu voluntad. Has de saber que siendo mancebo, aunque naturalmente aborrecía los vicios, malas compañías me touieron muchos años capuzado en ellos. Quando llegué a los veinte años de mi edad, comencé a reconoscerme y a informarme qué cosa era ser christiano, y conosciendo ser la ambición muy contraria a la doctrina christiana, desde entonces determiné de dexar muchos pensamientos vanos que solía tener de adquirir muchos bienes temporales, y me comencé a burlar de algunas supersticiones que veía hazer entre christianos, mas no por esso me aparté de mis vicios acostumbrados. Quando entré en los veinte y cinco años comencé a considerar conmigo mesmo la vida que tenía y quán mal empleaua el conoscimiento que dios me hauía dado y hize este argumento diziendo, o esta doctrina christiana es verdadera o no; si es verdadera, ¿no es grandíssima necedad mía viuir como viuo, contrario a ella? Si es falsa, ¿para qué me quiero poner enguardar tantas cerimonias y constituciones como guardan los christianos? Luego me alumbró dios el entendimiento y conosciendo ser verdadera la doctrina christiana, me determiné de dexar todas las otras supersticiones y los vicios, y ponerme a seguirla según deuía y mis flacas fuerças bastassen, aunque para ello no me faltaron, de parientes y amigos, infinitas contrariedades: vnos dezían que me tornaua loco, y otros que me quería tornar frayle, y no faltaua quien se burlasse de mí. Sufríalo yo todo con paciencia por amor de Jesuchristo. C. ¿No te metiste frayle? AN. No. C. ¿Por qué? AN. Porque conoscí que la vida de los frayles no se conformaua con mi condición. Dezíanme que los frayles no tenían tantas ocasiones de pecar como los que allá fuera andáuamos, y respondía yo que tan entera tenían la voluntad para dessear pecar en el monesterio como fuera dél, quanto más que a quien quiere ser ruýn, nunca ni en algún lugar le faltan ocasiones para serlo, y aun muchas vezes caen más torpe y feamente los que más lexos se piensan apartar. Bien es verdad que vna vez me quise tornar frayle por fuir ocasiones de ambición, y fuíme a confessar con vn frayle amigo mío, y quando me dixo que tanta ambición hauía entrellos como por allá fuera, determinéme de no mudar hábito. C. ¿Tenías conuersación con ellos? AN. Sí, con aquéllos en quien veýa resplandecer la imagen de Jesuchristo. C. Pues, ¿hezístete clérigo? AN. Tanpoco C. ¿Por qué? AN. Sentíame indigno de tratar tan a menudo aquel Santíssimo Sacramento y hazíaseme de mal hauer cada día de rezar tan luengas horas, pareciéndome que gastaría mucho mejor mi tiempo en procurar de entender lo que los otros rezauan y no entendían, que no en ensartar psalmos y oraciones sin estar atento a ello ni entenderlos. Allende desto, me dezían que no era bien dar órdenes a quien no touiesse beneficio, y sabidas las trampas y pleytos que en los beneficios ecclesiásticos hauía, no quise meterme en aquel laberinth. C. Pues, ¿qué manera de viuir tomaste? AN. Caséme. C. En harto trabajo te pusiste. AN. En trabajo se ponen los que se casan teniendo respecto a la hermosura exterior, a los bienes temporales, pero yo, sin mirar a nada desto, escogí vna muger de mi condición con quien viuí en mucho contentamiento. Si yo quería vna cosa, ella dezía que era muy contenta, y lo mesmo hazía yo quando ella quería algo. C. ¿Nunca reñíades? AN. Alguna vez, cuando el vno por complazer al otro, no nos determináuamos en lo que hauíamos de hazer. C. Esse reñir era tener paz. AN. Assí es. C. ¿Fuiste en alguna romería? AN. No, pareciéndome que en todas partes se dexa hallar Jesuchristo a los que de veras lo buscan, y porque veýa a muchos boluer dellas más ruýnes que quando partieron, y tanbién me parecía sinpleza yr yo a buscar a Hierusalén lo que tengo dentro de mí. C. Dessa manera, no tenías tú por buenas las peregrinaciones. AN. Assí como pensaua no serme a mí necessarias, assí alabaua y tenía por buena la santa intentión con que algunos se mouían a hazerlas. C. ¿Oýas missa? AN. Los días de fiesta sin faltar alguno, y tanbién los otros días quando no tenía qué hazer. C. ¿Ayunauas? AN. Quando me sentía bueno, ayunaua todos los días que manda la yglesia, y demás desto todas las vezes que me parecía serme el ayuno necessario a la salud del cuerpo o del ánima. C. Y en essos días que ayunauas por tu voluntad, ¿comías carne? AN. Sí. C. Y cómo, ¿comiendo carne ayunauas? AN. ¿Por qué no? Pues que para el fin que yo lo hazía me conuenía más la carne que no el pescado. C. ¿Rezauas? AN. Continuamente. C. ¿Cómo es esso possible? AN. En qualquier parte y en qualquier tiempo procuraua de endereçar mis obras y palabras a gloria de Jesuchristo Y esto tenían por oración. C. ¿Nunca pedías a dios algo? AN. Pedíale perdón de mis pecados y gracia para perseuerar en su seruicio, conosciéndome siempre por el mayor pecador del mundo. C. Veamos, ¿y no era malo mentir? ¿No sabías tú que hauía otros muchos en el mundo que viuían peor que tú AN. Sí, mas tanbién conoscía que si dios, por su infinita bondad, no me touiera de su mano, hiziera yo obras muy peores que alguno de los otros hombres, y por esto me conoscía por más pecador que todos, atribuyendo a dios solo el bien, si en mí alguno hauía. C. ¿Nunca pedías a dios bienes temporales o corporales? AN. No, solamente le rogaua que me los diesse o me los quitasse como él conoscía cumplir a su seruicio y a la salud de mi ánima. C. ¿Edificaste alguna yglesia o monesterio? AN. No, pareciéndome que en aquello por la mayor parte interuiene ambición, y esso que hauía de gastar quería yo más repartirlo y esconderlo entre los pobres donde veýa euidente necessidad, que no en otra parte. C. Dessa manera, ¿poco ganauan contigo los frayles? AN. Dizes verdad. Aquéllos en quien yo no veýa necessidad y aquellos que me parecía quererlo para cosas curiosas, mas a los que veýa tener dello necessidad nunca dexaua de darles de lo que tenía. C. ¿Estouiste en corte de algún príncipe? AN. Sí, hasta que me casé. C. Y estando en la corte, ¿podías seguir la virtud? AN. ¿Por qué no? C. Porque en las cortes de los príncipes siempre los virtuosos son maltratados y perseguidos. AN. Dizes verdad, por la mayor parte, mas yo acerté a viuir con vn príncipe tan virtuoso, que tenía muy gran cuydado de fauorecer los que seguían la virtud, y de aquí procedía que como en las cortes de los otros príncipes hay muchos viciosos y malos, assí en la suya hauía muchos virtuosos y buenos. Porque es cosa muy aueriguada que qual es el príncipe, tales son sus criados, y quales son los criados, tal es el príncipe. C. Veamos, y en la corte ¿nunca hallauas contrariedades para tu propósito? AN. Hartas, pero sabía yo conuertirlas en ocasiones para seguir con mejor ánimo mi buen camino. C. ¿Cómo? AN. Pongo per caso, si veýa alguno andar hambreando bienes temporales, en verlo, tomaua yo dello aborrecimento. Si veýa alguno que por fas & nefas allegaua riquezas, tomáuame desseo de dexar las que yo tenía. Si me hallaua alguna vez en compañía de mugeres desonestas, tomaua tanto asco dellas, que a mí era remedio lo que a otros ponçoña. Las cosas que tocaua a mi officio exercitaua como aquel que pensaua ser puesto en él, no para que me aprouechasse a mí, sino para hazer bien a todos. Y desta manera, me parecía tener vn cierto señorío sobre quantos andauan en la corte, y aun sobre el mesmo príncipe. C. ¿En qué passauas tiempo? AN. El tiempo que me sobraua después de hauer cumplido con lo que a mi officio era obligado, empleaua en leer buena doctrina o escreuir cosas que a mí escriuiéndolas y a otros leyéndolas aprouechasen. Y no por esso dexaua de ser conuersable a mis amigos, porque ni me touiessen por hypócrita ni pensassen que para ser los hombres buenos christianos hauían de ser melancólicos. C. ¿No temías la muerte? AN. Mucho más temía los trabajos & infortunios de la vida. C. ¿Desseaste alguna vez morirte? AN. Siempre estaua aparejado para recebir la muerte quando dios fuesse seruido de llamarme, pero sola vna vez la desseé, viendo morir vn frayle de San Francisco con tanta alegría y contentamiento que me tomó gana de yrme tras él. C. ¿Cómo te hauías de las enfermedades y aduersidades que te venían? AN. Todo lo recebía de buena voluntad, conosciendo venirme de la mano de dios, y que no me lo embiaua El sino para mayor bien mío. C. ¿Qué remedio hallauas contra la soberuia? AN. Acordarme que era mortal. C. ¿Y contra la ambición? AN. Acordarme de los trabajos que passan los que más altos están subidos y quánto más cerca están de caer. C. ¿Nunca desseaste tener riquezas para hazer bien a muchos por amor de dios? AN. No. C. ¿Por qué? AN. Sabía tener dios harto cuydado de mantener sus pobres y que nunca me pidiría a mí cuenta de lo que no me ouiere dado. Allende desto, conoscía el peligro a que se ponen los que dessean riquezas. C. ¿Qué remedio hallauas contra las malas lenguas? AN. Viuir bien. C. ¿Cómo te hauías con clérigos y frayles? AN. Honrrándolos como a ministros de dios. Cerraua mis orejas a sus fábulas & inuenciones. C. ¿Confessáuaste? AN. Cada día me confessaua a dios, y quando quería recibir el Sanctíssimo Sacramento, si sentía mi consciencia agrauada de alguna ofenssa hecha a dios, confessáuame a vn sacerdote, allende desto, me confessaua vna vez en el año por cumplir el mandamiento de la yglesia. C ¿Ganauas muchos jubileos & indulgencias? AN. Sí, mas siempre me holgué de yr más por el camino real que de buscar atajos, y más de entrar por la puerta que de subir por la ventana, y con esta intención, mis jubileos y mis indulgencias eran procurar de seguir la doctrina de Jesuchristo, que me parecía camino tan real que no se pudiesse herrar. C. ¿Nunca fuiste por esso reprehendido? AN. Muchas vezes, mas yo les dezía, hermanos, tomad vosotros el camino que mejor os pareciere y dexadme a mí tomar el que yo quisiere pues vedes que no es malo. C. Sé que bien podías hazer lo vno y lo otro. AN. Dizes verdad, mas yo tenía vn propósito muy firme solamente de Jesuchristo. C. ¿Cómo moriste? AN. Sentíame vn día mal dispuesto, y conosciendo en mí que se llegaua la hora que hauía de ser librado de la cárcel de aquel grossero cuerpo, hize llamar el cura de mi parrochia para que me confessasse y comulgasse. Hecho esto, me preguntó él si quería hazer testamento; díxele que ya lo tenía hecho. Preguntóme si quería mandar algo a su yglesia o entre pobres y monesterios. Respondíle que mientras viuía hauía repartido aquello de que me parecía poder disponer dexando proueýdos mi muger & hijos, y que no quería mostrar de hazer seruicio a dios con aquello de que ya no podía gozar. Pregntóme quántos dobles quería yo que diessen las campanas por mí, y díxele que las campanas no me hauían de lleuar a paraýso, que hiziesse él tañer lo que le paresciesse. Pregntóme dónde me quería enterrar y díxele que el ánima desseaua yo embiar a Jesuchristo, que del cuerpo poco cuydado tenía, que lo enterrassen si quería en vn cimiterio. Preguntóme quántos enlutados quería que fuessen con mi cuerpo y quántas hachas y cirios quería que ardiessen sobre mi sepultura y quántas missas se dirían el día de mi enterramiento, y con qué cerimonias y quántos treyntanarios quería que se dixessen por mi ánima. Yo le dixe -Padre, por amor de dios, que no me fatiguéis agora con estas cosas. Yo lo remito todo a Vos, qe lo hagáis como mejor os pareciere, porque yo en sólo Jesuchristo tengo mi confiança. Solamente os ruego que vengáis a darme la extrema vnción.- Díxome que si él no me ouiera confessado, me touiera por gentil o pagano, pues tan poco caso hazía de lo que los otros tenían por principal. Yo le satisfize lo mejor que supe, y a la fin se fué medio murmurando. Quando ya la enfermedad me aquexaua, echéme en la cama, rogando a todos que no estuuiessen tristes, pues que yo estaua muy alegre en salir de la cárcel de aquel cuerpo, y assí en ninguna manera consentí que llorassen por mí. Y llamada mi mujer a parte, le encomendé mucho mis hijos, y a ellos mandé que fuessen a ella siempre obedientes, y a todos generalmente estaua siempre rogando y encomendando que perseuerassen en aquella caridad y bondad christiana en que yo los hauía puesto. Y conosciendo llegarse ya la hora de mi muerte, mandé que me truxessen la extrema vnción, y aquélla recebida, me preguntaron si quería que llamassen dos religiosos que me ayudassen a bien morir. Roguéles que no se curassen dello, que pues viuiendo no les hauía dado trabajo, tanpoco se lo quería dar muriendo. Preguntáronme si quería morir en el hábito de San Francisco y díxeles yo -Hermanos, ya sabéis quánto me guardé siempre de engañar a ninguno. ¿Para qué queréis que me ponga agora en engañar a dios? Si he viuido, como San Francisco, por muy cierto tengo que Jesuchristo me dará el cielo como a San Francisco, y si mi vida no ha sido semejante a la suya, ¿qué me aprouechará dexar acá este cuerpo cubierto con hábito semejante al suyo? -Era ya tarde y roguéles a todos que se fuessen a reposar y solamente me dexassen allí vn mi amigo que me leyesse lo que yo le señalasse de la Sagrada Escriptura y principalmente el sermón que Jesuchristo hizo a sus apóstoles en la última cena, y cada palabra de aquéllas me ynflamaua y encendía con vn feruentíssimo desseo de llegar a la presentia del que aquellas palabras hauía dicho. A la mañana me pusieron vna candela encendida en la mano & yo, haziendo rezar aquel psalmo que dixo Jesuchristo estando en la cruz, estaua atento y sentía començarme ya a salir de aquel cuerpo, y diziendo, «Jesuchristo, recibe esta mi ánima pecadora», me salí de aquella cárcel y voime a gozar de la gloria que Jesuchristo tiene a los suyos prometida. Vees aquí que te he contado la manera de mi vida y de mi muerte; perdóname, que no puedo detenerme más. M. Mira, Carón, éste es vno de aquellos que yo te dixe que seguían muy de veras la doctrina Christiana. C. A la fe, si muchos destos houiesse en el mundo, assentarme podría yo cabe mi ganancia. M. No hayas miedo. Mira, si quieres que nos tornemos a assentar y acatar, y acabaremos nuestra hstoria que ya estamos al cabo. C. Sea assí. M. Despedidos que se houieron del Emperador, los embaxadores de Francia & Iglaterra, Venecia y Florencia, esta mañana vinieron a palacio del Emperador dos reyes d'armas vno del Rey de Francia y otro del Rey de Inglaterra y pidieron al Emperador que les diesse audiencia, la qual él les quiso dar públicamente, porque ya sabía que lo querían desafiar, y sentóse con mucha pompa en la principal sala de su palacio, y al derredor dél estauan muchos grandes señores y perlados de todas naciones, que en su corte se hallaron. C. ¿Vístelo tú esso, Mercurio? M. Mira si lo vi, y noté quánto se hazía. C. La mitad de mi barca diera por hauerlo visto. M. Yo diera vna de mis alas por no hauerme hallado presente. C. ¿Por qué? M. ¿Piensas tú, Carón, que poco trabajo sentía yo en ver la iniquidad de aquellos príncipes que sin alguna causa ni razón embiauan a desafar al Emperador, el vno sobre hauer rompido su fe, y el otro llamándose defensor de la fe, fauoreciendo al rompedor della? Los Reyes d'armas que estauan al cabo de la sala con sus cotas d'armas en los braços yzquierdos se vinieron derechos para el Emperador, y hechas tres reuerencias hasta el suelo, se hincaron de rodillas en la grada más baxa del estrado donde el Emperador estaua, y desde allí el Rey d'armas de Inglaterra en nombre de entramos, dixo que conforme a las antiguas leyes y costumbres se presentauan ante su majestad para dizirle algunas cosas de parte de los reyes de Francia & Inglaterra, sus amos; que le suplicauan les diesse seguridad mientra esperauan la respuesta, mandándolos guiar seguramente hasta sus tierras. El Emperador les respondió que dixessen lo que les era mandado, que sus priuilejos les serían guardados, y en sus tierras ningún eojo les sería hecho. Luego, el Rey d'armas de Francia leyó vn cartel, y por dezirte la verdad, al principio yo pensé que quería predicar, según las palabras con que començó. C. Assí era menester, que para dezir vna cosa absurda y fea començasse por palabras sanctas y buenas. M. A la fin, dezía que el Rey de Francia su amo, viendo que no quería aceptar las condiciones de paz que le hauía ofrecido, ni dexarle sus hijos ni libertar la persona del Papa, ni pagar al Rey de Inglaterra lo que le deuía, se declaraua por su enemigo, notificándole que le haría en sus tierras y súbditos todo el mal que pudiesse. C. Tres cosas te quiero notar sobresso, Mercurio. La primera será, pues, sabían ya que el Papa estaua libre, ¿a qué propósito dezían que el Emperador no quería libertar la persona del Papa? M. Porque, como he dicho, ésse era el principal achaque que ellos pensauan tener para hazer su desafío, y no sabían cómo la noche de antes hauía el Emperador recebido cartas de Italia en que le auisauan de la libertad del Papa y de la manera como hauía passado. C. ¿Qué me dizes? ¿Que essa mesma noche llegó la nueua? M. Assí pasa. C. Dígote la verdad, que nunca oí llegar cosa a mejor tiempo. La segunda será preguntarte si antes deste desafío el Rey de Francia hazía quanto mal y daño podía al Emperador. M. Ya tú lo has oýdo. C. Luego, ¿de qué seruía declararse agora por su enemigo? M. Pienso hauerlo permitido dios porque el Emperador se despertasse y proueyesse lo que conuenía. C. Yo assí lo creo, y tengo por muy gran necedad la que franceses hizieron en desafiarlo. Pues lo tercero será que me parece vna muy grande iniquidad lo que dize que haría todo el mal y daño que pudiesse en los súbditos del Emperador. Veamos, pongo por caso, que el Rey de Francia tenga mucha razón de quexarse del Emperador, ¿qué culpa tienen sus súbditos? M. Ve tú a disputar esso con él y déxame a mí acabar. Como el Rey d'armas de Francia houo leýdo su cartel, el Emperador mesmo, por su propria boca le respondió que se marauillaua que el Rey de Francia lo desafiasse, pues siendo su prisionero de justa guerra no lo podía ni deuía hazer, y que pues se hauía también defendido en siete años que le hauía hecho guerra, sin desafiarlo, agora, que lo auisaua, él se tenía por medio assegurado. Y en lo que dezía de la restitución de sus hijos, que él se havía puesto en más de lo que por razón se hauía de poner, con voluntad de restituírselos. De manera que la libertad dellos no quedaua sino por él. Quanto a la deuda del Rey de Inglaterra, que él estaua aparejado a pagar lo que deuía, como muchas vezes hauía dicho. Quanto a lo del Papa, le dixo que la noche de antes le hauían venido nueuas de como era puesto en su libertad. Y a la fin, le dixo que pues su cartel era largo, y en él hauían escripto todo lo que se les hauía antojado, que él mandaría responder en otro papel que no conternía sino verdades. C. ¿Dízesme de verdad, Mercurio, que el Emperador mesmo dio essa respuesta? M. El mesmo y aun mucho mejor que yo lo digo. C. Dígote de verdad que no oý mejor cosa en mi vida. M. Esto hecho, el Rei d'armas de Inglaterra, como hombre más esperto en el officio, quiso dezir de palabra lo que en escripto le hauían dado que dixesse, y en conclusión contenía lo mesmo que el cartel del Rey de Francia, sino que venía muy más soberuio y muy más desuergonçado, diziendo que por fuerça de armas le haría hazer lo que no quería por amor. C. ¡O hydeputa! ¡Qué roldanes! ¿Por fuerça d'armas? ¿Cómo? ¿Tirando flechas en el ayre? ¿Sabes que pienso Mercurio? Que ha permitido dios que aquel Cardenal que me dezías esté cabe el Rey de Inglaterra, porque haziendo lo que haze sean los mesmos ingleses causa de su proprio castigo. M. Ninguna dubda tengas desso. El Emperador le respondió que se marauillaua de lo que el Rey de Inglaterra hazía, y creýa no estar él bien informado de lo que hauía passado, mas pues que assí él lo quería. No podía hazer sino defenderse, y rogaua a Dios que el Rey de Inglaterra no le diesse a él más causa de hazerle guerra de lo que pensaua hauérsela él dado. C. ¿Por qué dezía el Emperador esso M. Porque hauía sabido lo que al principio te dixe, que el Rey de Inglaterra andaua por dexar la Reyna su muger, con quien ha estado casado más de veinte annos, y tomar otra. C. ¿Es possible? M. Assí passa. C. Agora te digo, Mercurio, que no queda fe en el mundo, pues esse Rey se pone en hazer cosa tan fea como éssa. ¿Da alguna causa para ello? M. Dize que la dispensación que houieron del Papa para casarse, hauiendo ella sido casada primero con vn hermano del mismo Rey, no es bastante. C. Pues, ¿no está aý el Papa que les dará otra? M. Antes el Emperador tiene en su poder la mesma dispensación y es más que bastante. C. Pues ¿qué desuergüença es éssa? M. Tiénela perdida aquel Cardenal que es dello causa. Siendo, pues, essa Reyna tía del Emperador, claro está que, queriendo el Rey de Inglaterra hazerle vna tan grande injuria, de razón, él no la hauía de sufrir, y por esso le dixo que pluguiesse a dios que no le diesse más causa el Rey de Inglaterra para hazerle guerra, que él pensaua hauérsela dado. C. Dígote que tiene mucha razón de no suffrirlo. M. Lo mesmo creo que hará el Rey de Portogal, pues tanbién es el sobrino desta Reyna, y aún le toca a él más esto que no al Emperador, pues siendo bastante la dispensación, si el Rey de Inglaterra perseuera en dexar la Reyna, su muger, vernía a impugnar el poder del Papa. Y si tal cosa se suffriesse, luego tanpoco hauría sido legítimo el matrimonio del Rey don Manuel de Portogal con la Reyna donna María, su muger, madre deste Rey de Portogal y de la Emperatrjz. C. Aún no hauía yo caýdo en ello. ¿No miras, Mercurio, quántos inconuenientes se seguirán si perseuerasse el Rey de Inglaterra en lo que dizen hauer començado? M. Pues aun más ay. Que muy más verisímil es que el Papa tenga poder para dispensar en el matrimonio de Inglaterra que no en el de Portogal, porque en la ley dada al pueblo de Ysrael, está mandado que si el marido muriere sin hijos, su hermano segundo se case con la muger biuda, como hizo el Rey de Inglaterra, por donde parece que el casamiento de Inglaterra no solamente no es prohibido de jure diuino, mas era en la ley mandado que assí se hiziese lo que no se puede dezir del matrimonio de Portogal. Y hauiéndose después prohibido por constitución humana, el que dubdare que el Papa no tiene poder para dispensar en ello, deuría ser tenido por erege. C. Agora te digo, Mercurio, que si a semejantes cosas se da lugar, no me arrepentiré yo de hauer hecho mi galera. M. Pues allende desto, porque el rey d'armas de Inglaterra hauía dicho al Emperador que la haría que hiziesse por fuerça lo que no hauía querido hazer de grado Respondióle el Emperador que hasta agora él hauía siempre condescendido por amor del Rey de Inglaterra a hazer más de lo razonable, y pues él agora dezía que se lo haría hazer por fuerça, él hablaría de otra manera y esperaua en el ayuda de dios y en la lealtad de sus súbditos de guardar tan bien los hijos del Rey de Francia, que nunca se los hauría de tornar por fuerça. C. Ves aý vna respuesta no menos de ánimo esforçado que modesta. M. Allende desto, pedían en los carteles que de la vna parte y de la otra se diessen quarenta días de término a los mercaderes para retirar sus personas y bienes. C. Esso bien lo concederá el Emperador. M. No hará, porque los franceses & ingleses ha ya muchos días que tienen auisados sus mercaderes, y bástales aquel término para retirar sus mercaderías, lo que no haze a los súbditos del Emperador, porque no están auisados ni lo podrían en tan breue tiempo hazer. C. Esso no entiendo yo. M. Yo te lo diré. Como los franceses & ingleses sabían a qué tiempo el Emperador hauía de ser desafiado, y eran ciertos del rompimiento, auisaron a sus mercaderes con tiempo que no lleuassen sus mercaderías a tierras del Emperador. C. ¿Cómo sabes tú esso? M. Sélo, porque los ingleses hizieron esto públicamente ocho meses antes del desafío, y los franceses estauan también preuenidos, esperando el rompimiento que tenían por cierto, como parecía por el cartel que el Rey d'armas de Fracia leyó, fecho a XI de nouiembre. C. ¿Es possible que diesse cartel con essa echa? Agora te digo. Mercurio, que ha dios cegado a los franceses el entendimiento, no quiriendo que sus trampas queden encubiertas. No vi mayor necedad en mi vida que dar vn cartel en que desafiauan por cosas no ocho días antes passadas fecho dos meses y medio antes. ¿Cómo? ¿Que tan necios eran los embaxadores y su Rey d'armas que no sabían mudar aquella fecha? M. Si ellos la mudaran, ¿cómo se pudiera saber de cierto el engao? Créeme, Carón, que no haze dios las cosas sin causa. Y porque no se me oluide, te quiero dezir cómo, quando los Reyes d'armas acabaron de leer y dezir sus carteles, se vistieron las cotas de armas que traýan en los braços. C. Ea, declárame essa cerimonia M. Como después de hecho el desafío quedan declarados enemigos del desafiado, vístense sus cotas d'armas por seguridad de sus personas, que antes de declararse por enemigos no lo han menester. C. ¿Qué semblante tenía el Emperador quando todo esso passaua? M. No vi cosa allí de que me holgasse sino de la grauedad & magestad que el Emperador tenía, assí quando oýa como quando respondía, sonrriéndose alguas vezes de oýr las desaforadas mentiras que aquellos Reyes d'armas de parte de sus reyes se dexauan dezir. Y hecho esto, el Emperador se leuantó y llamó a sí al Rey d'armas de Francia, al qual dixo que dixesse al Rey su señor que le restituyesse todos sus súbditos que después del concierto de Madrid contra razón y justicia hauía hecho o permitido prender y maltratar; donde no, que él trataría los súbditos del Rey que están en sus reynos como él tratasse los suyos y que no respondiéndole a esto dentro de quarenta días, él se ternía por respondido. El Rey d'armas dixo que lo haría, y el Emperador le tornó a dezir. Pues dezid más al Rey vuestro señor que no sé si ha sabido lo que en Granada yo dixe al presidente de Burdeos, su embaxador, que es cosa que mucho le toca. Y en tal caso le tengo yo por tan gentil Príncipe, que si lo supiesse, me hauría ya respondido; que hará bien de saberlo, y conoscerá quánto mejor le he yo guardado lo que en Madrid le prometí que no él a mí lo que me prometió. C. ¿Qué fue esso que dixo el Emperador al Embaxador de Francia? M. ¿No te acuerdas de lo que te conté que le hauía dicho quando juntamente con los otros embaxadores de la liga le requirieron que le restituyesse sus hijos? C. Sí, sí, ya te entiedo. Dígote que essas fueron palabras de verdadero Príncipe, y que sus súbditos le son en mucha obligación pues quiere poner al tablero su vida, porque ellos no reciban daño. ¿Crees tú que el Rey de Francia responderá a esso? M. Pienso yo que buscará alguna arte con que en alguna manera satisfaga al vulgo y se guarde él de peligro, queriendo más destruir sus súbditos que su persona por ellos. Acabados, pues, los actos del desafío, el Emperador mandó que los Reyes d'armas fuessen muy bien tractados, y que ningún enojo les fuesse hecho. E yo, bolando soy venido a hazerte saber estas nueuas, a ti tan agradables como a mí enojosas. C. Veamos, Mercurio. Syendo el rey de Francia prisionero del Emperador, y no podiendo de derecho hazer desafío, ¿cómo es possible que venga agora a desafiar a aquél en cuyo poder tiene empeñada su fe? M. Si las cosas anduuiessen por razón entre los hombres, bien me parecería lo que dizes, mas, andando como andan al reués, no te deues marauillar que esse Rey haya querido hazer vna cosa tanto a derecho y razón contraria. C. Digo que él la quisiesse hazer; el Emperador ¿por qué aceptó el desafío, pudiéndolo con justicia rehusar? M. ¿Para qué querías que lo rehusasse? Pues assí como assí, le hazía guerra, y le cumple más que ya que se ha de hazer, sea abierta que no solapada como estaua. C. Dígote de verdad, Mercurio, que yo me siento tan obligado a esse Rey de Francia y a esse otro Cardenal de Inglaterra, que si en el mundo tanto yo mandasse como aquí, luego les haría más de mill mercedes. Mas, pues, allá nada puedo, a lo menos quando vengan a passar por mi barca, yo te prometo de darles sendos remos de los mejores de la banda, que nunca me precié de ser desagradecido. Y aun a ti, Mercurio, no quiero dexar sin premio de tu trabajo. Desde agora te prometo la ganancia de todas las monjas y frayles que no se hayan arrepentido. M. No te quedarían a ti muchos. C. Ni aun a ti mucha ganancia dellos. Mas, dime, Mercurio, los españoles, que por vna parte se precian de muy valientes y esforçados, y por otra de muy leales a su Príncipe ¿cómo pudieron sufrir con paciencia que sobre vna causa tan injusta les viniessen a desafiar su Rey dentro en su reyno? M. Quanto al sufrir con paciencia el desafío, obligados eran a no hazer otra cosa, pues no es en su mano hazer de los locos sabios, pero en el vengarse del menosprecio que franceses & ingleses les han fecho, yo tengo por cierto que se mostrarán tan valientes y leales como siempre se han mostrado y no querrán ser desagradecidos del bien que reciben en tener vn Príncipe que en tanta paz y justicia los mantiene. C. Yo tal concepto he siempre tenido dellos. M. Ya se va haziendo tarde. Si te parece será bien que nos passássemos de la otra parte. C. Bien dizes, y si houiere tiempo, me contarás lo que començaste del Papa, que, por dezirte la verdad, esto es lo que más saber desseo. M. No tengo de contradezirte. C. Entra, pues, en la barca y siéntate a la popa mientras yo ordeno estas ánimas. Ven acá tú, ánima, ¿Quiéresme hundir la barca con esse plomo? AN. Tú no vees que es consagrado de lo que hazíamos en Roma los sellos de las bulas C. ¿Para qué lo traes acá? AN. Háseme vendido tan mal este año passado, que me sobró todo lo que vees y tráygolo para aprouecharme acá, si fuere menester. C. Pues échalo en el agua, si no quieres que te eche a ti con ello. Y tú, Cartuxo, ¿qué quieres hazer de essa barba? O la cortarás o no entrarás en mi barca AN. ¿Con qué quieres que la corte? C. Llégate acá, que con esta sierra la asserraremos. Y vosotros, philósophos, ¿para qué metéis tantos méritos y supersticiones? No ay acá necios a quien engañéis con esso. ¿No miráis quál viene el otro, cargado de cerimonias? Agora, sus, déxalas luego y toma esse remo. ¿Qué argumentos traes tú debaxo el sobaco? ¿Quiéresnos reboluer el infierno? Ea, pues, sentaos todos y començad de remar. AN. Mira, Carón, que se me pone éste delante; sé que los frayles de San Francisco siempre solemos preceder a los dominicos. C. ¿Qué precedencias son éstas? Sabéis si me eojo, cómo os haré estar en paz. Nunca viste tal cosa, Mercurio; más trabajo tengo en concertar estos frayles que en guiar la barca. El otro día me la quisieron anegar riñendo sobre si la Virgen María era concebida en peccado original o no. M. ¡Qué gente tan especial! Pues estamos desta parte, quiérote leer vn petafio que han puesto a la paz mostrando estar ya sepultada. C. ¿A qué llamas petafio? M. A lo que escriuen sobre las sepolturas de los muertos. C. Y a la paz, como a cosa muerta, ¿le han puesto tanbién petafio? M. Sí. C. Pues no dexes de leérmelo. M. ¡Qué me plaze! Está attento, porque es en latín y no sé si lo entenderás. C. ¡Como si yo no entendiesse latín tan bien como quantos Nebrissenss ay en el mundo! M. Ea, pues, en tu cuenta me fío. Diálogo de Mercurio y Carón Alfonso de Valdés Copyright (c) Universidad de Alicante, Banco Santander Central Hispano 1999-2000 Diálogo de Mercurio y Carón Alfonso de Valdés Segundo libro. MERCURIO CARÓN. MER. ¿Dónde hallaría yo agora a Carón para holgarme vn rato con él y quitarlo de la congoxa en que el cuytado deue estar? Porque si ha sabido cómo el Rey de Francia desafió tan contra razón y justicia al Emperador, queriedo combatir con él de persona a persona, y quán liberalmente el Emperador aceptó el combate, pudiéndolo por muchas y muy claras razones rehusar, sin dubda alguna él estará desesperado, creyendo y aun teniendo por certo que si estos dos príncipes viniessen a combatir, el Rey de Francia con la mala causa que tiene, quedaría o muerto o preso en el campo, y el Emperador, quedando victorioso, pornía luego fin a las guerras de la christiandad como hizo después de la victoria de Pauía. Y hallándose el mezquino hauer comprado aquella galera que por merced que dios le haga, si no le vienen muchas venturas de las que agora, con tantos franceses como han muerto en Nápoles, le han venido en estos dos años no acabará de pagar, bien podéis pensar en qué confusión el buen marinero se hallará. Por esto, querría saber dónde está y librarlo deste trabajo. He ydo a la barca y no lo hallo, en la galera mucho menos. También he rodeado estos campos de vna parte y de otra; he corrido toda esta ribera. No e dexado a Plutón, a Proserpina a inos, a aco. A todos he preguntado y ninguno me sabe dar nueuas dél. De manera que ya no sé adónde a tal hora me lo vaya a buscar, si por dicha no estuuiesse el vellaco en algún bodegón con las Furias banqueteando. Mas, no es nada seruidor de damas. ¿Qué hauía de hazer allá? ¿Qué digo yo? Quiçá estará procurando con ellas que vayan a estoruar este combate. Mas no, que las Furias con Proserpina están. Pues Alastor no está acá, que agora poco ha lo dexé yo en Francia. ¿Dónde yré? Quiero dar bozes, porque quiçá está tras algún árbol durmiendo. ¿Carón? ¿Carón? ¿Carón? No responde. ¿Carón? ¿Carón? ¿Carón? No aprouecha nada. Sin dubda se ha chado en la laguna de desesperado. Mas, no lo tengo yo por tan nescio. C. Oygo bozes de hazia la ribera. No sé quién me llama. Ya, ya. Mercurio es aquel. ¿Que me quiere? Quiçá piensa que no sé cómo han de combatir el Emperador de los christianos y el Rey de Francia y querrá venir a darme estas malas nueuas. No sé si me vaya allá o si me asconda, que parte de prudencia es no querer hombre oýr cosa de que sabe hauer de recebir pesar, si no lo puede remediar; mas, visto me ha y viene hazia acá volando. M. ¿Qué andas, Carón, por aquí buscando? Sabes quán mal parecen los marineros por las montañas. C. ¿Nunca viste ladrón, no hallando qué hurtar, de desesperado meterse frayle? M. Mas de quatro. C. ¿Y marauillarte ýas si demás que desesperado me metiesse yo aquí hermitao? M. Tú te guardarás bien dessa locura. Mas dime, assí gozes, ¿qué hazes en esta montaña? C. ¿Qué quieres que haga? Pues que de oy más, no terné que passar ánimas al infierno quiérome estar aquí assalteando las que suben al cielo. Sabes quán poca diferencia va de vn oficio a otro. M. Y ¿qué quieres hazer dessa porra que tienes en la mano? C. Mas no, sino vente a saltear las manos vazías & irás por lana y voluerás trasquilado. Mas dexémonos agora desto, y pues que con tanta congoxa me andas buscando, dime ya ¿qué es lo que me querías? M. Dime tú primero a mí, ¿qué desesperación es ésta? o ¿por qué determinas dexar tu barca C. Porque ni la barca ni la galera no ternán de oy más qué hazer. M. ¿Por qué? C. ¿No sabes cómo el Rey de Francia ha de combatir con el Emperador? M. ¿Y pues? C. ¿Tú no vees que no podrá dexar de perder el Rey de Francia? M. Y bien C. Perdiendo él, yo soy luego perdido. M. ¿Por qué? C. Quedando el Emperador victorioso o el Rey de Francia será muerto o preso. Si es preso, luego el Emperador querrá hazer esta negra paz vniuersal que tanto anda procurando, y si sale con ella, vesme a mí al hospital. Pues si el Rey de Francia muere en el combate, allí pierdo yo el mayor y mejor amigo que tengo entre christiaos. Allí pierdo yo el causador de toda mi ganancia. Allí pierdo aquél en cuya esperança me empeñé para comprar aqella galera. Allí te digo yo que puedo dezir hauer juntamente perdido la galera y la barca. M. Ea, pues, no te fatigues Carón, que no te buscara yo sino para quitarte deste cuydado. C. ¿Búrlaste? M. Antes lo digo de verdad, y hasme tú hecho andar perdido por acá y por acullá, buscándote. C. Dime, pues, lo que me querías M. Ni he dexado galera ni he dexado barca; todo lo he andado. C. Ya me has hallado. M. Buscáuate río abaxo y río arriba, buscáuate por aquellos campos a vna parte y a otra. C. Vesme aquí. M. Pregunté primero a los juezes; no te hauían visto. Pregunté a Plutón y a Proserpina. No me supieron dar nueuas de ti hasta que de desesperado me vine por aquí bozeando. C. No me hagas tanto dessear esso que me has de dezir. ¿No sabes que da dos vezes el que presto y liberalmente da y el que tarde no le es agradecido? M. Estoy tan ronco que apenas puedo hablar. C. Acaba ya, pues, de dezir lo que me quieres dezir o te ve mucho de en hora mala, que ya no me podrá saber bien lo que me dixeres, hauiéndomelo hecho tanto dessear. M. Ea, pues, agúzame bien essas orejas, que ya te lo voi a dezir. C. Y aun la porra aparejaré para darte con ella si me burlares. M. ¿Qué es esso, Carón? ¿A los dioses? C. Estoi aquí para saltear los sanctos que suben al cielo, ¿y terné mucho respecto a los espíritus del infierno? M. ¡Ha, Ha, He! C. ¿De qué te ríes? M. De verte enojado. C. ¿Quién terná paciencia para esperar tus frialdades? M. No te quiero más enojar. Hágote saber que tu Rey de Francia ha oy en este día públicamente rehusado el combate. C. ¿Qué me dizes? M. La verdad de lo que passa. Enójate agora comigo. C. ¿Que me enoje? Nunca yo tal haré, si es verdad lo que me has dicho. M. No pongas dubda en ello. C. Pues abráçame, Mercurio. M. ¿Que te abrace? ¿Dónde tienes tú el seso? C. Perdona mi atreuimiento y dame siquiera la mano. ¡O Rey de Francia! ¡cómo pensé ya hauerte perdido! ¡O Francisco de Angulema! ¡cómo pensé ya carecer de las mercedes que cada día y cada hora recibo de ti! ¡O, si te concedisse dios más años que a Néstor, más larga vida que a Mathusalem, o si touiesse vna dozena de tales amigos como tú, quán bueno andaría mi partido! Agora te digo yo, Mercurio, que quiero dexar la tristeza y la malenconía y holgarme aquí vn rato cntigo. M. Antes te quiero luego dexar. C. Esso no harás tú si yo puedo. ¿Cómo? ¿y assí piensas dexarme la miel en los rostros? M. Pues, ¿qué quieres? C. Quiero que me cuentes desdel principio lo que entre aquel Emperador y el Rey de Francia sobre este su desafío ha passado, y cómo rehusó el combate, y si te hallaste tú allí presente y hablas como testigo de vista o si lo has oýdo dezir? M. Larga me la leuantas & yo tengo qe hazer. C. Mira Mercurio, más hay días que longanizas Mañana podrás hazer lo que no hizieres oy. Y pues me has començado a alegrar, no me dexes assí suspenso, sino assentémonos. Assí gozes aquí en este prado y cuéntame toda essa historia muy de tu spacio. M. Contentarme he con que tengas paciencia y consientas que a todas las ánimas que por aquí passaren hazia el cielo preguntemos de qué manera en el mundo viuieron. C. Quiçá estarás ocho días antes que alguna venga. M. Yo sé que vernán hoi más de quatro. C. Sea como tú quisieres, que por oír essas buenas nueuas no ai cosa que no sufra de buena gana. Vesme aquí a mí sentado; siéntate tú si quisieres. M. Que me plaze, mas, espera; veamos. Cata que viene hazia acá vna anima y trae vna corona en la cabeça. Rey deue ser. C. Cosa es que muy pocas vezes acaece subir Reyes por esta montaña. M. No me marauillo, pues ai pocos. Sepamos quién es y de dónde. ¿No miras quán resplandeciente y con quánta grauedad y señorío viene? Creo que no nos querrá hablar. C. Sí hará, que por la mayor parte acaece ser los más altos más humanos, y por el contrario los más viles, más soberuios. M. Alleguémonos, pues. AN. No tengáis miedo hermanos, ni os espante mi dignidad pues ni aun en el mundo a nadie espantó. Llegaos sin recelo y preguntad lo que quisierdes. M. ¡O Rey bienauenturado! Aún aquí muestras la humanidad de que en el mundo vsauas. AN. En el mundo no alcançamos más de vna semejança de virtud, y acá se viene todo a perfeccionar, mas el que allá no lo comiença a poner por obra, mal recaudo trae para acá. M. Tu presencia muestra tu poder. Tu habla manifiesta tu saber y tu camino, tu bondad. De manera que muestras bien quánto cuidado touiste de parecer a aquel gran dios de quien vas a gozar. AN. No te marauilles que trabaje ser semejante a dios, el que dexándolo de hazer sería figura del diablo. M. Marauíllome por ser cosa que pocas vezes suele acaecer vn Rey tan ornado de virtudes como tú te me representas. AN. Ya también yo anduue vn tiempo en la red con los otros, más sacóme aquel que sólo me pudo sacar, y veemos por la mayor parte hazer más fructo aquellos que más offendieron. Sólo a San Pablo te quiero poner por exemplo. M. Gran recreación sería para mí oír la manera como nel mundo viuiste, si me atreuiesse a te lo preguntar AN. Muy grande afrenta haze al Rey el que teme pedirle cosa virtuosa, y pues yo esto después que soy Rey a nadie negué; tanpoco lo quiero a ti negar. Has de saber que yo no supe antes de ser príncipe qué cosa fuesse ser hombre, y como fui criado y doctrinado como los otros, la simiente de ambición que en mi ánimo echaron prendió tan presto, y se arraygó de manera en mí, que todo mi pensamiento y todo mi cuydado era no en cómo regiría bien mis súbditos y gouernaría mis reynos, mas en como ensancharía y augmentaría mi señorío. En esto ponía yo mi fin, y en esto pensaua consistir todo mi ser y toda mi felicidad. E como los coraçones de los mancebos sean por la mayor parte a cosas nueuas inclinados, y para esto en lugar de freno hallasse yo espuelas con aquella ferocidad que la natura puso en los ánimos no esperimentados, me metí en vn laberinthio de que no assí fácilmente me podía desenredar. M. ¿Cómo? AN. Yo te lo diré. Trauamos tan cruda guerra otros príncipes mis vezinos & yo, e vino la cosa a tanto extremo, que al cabo de muchos años, aunque los vnos y los otros desseáuamos viuir en paz, ningún medio halláuamos para dessasirnos. De manera que me parecía tener, como dizen, el lobo por las orejas. Por vna parte, ver mis reynos destruídos y las prouincias sobre que debatíamos perdidas y quasi assoladas, mouido a compassión me combidaua a dexarlo todo y viuir en paz. Por otra parte, acordándome de las sinrazones qe mis enemigos me hauían fecho y me hazían, y la sinjusticia que tenían en lo que me demandavan y defendían, pareciéndome afrenta no leuar la cosa adelante, pues en ella tanto hauía gastado y consumido, tenía por muy gran poquedad no llegarla hasta el cabo. Pero quanto más pensaua caminar adelante, aunque la fortuna me era quasi siempre fauorable, las más vezes era mayor la pérdida que la ganancia. De manera que ocupado en esto mi juyzio y empleados en ello todos mis sentidos, de ninguna cosa tenía menos cuidado que de la buena gouernación de mis súbditos, que deuía ser el principal. Fatigáuame a mí, fatigaua mi peblo. Yo estaua dessabrido con ellos y ellos comigo. No durmía de noche ni comía con gana de día. Halláuame tan perplexo; hállauame tan turbado que muchas vezes me era eojo el viuir. Veýa que no hazía lo que deuía para con dios ni para con mis súbditos. Veýa que no podía alcançar lo que desseaua para con el mundo. Quería yr adelante, y no podía. Quería boluer atrás y no sabía, ni a nadie osaua descubrir el secreto de mi coraçón, no osándome fiar enteramente de nadie. M. ¡O que vida tan trabajada! AN. ¿A ésta llamas vida? A la fe, dígole yo muerte. Estando, pues, yo en esta perplexidad que oyes, vn día, passeando solo en mi cámara, vino vn criado mío con quien yo tenía poca y aun quasi ninguna conersación, y trauándome por el hombro, me remeció diziendo, torna, torna en ti, Polidoro. Yo, espantado de ver vn tan grande atreuimiento, no sabía qué dezir. Por vna parte me quise enojar, y por otra me parecía no ser sin algún misterio aquella nouedad. A la fin, viendo él que yo no hablaua, me tornó a dezir, -veamos, ¿tú no sabes que eres pastor y no señor y que has de dar cuenta destas ouejas al señor del ganado que es dios?- Diziendo esto se salió de la cámara y me dexó solo y tan atónito que no sabía adónde me estaua. Mas luego torné en mí y comencé a pensar en las palabras que me dixo, que era pastor y no señor y que hauía de dar cuenta a dios de mis ouejas. Luego se me representó quánta multitud dellas hauía perdido después que comencé a reynar, quán poco cuydado hauía tenido de apascentarlas y gouernarlas y cómo las hauía tratado, no como padre a sus hijos, ni pastor a las ouejas de su amo, mas como señor a sus esclauos. Representóseme, por otra parte, de quántos males aquella guerra en que andaua enbuelto hauía sido causa. ¡Quántas ciudades, villas y lugares hauían sido destruídos y saqueados! ¡Quántas vírgenes, casadas y biudas forçadas, quántos monesterios violados, quántas yglesias despojadas, y todo esto con tanto daño, con tanta infamia y afrenta del nombre christiano! Entonces comencé a reñir conmigo diziendo, -¿Cómo? ¿Y esto es ser Príncipe? ¿Esto es ser Rey? ¿Desta manera se apacienta el ganado? ¿Desta manera se gouiernan los reynos? Veamos, estas ouejas, ¿no son de dios? Tú ¿eres sino pastor? Pues, ¿para qué quieres más dellas de lo que él te quisiere encomendar? ¿Cómo? ¿Y por allegar otras has de perder y maltratar las que te son encomendadas? Mala señal es quando el pastor quiere más ouejas de las que el señor le quiere encomendar. Señal es que se quiere aprouechar dellas y que las quiere, no para gouernarlas, mas para ordeñarlas. Desecha, pues, de ti esta dañosa opinión. Veamos, si pudiesses conquistar todo el mundo con otro tanto daño como de doze años a esta parte la república ha padecido, ¿no escogerías ser antes vn hombre pobre que causa de tanto mal? ¿No te acuerdas que ay infierno y paraýso y vn dios a quien has de dar muy estrecha cuenta de cómo houieres en este mundo viuido? ¿Parécete que si agora te llamasse, darías buena cuenta de ti y que dexarías muy gentil fama en este mundo hauiéndolo, como has, maltrattado tu reyno? ¿Parécete que se hauría muy bien aprouechado tu reyno con tu gouernación? Tomástelo rico y próspero, y ¿dexarlo ýas pobre y destruýdo? ¿Esta es la gloria y fama que los buenos príncipes suelen alcançar? ¿Es razón que por ti solo padezca tanta gente? ¿Es justicia que, por mandar tú a vna o dos prouincias de más, se destruygan assí tantas y tantas tierras? ¿En qué andas? ¿Qué es lo que buscas? ¿Qué es lo que con tanta aflición y trabajo desseas sino eterna infamia en este mundo y perpetuos tormentos en el otro? Pensando en éstas y en otras semejantes cosas passé toda aquella desassossegada noche, y otro día por la mañana hize dezir missa en vna capilla donde la solía oýr & hincado de rodillas ante el Sanctíssimo Sacramento, con lágrimas viuas que del coraçón me saltauan, comencé a dezir: Jesuchristo, Dios mío, Padre mío, y Señor mío: tú me criaste y me heziste de nada y me posiste por cabeça, padre y gouernador deste pueblo, y pastor deste ganado; yo, no conosciendo ni entendiendo el cargo que me diste, he sido causa de los males que toda la república padece. Si tú, Señor, lo permites por castigarme a mí, toma en mí y no en el pueblo la vengança. Si yo soy causa destos males, quiero que como a Jonás me hagas echar en las ondas del mar. Mas si tu ira es contra el pueblo, buelue ya tu misericordia. Conténtese tu justicia con lo que ha padecido, y pues touiste por bien de ponerme aquí por padre, Rey y pastor. Dame gracia y saber para que lo gouierne a tu voluntad que ya has esperimentado por vna parte mi malicia y por otra mi ignorancia y poquedad, dexándome en la inuención de mis manos. Pues de oi más, acuérdate, Señor, que soy moço, lleno de tantos defectos, y sin tu ayuda, muy insuficiente para gouernar tanta multitud de gente. Por esso, dios mío, o me quita el reyno, proueyendo tus ouejas de otro buen pastor, o me trae tú la mano como a niño que aprende a escreuir para que guiándome tú no yerre. Desde agora, Señor, protesto que no quiero ser Rey para mí, sino para ti, ni quiero gouernar para mi prouecho, sino para bien deste pueblo que me encomendaste. No me desampare, pues, Señor, tu gracia, ni me niegues vna tan justa suplicación, pues prometiste de oyr a los que en justicia y en verdad te llamassen- Desta oración me leanté tan alegre que, a mi parecer, hasta entonces nunca lo hauía estado tanto, y dando gracias a dios que me hauía librado de vna tan ciega tiniebla y de vna tan trabajosa ceguedad, queriendo executar el buen desseo que me dió, conosciendo quan pernicioso es al príncipe tener cabe sí hombres viciosos, especialmente de auaricia y ambición notados, y como es más dañoso a la república que el Rey tenga mal consejo, aunque él sea bueno, que no ser el Rey malo, aunque los que están cabe él sean buenos, antes que cosa alguna otra començasse a ordenar, aparté primero de mi compañía viciosos, auaros y ambiciosos. A vnos daua cargos fuera de mi corte y a otros embiaua a reposar a sus casas y a tros, cuyos delictos eran manifiestos, mandaua castigar, porque fuessen exemplo a los nueuos ministros que hauía de recebir. Hecho esto y apartada esta pestilencia de mi lado, halléme tan libre y tan contento, que me parecía hauer sido hasta allí sieruo y esclauo de tan ruyn gente, y desde entonces començar a ser Rey. Luego escogí personas virtuosas y de buena vida y los puse en lugar de aquéllos, declarándoles que todas las vezes que conosciesse en ellos ambición o auaricia o que por este respecto o por qualquiera otra passión o afición particular me consejassen cosa alguna que no cumpliesse al bien de mis reynos o que fuesse contra justicia, a la mesma hora los apartaría vergonçosamente de mi compañía. Tras esto, eché de mi corte truhanes, chocarrerros, y vagabundos, quedándome solamete con aquéllos de que tenía necessidad. Y por euitar la ociosidad, de que nascen infinitos males, ordené que todos mis caualleros bezasen a sus hijos artes mecánicas juntamente con las liberales en que se exercitassen. Y sabiendo quánto importa que el dador de la ley la comience a guardar, luego comencé a poner mis hijos & hijas en que aprendiessen officios; y con esto me siguieron todos. Reformada mi casa y corte, me puse a reformar mis reynos, tomando muy estrecha residencia a todos los juezes y ministros que tenían cargos de justicias o gouernación. Y a los que hallé limpios, hize de mi propria voluntad sin que ellos me lo pidiessen muy grandes mercedes; a los malos y culpados desterré en vna ysla despoblada. Y de allí adelante, como mis ministros esperauan premio, siendo buenos, y muy rezio castigo siendo malos, gouernauan de manera que muy pocas o ningunas quexas me venían dellos. Jamás proueýa de obispado ni beneficio a los que me los pedían, porque sólo en pedírmelos juzgaua ser inábiles para tenerlos. Muchos días con infinito trabajo estuue perplexo en la prouisión de los obispados, porque como en los obispos se requieren virtudes interiores, y éstas se pueden mal juzgar por actos exteriores, las más vezes me salían peores aquellos que por de fuera se me mostrauan mejores, y como yo no tenía facultad para castigarlos, passaua muy grande y para mí incomparable trabajo con ellos, hasta que por pura importunitad alcancé vna facultad del Papa muy ampla para que el mal obispo que no hiziesse lo que es obligado con sus ouejas lo pudiesse yo priuar y poner otro en su lugar. Y con esto y con tres o quatro que desterré en las islas despobladas, no hauía hombre que no procurasse de hazer lo que deuía. Hazíalos residir ordinariamente en sus yglesias, y muy pocas vezes les mudaua los obispados si no era quando las virtudes de vno me parecían necessarias para otra parte, y estonces no tenía respecto a la renta sino a la necessidad de las ouejas, y jamás les consentía que admitiessen pleytos sobre beneficios eclesiásticos, mas procuraua que los hiziessen seruir y gastar las rentas dellos, de manera que fuesse menester andar rogando con ellos. Desta manera, os marauillaríades quán presto floreció la religión y piedad christiana en mis reynos. Reformé luego las leyes, de suerte que muy pocos pleytos durauan más de vn año. Hazía castigar los abogados que defendían causas manifiestamente injustas. Las mercedes que auía de hazer tenía en dos partes diuididas: vnas eran de cosas que podía yo dar a quien quisiesse sin perjuyzio del pueblo, y otras de administraciones de que dependía el bien o el mal de la república. Para la prouisión déstas, tenía vn memorial de personas virtuosas y en quien cabían los tales cargos, cada cosa por su parte, y esto sin tener respecto a fauores ni linages, ni seruicios, mas solamente al bien de la república; y para las otras tenía otro de aquellos que me hauían bien y lealmente seruido, cada vno en su grado. De manera que no era vacada ni se auía de proueer vna cosa que ya no tuuiesse yo señalada en mi libro la persona a quien la hauía de dar. Y con esto, ninguno me pedía ni me importunaua con cosas semejantes, que me era vn muy grande aliuio y vn muy gran contentamiento a todos, especialmente acordándose del tiempo passado, que acaecía muchas vezes quando yo daua vna cosa, hauer gastado aquél a quien se daua mucho más en esperarla y procurarla de lo que ella valía. Usaua de mucha clemencia con aquellos que veya por ignorancia o por algún desastre hauer pecado y a los que conoscía por malicia y con obstinación errar, castigaua con mucho rigor, especialmente si eran criados, ministros o oficiales míos. Si algún juez tenía fama de hauer cohechado, aunque enteramente no se le prouasse, tanto odio le tenía que no podía consentir que me viniesse delante. Hazía quasi siempre tener mis puertas abiertas, dando audiencia a todos los que me querían hablar y de mejor gana y con más dulce cara oýa los pobres y pequeños que los ricos y grandes; y sobre todo aquellos que de mis ministros se venían a quexar. Y hazía de manera que ninguno se partía descontento de mí, aunque no le otorgasse lo que demandaua, si no eran aquéllos cuyos manifiestos errores merecían no solamente castigo, mas presencial reprehensión, porque esto pone temor a los malos, y alcança el príncipe mucha gracia del pueblo. Visitaua a tiempos mis reynos, procurando siempre que de mi estada o passada algún fructo sintiessen. En vnas partes hazía reparar o edificar cosas necessarias, especialmente hospitales, puentes y cosas semejantes. Quitaua las imposiciones que me parecían graues o deshonestas. Casaua huérfanas y otras pobres donzellas; remediaua biudas y otras personas necessitadas. Tenía tanto cuidado en que mis cortesanos no hiziessen mal ni daño donde mi corte estaua o por donde passaua, que no parecía sino vn conuento de frailes buenos. Amaua y hazía mercedes a los que de algo me amonestauan y reprehendían. Aborrecía y no podía ver a los que andando a mi voluntad me lisongeauan. Procuraua saber lo que de mí se dezía y perseueraua en lo bueno y emendaua lo que parecía malo. Siempre tenía por mejor seguir el parecer de hombres sabios y virtuosos y en quien conoscía zelo del bien de la república, que no el mío. Aborrecía tanto los vicios y tractaua tan mal los viciosos, que ninguno dellos me osaa parecer delante, especialmente aquellos que con hábito de religión y vanas superstitiones o se entremetían, pensando ganar crédito conmigo. A éstos tenía yo por peores y tractaua peor que a los viciosos públicos, aborreciendo en gran manera la superstición. El que veýa seguir muy de veras la doctrina christiana ponía yo sobre mi cabeça. Con esto procurauan todos en mi corte de viuir como christianos y de allí se desparzió y derramó tanto esta buena doctrina por todos mis reynos que desde a pocos años los juezes eran los menos ocupados y las salas de mis audiencias se hallauan muchas vezes vazías, sin tener pleytos que ver, de manera que se viuía en todas partes con tanto plazer, amor y caridad, procurando cada vno de vencer al otro con buenas obras que desde allá començáuamos a sentir aquella bienauenturança de que gozan los sanctos en el cielo. Acudió después de reynos estraños a viuir en los míos, quando se començó a diuulgar esta fama, tanta gente, que no cabiendo en los lugares, fue menester edificar otros muchos de nueuo. Allende desto, muchas prouincias, assí de moros y turcos como de cristianos, me embiauan a rogar que los tomasse por súbditos, ofreciéndose de seruirme y seguirme con toda fideldad. Muchos infieles venían de su propria voluntad a recibir baptismo, desseando ser cristianos por viuir entre mis súbditos. Otros me embiauan a rogar que les embiasse personas que los instruyessen en la fee, recibiéndolos yo por míos, mas de tal manera yo los recebía, que no lleuando prouecho alguno dellos, conoscían claramente no dessear yo señorearlos, y conosciendo ellos esto, me tenían tanto amor que de su propria voluntad me hazían tomar por fuerça mucho más de lo que yo con tyranía les pudiera sacar. Y desta manera, sin armas, sin muertes de hombres, y sin derramar sangre cristiana, conquisté muchos reynos, sojuzgué muchas prouincias, assí infieles como cristianas, y conuertí muchas gentes a la religión cristiana. Ya cargaua sobre mi cuerpo la vegez y las enfermedades que ella suele acarrear. Me començauan ya de apassionar quando plugo a la bondad infinita de dios sacarme de la cárcel de aquel cuerpo y lleuarme a gozar de lo que yo tanto desseaua y porque tantas vezes y tan continuamente sospiraua, y sintiendo ya llegarse el tiempo en que hauía de dexar a mi hijo, que yo con no menos trabajo que cuidado hauía criado & doctrinado, la gouernación de mis reynos, y poner fin a aquella luenga & trabajosa peregrinación, estando él y muchos de mis parientes & criados presentes, acompañándome con mucha aflición lo mejor que pude, alcé la cabeça y sentado en la cama, después de hauer rogado a todos que escuchassen, les dixe. -No sin causa amigos y hermanos míos muy amados temen y lloran los hombres la muerte, porque, como lo más ordinario sea viuir mal, y tras esto se espere pena summamente graue y eterna, y se tenga esta carne no como cárcel donde se purga el ánima, ni como choça o mesón en que como peregrina mora, mas como compañera de aquélla en que han puesto el fin de su felicidad, con razón les ha de pesar quando vieren el fin della, como al culpado y condenado a muerte es dolorosa la salida de la cárcel. Mas los que en este mundo, no como naturales ni moradores dél, mas como caminantes y estrangeros han viuido y tenido esta carne, no por compañera de deleites mundanos, mas por vna venta en que como viandantes posauan, y por vna cárcel en que esperando el premio de vida eterna les parecía estar presos, por cierto no de otra manera se deuen gozar al tiempo de la muerte, que se gozan los que después de vna luenga, trabajosa y peligrosa prisión embía el juez a holgar a su casa, con grandes mercedes enrriquecidos. Y assí como los amigos y parientes vienen con mucho gozo y alegría a sacar a éstos de la prisión, assí deuríades venir vosotros, y aun con muy mayor regozijo, a verme morir. Y pues, hermanos míos, os he yo entre todos mis súbditos con tanto cuidado escogido, no me déis tan mal galardón, haziendo tanto sentimiento por mi muerte, y tened firme esperança en la bondad de dios, que no me manda salir desta cárcel para que muera, mas porque perpetuamente viua. Alegraos, hermanos, conmigo. Catad que con essa tristeza me disfamáis, dando a entender hauer sido mi vida tal que mi muerte sea digna de ser llorada. -Respondiéndome ellos a esto que no llorauan por mí, mas por sí y por toda la república, que vn tan verdadero padre en mí perdía. Tornéles a dezir, ni aun esso os deue tanto doler, pues os dexo aquí Alexandre mi hijo, que como mancebo, podrá mucho mejor que yo sufrir el trabajo que para la gouernación de tantos y tan grandes señoríos se requiere. Una cosa os ruego: que no lo desamparéis, porque en vuestro lugar no sucedan otros que corrompan y estraguen lo que yo en él he trabajado y plantado, mas el amor que todos me tenéis emplead en aconsejarlo y guiarlo en que ponga por obra los consejos que yo le he dado, pues, a la verdad, la massa es tan blanda y tan buena que podréis imprimir y formar en ella lo que quisierdes. Ya hauéis experimentado en mí quán perniciosa cosa es vn príncipe mal enseñado, y, por el contrario quán sancta y saludable sea el bueno y bien doctrinado. Hazed, pues, hermanos míos, de manera que no se pierda por vosotros lo que yo he trabajado, ni se gaste essa joya que os dexo encomendada. Y tú, hijo mío, siempre delante tus ojos ternás el trabajo y afliciones que yo passé, como muchas vezes te he contado al tiempo que me gouerné mal, y quán cerca estuue de perder mis reynos procurando de conquistar los agenos, y con quánta alegría y contentamiento, después que aquel desseo de mí aparté, he viuido, y con quánta paz y felicidad he mis reynos y señoríos ensanchado. Muy grand carga te dexo a cuestas, pero siendo tú bueno y virtuoso, muy ligera de leuar. Haz, pues, hijo, de manera que tus súbditos no lloren a tu padre, quiero dezir, que en bien tratarlos, regirlos y gouernarlos, trabajes a sobrepujarme. Y porque juntamente con dexarte el reyno te queden tanbién armas con que lo defiendas, te las quiero ante que muera entregar. Lo primero, hijo mío, has de considerar que todos los hombres sabios endereçan sus obras a ganar fama en este mundo y gloria en el otro; buena fama digo, no por vanagloria suya, mas para que dios sea honrrado con el buen exemplo que de su vida y obras podrán tomar los que después vendrán. Esto deues tú tanbién dessear. El buen príncipe juntamente puede alcançar lo uno y lo otro, y sin lo uno con dificultad alcançará lo otro. No deues tener por fama la que adquirió aquel que quemó el templo de Diana ni aun la que adquirió Alexandro Magno ni Julio César, pues fue con tanto daño de todo el mundo. La buena fama con buenas, no con malas, obras se alcança. Si quisieres alcançar de veras lo que todos buscan, antes procura de ser dicho buen príncipe que grande. Ten más cuydado de mejorar que no de ensanchar tu señorío, procurando de imitar aquellos que bien gouernaron su señorío y no a los que o lo adquirieron o lo ensancharon. Ca muchos buscando lo ageno, perdieron y pierden lo suyo. Qual es el príncipe, tal es el pueblo. Procura, pues, tú de ser tal qual querrías fuesse tu pueblo. Si fueres jugador, todos jugarán. Si dado a mugeres, todos andarán tras ellas. Si ambicioso, todos, a tuerto o a derecho, procurarán de acrescentarse. Si fueres supersticioso, verás Reynar la superstición. Si por el contrario, religioso, ¡o quánto prouecho harás! Si quieres quitarte de acuestas vna muy gran carga de importunos & importunidades, muestra desplazerte la ambició. Si ésta pudieres tener fuera de tu casa y de tu reyno, estonces te puedes llamar bienauenturado. Si tú pusieres por premio de tus trabajos la virtud, nunca viuirás descontento y harás que los tuyos hagan otro tanto. Si esto pudieres alcançar, bien podrás dormir seguro. Finalmente, te acuerda que qual tú fueres, tales serán tus súbditos. Trabaja, pues, de ser bueno, si quieres que ellos lo sean. La mayor falta que tienen los príncipes es de quien les diga verdad. Da, pues, tú, libertad a todos que te amonesten y reprehendan, y a los que esto libremente hizieren, tenlos por verdaderos amigos. Quanto sobrepujas a los tuyos en honrra y dignidad, tanto deues excederlos en virtudes. Acuérdate que no se hizo la república por el Rey, mas el Rey por la república. Muchas repúblicas hemos visto florecer sin príncipe, mas no príncipe sin república. Quando alguna cosa quisieres començar o ordenar, mira primero si te cumple a ti o a la república. Procura ser antes amado que temido, porque con miedo nunca se sostuuo mucho tiempo el señorío. Mientra fueres solamente temido, tantos enemigos como súbditos ternás; si amado, ninguna necessidad tienes de guarda, pues cada vassallo te será vn alabardero. Si quisieres ser amado, ama, que el amor no se gana sino con amor. Assí ames a tus súbditos, que siempre pospongas tu afición o interesse particular al bien vniversal. Sey tan amigo de verdad, que se dé más fe a tu simple palabra que a juramento de otros. Ten más cuydado de mandarte a ti mesmo, refrenando tus apetitos, que no a tus súbditos; porque si tú no te obedeces, ¿cómo quieres ser de otros obedecido? De tal manera ten la grauedad que conuiene al príncipe que por otra parte seas blando, benigno y afable. Mira como viuen y viuieron otros príncipes, imitando lo bueno & huyendo lo malo. Jamás por tu boca salga palabra injuriosa o deshonesta. Nunca hables ni castigues con enojo, acordándote de aquel dicho de Archita que, estando enojado con su mayordomo, le dixo, ¡quál te pararía yo si no estuuiesse enojado! No te cieguen las opiniones del vulgo, mas abráçate siempre con las de los philósophos, acordándote de lo que dezía Platón, ser bienauenturadas las repúblicas que por philósophos son gouernadas o cuyos príncipes siguen la philosophía. Gouierna tus súbditos de manera que todo tu desseo sea trabajar que ninguno te haya excedido, ni esperes que te haya de sobrepujar. Mientras fueres moço, anda recatado de ti mismo, & ten siempre ante los ojos que no solamente eres príncipe y pastor, mas aprende de coro la doctrina christiana, haziendo cuenta que a ninguno conuiene más enteramente seguirla que a los príncipes. Procura de parecer en todas tus cosas christiano, no solamente con cerimonias exteriores, mas con obras christianas. Anda muy recatado en no ofender a dios, pues lo has urado por señor. ¿Con qué cara osarás tú castigar vno que te haga trayción si tú la hazes a tu Señor? Quanto el príncipe es más poderoso, tanto más recatado deue andar, no mirando lo que puede, mas lo que deue, hazer. Haz cuenta que estás en vna torre y que todos te están mirando, y que ningún vicio puedes tener secreto. Si no pudieres defender tu Reyno sin gran daño de tus súbditos, ten por mejor dexarlo, ca el príncipe por la república y no la república por el príncipe fue instituýdo. Acuérdate de Codro y de Otho los quales, aunque eran gentiles, quisieron más morir que defender su señorío con derramamiento de sangre humana; y ten por mejor de ser hombre justo que príncipe injusto. Muy gran premio merece el buen príncipe y muy gran pena y castigo el malo. El buen príncipe es ymagen de dios, como dize Plutarco, y el malo figura y ministro del diablo. Si quieres ser tenido por buen príncipe, procura de ser muy semejante a dios, no haziendo cosa que Él no haría. Tres cosas ponen principalmente en dios: poder, saber y bondad. El que tiene la primera y carece destotras no es Rey, mas tyrano. Cata que no se haze diferencia del Rey al tyrano, como dize Séneca, por el nombre sino por las obras. Si hizieres obras de tyrano aunque mientra viieres te digan Rey, después de muerto serás llamado tyrano. ¿Quieres ver la diferencia que pone Aristótiles entre el Rey y el tyrano? El tyrano busca su prouecho y el Rey el bien de la república. Si todas tus obras endereçares al bien de la república, serás rey, & si al tuyo, serás tyrano. Procurar de dexar tu Reyno mejor que agora lo hallas, y ésta será tu verdadera gloria. Cata que ay pacto entre el príncipe y el pueblo, que si tú no hazes lo que deues con tus súbditos, tanpoco son ellos obligados a hazer lo que deuen contigo. ¿Con qué cara les pedirás tus rentas si tú no les pagas a ellos las suyas? Acuérdate que son hombres y no bestias y que tú eres pastor de hombres y no señor de ouejas. Pues que todos los hombres aprenden el arte con que viuen ¿por qué tú no aprenderás el arte para ser príncipe, que es más alta y más excelente que todas las otras? Si te contentas con el nombre de Rey o príncipe, sin procurar de serlo, perderlo has y llamarte han tyrano; que no es verdadero Rey ni príncipe aquél a quien viene de linage, mas aquel que con obras procura de serlo. Rey es y libre el que se rige y manda a sí mismo, y esclauo y sieruo el que no se sabe refrenar. Si te precias de libre, ¿por qué seruirás a tus apetitos, que es la más torpe y fea seruidumbre de todas? Muchos libres he visto seruir y muchos esclauos ser seruidos. El esclauo es sieruo por fuerça y no puede ser reprehendido por serlo, pues no es más en su mano, mas el vicioso, que es sieruo voluntario, no deue ser contado entre los hombres. Ama, pues, la libertad, y aprende a ser de veras rey. Ten tanto cuydado de la buena gouernación de tus súbditos, que nunca te acontezca dormir vna noche entera sin él. No deues pensar en qué passarás tiempo, mas en como no lo pierdas. Los Reyes bárbaros, especialmente en Persia, con esconderse y no mostrarse al pueblo, mantenían su majestad. Tú por el contrario ten siempre tus puertas abiertas, y más a los pobres que a los ricos, pues aquéllos más que éstos tienen de tu fauor necessidad. En el responder toma el consejo de Aristótiles, dando tú mesmo las dulces y buenas respuestas, y las agras o malas déxalas dar a tus ministros; y haz de manera que ninguno se parta con razón descontento de tý. Lo que has de dar, dálo presto alegremente, de tu propria voluntad. Y no des causa que agradezcan a otros las mercedes que tú mesmo hazes. Aparte de ti los que andan inuentando nueuas formas con que peles tus súbditos. Y acuérdate que no pagan pechos o seruicios los ricos, mas los pobres. Inclínate antes a poner sisas o imposiciones sobre la seda que sobre el paño, sobre las viandas preciosas que sobre las comunes, porque aquello compran los ricos y esto otro los pobres. Sei tan amigo de hazer bien que hagas cuenta hauérsete perdido el día en que a ninguno houieres ayudado. Honrra más a los buenos & virtuosos que a los ricos y poderosos, y harás que todos sigan la virtud. No admitas en tu reyno hombres ociosos, y euitarás vna fuente de males. A los pobres, lisiados, clérigos & frayles, mendicantes o mercenarios, ordena como les sea dado de comer & no los consientas andar mendicando. Procura que todos tus súbditos, varones y mugeres, nobles y plebeyos, ricos y pobres, clérigos y frayles, aprendan alguna arte mecánica, y esto alcançarás fácilmente si como yo le he fecho aprender a mis hijos, assí lo bezarás tú a los tuyos. Sei fácil a perdonar tus injurias, porque si te la hizo otro como tú, no te puedes vengar sin daño de tus súbditos y de los suyos, que no tienen culpa Si te injurió vn hombre baxo, quanto más poder tienes para vengarte, tanto mejor te parecerá la clemencia. Tus exercicios sean honestos, sanctos y buenos y a la república prouechosos. ¡Quán bien parece al príncipe oír las quexas de sus súbditos y remediarlas! No imites aquellos que se descargan quanto pueden de las cosas de justicia, pues éste es tu principal oficio. Nunca dexes de pensar medios con que sobrelleuar el pueblo y cargarlo lo menos que fuere possible. Procura siempre de saber la natura y costumbres, no solamente de tus súbditos, mas también de los estraños. Con tus vezinos procura siempre de tener paz y buena amistad, y no entres en contrataciones ni afinidades con ellos, porque de aquí nasce la mayor parte d las discordias, guerras y enemistades. Ten por mejor y más seguro casar tus hijas en tu reyno que no fuera dél, que dello te seguirán muchos prouechos. Aprende, antes por las historias que por la experiencia, quán mala y quán perniciosa es la guerra. A menos costa edificarás vna ciudad en tu tierra que conquistarás otra en la agena. Deermínate de nunca hazer guerra por tu enemistad ni por tu interesse particular, y quando la houieres de hazer no sea por ti, sino por tus súbditos, mirando primero quál les estará mejor, tomarla o dexarla. Si les estará mejor tomarla, sea con extrema necessidad. Y procura primero algún concierto, porque más vale desigual paz que muy justa guerra, de la qual te deues apartar, aunque no sea sino por la honrra del nombre christiano, por ser cosa a él muy contraria. Contra infieles deues mouer guerra, porque de otra suerte no solamente harían sus esclauos los christianos y con tormentos los harían renegar la santa fe cathólica de Christo, mas aun la cristiandad destruyrían y los templos de Christo profanarían y su santo nombre desterrarían de sobre la haz de la tierra. Mas no te passe por pensamiento hazerles guerra por tu interesse particular ni por ambición. Cata que debaxo deste hazer guerra a los infieles va encubierta gran ponçoña. Y quándo los ouieres conquistado, procura conuertirlos a la fe de Christo, con buenas obras, principalmente porque, ¿con qué cara les aconsejarás que sean christianos si tú y los tuyos hazéis obras peores que de infieles? Muy gran parte será para conquistar los moros y los turcos si en ti y en los tuyos vieren resplandecer las virtudes christianas; con esto, procura, pues, principalmente de conuertirlos. Mucho va en que tu conuersación sea buena o mala, quiero decir, en que conuerses con buenos o con malos, y por esto mira de recebir siempre en tu compañía buenos y vjrtuosos y apártate de los malos y viciosos. Ama los que libremente te reprehendieren, y aborrece los que te anduuieren lisongeando. No mires qué compañía te será agradable, mas quál te será prouechosa; no ay bestia tan ponçoñosa ni animal tan pernicioso cabe vn príncipe como el lisongero, y tras éste el ambicioso. Como el vulgo no conuersa con el príncipe, siempre piensa que es tal quales son sus priuados: si son virtuosos, tiénenlo por virtuoso; y si mlos & viciosos, por malo & vicioso. Mira, pues, quanto cuydado deues tener en escoger los que han de andar y conuersar contigo. Principalmente deues escoger vn confessor limpio, puro, incorrupto & de muy buena vida y fama y no ambicioso. Huye la opinión de los que se confiessan con viciosos, diziendo que saben mejor confessar y conocer los pecados. Créeme tú a mí que no lo hazen sino por dezirlos con menos vergüença. Con qué cara te reprehenderá tus vicios si él sabe serte a ti notorio que los suyos son mayores La principal parte de la buena gouernación de tu reyno va en que tú seas bueno. La segunda en que tengas buenos ministros. Por esso, mira bien como prouees oficios, beneficios y obispados. Dize Platón no ser digno de administración sino el que la toma forçado y contra su voluntad. Nunca, pues, proueas tú de oficio, beneficio, ni obispado al que te lo demandare, mas en demandándotelo él por sí o por tercero, júzgalo y tenlo por inhábile para exercitarlo, porque, o sabe lo que pide o no. Si no lo sabe, no lo merece; si lo sabe y lo pide, ya se muestra soberuio, ambicioso y malo. No encomiendes cargos de justicia sino a personas incorruptas y buenas, y que los acepten rogados. No quiere Aristótiles que el juez tenga emolumentos de su oficio más del salario porque no ay cosa más perniciosa que quando el juez espera ganancia si ay muchos culpados. Hagan todos los juezes residencia y no dexes tú de ocuparte en verla, y al buen juez dale muy buen galardón, y al malo castígalo con todo rigor. En esto no quiero que admjtas clemencia. Tanpoco la deues vsar con tus criados que no hazen lo que deuen, mas castigarlos con más rigor que los otros assí porque estando cabe ti tienen más obligación a ser buenos, como porque de su infamia te alcança a ti parte. A los testigos y acusadores falsos harás siempre castigar por la pena del talión. En las leyes que hizieres, ten siempre ojo al bien público, y no al tuyo particular. Lo que vieres ser prouechoso a tus súbditos hazlo sin esperar que te lo rueguen ni que te lo compren. Sei diligente y resoluto en lo que has de hazer, porque ni la obra pierda sazón ni el beneficio la gratia. Generalmente has siempre de tener ojo a ganar antes buena fama que riquezas ni señoríos, porque esto hasta los malos lo alcançan con dineros, y lo otro no, sino los buenos con las virtudes. Ama y teme a dios, y Él te bezará todo lo demás y te guiará en todo lo que deuieres hazer. Muchos días ha que desseaua dezirte esto. Yo te ruego que de tal manera lo recibas y plantes en tu coraçón, que jamás mientra viuieres se te oluide. Diziendo esto, me faltaua ya el aliento para hablar y se començauan a helar los pies, de manera que torné a poner la cabeça sobre vna almohada, y diziendo, -Hijo, amigos y hermanos míos, yo me voi. Jesucristo quede con vosotros-, me salí de la cárcel de aquel cuerpo y me voy a gozar de la bienauenturança que a los suyos tiene dios aparejada. M. Dentenlo, Carón, no se vaya. C. ¡Oxalá se ouiera ydo antes! Sabes qué plazer me ha seído oýr aquí la filatería que nos ha aquí contado. Quanto que si los otros príncipes fuessen como éste, bien podría yo tener vacaciones. Mas, con todo esso, me huelgo de vna cosa, que su hijo queda en el reyno, porque quasi nunca se vió vn señalado varón dexar hijo til a la república; desto te podría dar mill exemplos. Pero mejor sría que nos dexássemos agora desto y comiences ya tú a contar esso que me has de dezir. M. Sea como tú quisieres. Bien te acordarás de lo que los días passados te conté que el Emperador hauía dicho al Rey de armas del Rey de Francia quando lo desafió en Burgos C. Mira si me acuerdo. M. Pues, está atento. Has de saber que como el Rey de armas francés referiesse al Embaxador del Rey de Francia, que estaua aún en España, lo que el Emperador le hauía dicho, el embaxador, por escusar la couardía de que su amo hauía vsado en no hauer respondido al Emperador, fingía no acordarse de lo que le dixo en Granada, y por consiguiente daua a entender ninguna cosa hauer escripto dello a su amo, pediendo que si algo el Emperador le quería dezir, se lo embiasse por escripto, y él haría la relación. Y tanto era el desseo que el Emperador tenía de venir a las manos con vn hombre de quien tan descaradamente hauía sido engañado, que fue contento de hazer lo que el embaxador del Rey de Francia le pedía y escriuióle vna carta del tenor siguiente: Carta del Emperador al Embaxador de Francia. Magnífico Embaxador. Yo he visto la carta que me hauéis escripto sobre las palabras que os dixe en Granada, y tanbién he visto la copia de vuestra relación verbal, por donde conozco bien que no os queréis acordar de lo que entonces os dixe que hiziésedes saber al Rey de Francia vuestro amo, porque os lo torne a dezir otra vez. Por cumplir vuestro desseo lo quiero hazer, y es que después de muchas razones que por ser de poca substancia no conuiene aquí repetir, yo os dixe que el rey vuestro amo hauía hecho vilmente y ruinmente en no guardarme la fe que me dió por la capitulación de Madrid, y que si él esto quisiese contradezir, yo se lo mantería de mi persona a la suya. Veys aquí las proprias palabras substanciales que del Rey vuestro amo yo os dixe en Granada, y creo que son aquellas que Vos tanto desseáis saber, porque son las mismas que en Madrid yo dixe a vuestro amo el Rey, que lo ternía por vil y ruýn si no me guardaua la fe que me hauía dado. De manera que dizjéndolas, le guardo yo mejor lo que le prometí que él a mí lo que me prometió. He Vos las querido escreuir firmadas de mi mano porque de hoy más ni Vos ni otro pueda en esto dubdar. Fecha en Madrid a XVIII de março de mill e quinientas y veynte y ocho. Charles. C. A la fe, essa carta bien parece de hombre que dessea más hechos que palabras. M. Dizes muy gran verdad, mas el Rey de Francia, por el contrario, quería más palabras que obras. Todavía, sabido lo que el Emperador hauía dicho a su Rey de armas, & viendo la cosa venida a términos que a ninguna escusa ni achaque hauía quedado lugar, antes que esta carta le viniesse a las manos, estaua muy perplejo y congoxado; por vna parte, veýa que no podía con su honrra ni sin manifiesta ynfamia y deshonrra dexar de responder al Emperador y respondiendo, desafiarle de persona a persona; por otra parte, conosciendo claramente ser verdad lo que dél el Emperador hauía dicho, temíasse de combatir sobre tan mala & injusta causa, pues perdiendo el campo perdía no solamente la honrra, mas la vida y la ánima. Considerado, pues, esto, no sabía qué hazer ni a qué parte se tornar. A la fin, después de hauer muchos días en esto pensado, halló vn medio con que a su parecer satisfaría siquiera el vulgo y se quitaría de aquel peligro, embiando vn cartel al Emperador con que dissimulasse, no lo que dél hauía dicho, pues no lo podía negar, o fingiesse otra cosa que ni el Emperador jamás dixo ni le passó por pensamiento, ni era verisímil que lo ouiesse dicho, pareciendo al Rey que el Emperador se contentaría con negarlo, sin más insistir en el negocio, y él en alguna manera cumpliría con su honrra, hauiendo como quiera respondido. C. ¡O qué bueno y qué astuto consejo! Mira, por vuestra vida, ¿y era tanto necio yo que pensase hauer seido esse desafío de veras? M. ¿Y no lo podías ver en el mismo cartel del Rey, que ni tiene pies i cabeça, no escriuiendo como los que el combate quieren executar, mas como los que con solas palabras se piensan & quieren saluar, hablando de manera que no merezcan respuesta, como sin dubda no la merecía este cartel? C. ¿Tiéneslo tú por dicha que yo no lo he visto? M. Mira si lo tengo, y aun escripto en pergamino. C. ¿Quiéresmelo leer? M. De muy buena voluntad, mas primero has de saber que como el Rey de Francia supo que su Rey de armas hauía, el mes de enero passado como te conté, desafiado al Emperador, hizo vna cosa que hasta agora nunca de príncipe cristiano fue vista ni oýda: que no contento con mandar prender el embaxador del Emperador que estaua en su corte, le mandó tanbién tomar todas sus escripturas y lo tuuo más de quarenta días preso, y a la fin, quando supo que el Emperador no quería dexar salir de España los embaxadores de Francia si a un mismo tiempo no le restituyessen el suyo, viendo que era forçado a soltarlo, quiso primero hazer vn donoso acto, y para él, a los veynte y ocho de Março mandó ayuntar todos los prelados, caualleros y embaxadores que estauan en su corte, y en su presencia hizo allí venir el embaxador del Emperador, no como Embaxador mas como prisionero, y sin hauerlo auisado ni aun dicho palabra del acto que quería hazer, entre muchas cosas que le dixo, dándole licencia para que se boluiesse en España, le rogó mucho que él mismo lleuasse al Emperador el cartel de desafío que allí tenía fecho, el qual hizo leer públicamente, pensando con aquello satisfacer a su honrra; dezía pues el cartel desta manera. Cartel de desafío del Rey de Francia al Emperador. Nos, Francisco, por la gracia de Dios, Rey de Francia, señor de Génoua etc. A Vos Carlos, por la misma gracia, electo Emperador de Romanos, Rey de las Españas, hazemos saber cómo Nos, siendo auisado que Vos, en algunas respuestas que hauéis dado a los Embaxadores y reyes d'armas que, por amor de la paz os hauemos embiado, queriéndoos sin razón escusar, nos hauéis acusado, diziendo que tenéis nuestra fe y que sobrella contraueniendo a nuestra persona, nos éramos idos de vuestras manos y de vuestro poder para defender nuestra honrra que en tal caso sería contra verdad muy cargada, os hauemos querido embiar este cartel, por el qual, aunque en ningún hombre guardado pueda hauer obligación de fe, y que esta escusa nos sea harto suficiente, todavía queriendo satisfazer a cada vno & tanbién a nuestra honrra, la qual hauemos siempre guardado y guardaremos, si a dios plaze, hasta la muerte, os hazemos saber que si Vos nos hauéys querido o queréis cargar, no solamente de nuestra fe y libertad, mas de que ayamos jamás hecho cosa que vn cauallero amador de su honrra no deue hzer, os dezimos que hauéis mentido por la gorja y que tantas quantas vezes lo dixerdes mentyréis, estando deliberado de defender nuestra honrra hasta la fin de nuestra vida. Y pues contra verdad nos hauéis querido cargar, no nos escriuáis más, sino asseguradnos el campo y lleuaros hemos las armas, protestando que si después desta declaración a otras partes escreuís o dezís palabras contra nuestra honrra, que la vergüença de la dilación del combate será vuestra, pues venido a él cessan todas escripturas. Fecha en nuestra buena villa & ciudad de París a XXVIII días de Março MDXXVII años, antes de Pasqua. Françoys. C. ¿Quieres que te confiesse verdad, Mercurio? A la fe muy mal ordenado me parece esse cartel. Mira qué gentil razón, hauiéndolo el Emperador soltado de su voltad, recibiendo, como me dixiste, los rehenes, dize que se hauía huýdo de su poder. Y allende desto, ¡qué deshonestidad vsar de aquellas palabras entre príncipes, «mentís por la gorja y mentiréys»! ¡o qué hermosa valentía!, y ¿qué más dixera vn rufián a otro? M. ¿Cómo? ¿Y osas tú hablar contra el Rey de Francia? C. No te quiero negar que yo no lo quiera mucho más que a esse otro, pero a la fin, ni me puede parecer mal lo bueno, ni bien lo malo. M. ¡O qué sancta persona! Leýdo, pues, el cartel, estaua el Rey tan vanaglorioso como si fuera ya vencedor del campo. C. Vna dubda te quiero preguntar, Mercurio, ¿por qué dize el Rey de Francia en esse cartel que le assegure el Emperador el campo y que l lleuará las armas? M. Está recebido en costumbre que el desafiador ha de dar y assegurar el campo y el desafiado traer y escoger las armas con que ha de combatir, aunque las leyes en arbitrio del desafiado ponen lo vno y lo otro. C. Luego dessa manera, o el Emperador, pues era prouocado, hauía de escoger lo vno y lo otro, o dar el Rey de Francia el campo y el Emperador las armas, y según me parece, esse cartel dize lo contrario. M. Dizes verdad, mas ¿tú no vees que el Rey de Francia quería dar a entender ser prouocado o desafiado y el Emperador desafiador C. Bien lo entiendo, pero no alcanço en qué se pudiesse él para ello fundar, pues fingía no saber lo que el Emperador hauía en Granada dicho a su embaxador, y aunque lo supiera e confessara saber, no se entiende desafiar aquel que dize la injuria, mas el que pretende hazer desdezir al otro della. M. Y aun aý puedes tú conoscer qué gana tenía de combatir el Rey de Francia, començando ya de poner escrúpulos y dificultades en vna cosa tan clara, y aueriguada como ésta. Leýdo, pues, el cartel, quisiera el Rey de Francia que el embaxador del Emperador le lleuara, mas él se escusó de hazerlo, respondiendo al Rey tan prudente y honestamente como si muchos días antes de aquel acto estuuiera preuenido. Estonces el Rey le dixo que pues no lo quería lleuar, él lo embiaría con vno de sus reyes de armas, para el qual le rogó le houiesse vn saluoconduto del Emperador. C. ¿Cómo? ¿Saluoconduto para Rey de armas? ¿Quién nunca tal oyó? Sé que los reyes de armas facultad y libertad tienen para yr libremente por doquiera, aun entre bárbaros quanto más entre cristianos. M. Dizes verdad, mas ¿no sabes que piensa el ladrón que todos han su coraçón? Pensaua el Rey de Francia que yendo su rey de armas con tan desuergonçada embaxada, el Emperador le mandaría hazer alguna afrenta, como sin dubda merecía el que lo embiaua, y por esto se quiso primero assegurar especialmente, que siendo como es el Rey de Francia, prisionero y esclauo del Emperador, como él mismo confiessa por cartas escriptas y firmadas de su mano, no hauía de osar desafiar ni embiar Rey de armas a su señor sin su espressa licencia. De manera que no hizo sino muy bien en pedir saluoconduto. Mas, tornando a nuestro propósito, ¿qué has, Carón? C. Cata, cata. M. Ya lo veo; obispo parece en el hábito. Atajémosle el camino que va muy apriessa. C. Corre tú, pues eres más moço, que a la fe, a mí días ha que me nascieron canas. M. Hazia acá viene. Esperemos. Veamos lo que dirá. AN. Como conoscí que me queríades hablar, me vine hazia vosotros. Por esso, preguntad & dezid lo que quisierdes. M. Tu resplandor nos ciega y espanta, y tu humildad y benigna habla nos combida a que no dexemos de rogarte que nos digas el estado que touiste en el mundo y de qué manera en él te gouernaste, pues tanta gloria mereces alcançar AN. Lo vno será muy fácil de hazer y lo otro holgaré yo breuemente de contar, no por alabarme a mí, mas por diuulgar la manera cómo tanto bien he alcançado porque me puedan otros seguir & alcançar lo que yo alcanço. Hauéis de saber que yo fui obispo, y para tan alto grado y trabajoso lugar elegido de treinta años. Digo elegido, porque ni yo jamás lo pedí, ni aun me passó por pensamiento dessearlo, conosciéndome tan inábil & insuficiente para ello, que en ninguna manera lo osara dessear, antes, siéndome ofrecido, lo rehusé, diziéndoles que mirassen bien lo que hazían, que no se hauían de proueer assí los obispados; que se acordassen de lo que San Pablo escriue a Timotheo de los dones & virtudes que ha de tener el obispo, diziendo: Oportet episcopum irreprehensibilem esse, vnius vxoris virum, sobrium, prudentem, ornatum, pudicum, hospitalem, doctorem, non vinolentum, non percussorem sed modestum, non litigiosum, non cupidum, sed suae domui bene praepositum. Y otra vez el mismo San Pablo a Tito. Oportet episcopum sine crimine esse, sicut dei dispensatorem, non superbum, non iracundum, non vinolentum, non percusorem, non turpis lucri cupidum, sed hospitalem, benignum, prudentem, sobrium, iustum, sanctum, continentem, amplectentem eum qui secundum doctrinam est, fidelem sermonem, vt potens sit exhortari doctrina sana, et eos qui contradicut, arguere. Pues si miráis vosotros quan lexos están de mí estas virtudes y quán necessarias son a la dignidad y cargo que me queréis dar, soy cierto que no me lo daréis, especiaImente que, dado que en mí las houiesse, mi edad os las deuría hazer tener por sospechosas. Con estas y otras semejantes razones me escusaua quanto podía de tomar aquel cargo, nombrando personas que (a mi ver) mucho mejor que yo pudieran cumplir con vn cargo tan importante pero, quanto más yo me escusaua de tomarlo, tanta más gana venía a todos de importunarme que lo tomasse. Y a la fin, lo houe de hazer y, no oluidándome ni dissimulando saber qué era lo que hauía tomado a cargo, y considerando ser officio de reprehensor que en él no haya qué reprehender, trabajé de ordenarme a mí y a mi casa de manera que, ni en mí, ni en mis criados hallasse ninguno cosa notable que reprehender, porque de otra manera, ¿cómo reprehenderé yo al ambicioso, si me veen andar a mí, procurando de trocar mi obispado por otro que rente más? ¿Cómo reprehenderé al auaro si yo no menosprecio el dinero, quanto más andar hambreando tras él? ¿Cómo reprehenderé al luxurioso, si yo no soy casto y al soberuio si yo no soy humilde, y al comilón si tengo por dios mi vientre y al jugador si a mí me passa toda la noche jugando, y al clérigo caçador si mi casa está llena de perros, halcones y gailanes? & finalmente, pareciéndome que si yo tenía en mi casa algún vicio, no lo osaría reprehender en otro y quando bien lo quisiesse hazer, no ternía vigor mi reprehensión, procuré con mucho cuydado de ser yo tal que osasse reprehender los otros y touiesse mi reprehensión auctoridad. Después desto, porque no basta dar buen exemplo si no se amonesta al pueblo lo que ha de hazer, trabajaua de enseñar a todos la doctrina christiana, pura y limpia, sin mezcla de vanidades ni supersticiones y de apartarlos de vicios y pecados, atrayendo vnos con dádiuas y halagos, y a otros con castigos y amenazas, pero de tal manera que conosciessen no mouerme a ello afición ni passión ni interesse mío particular, mas solamente el prouecho general. Para esto tenía mis predicadores que me ayudauan, no tomados de por aý sino muy escogidos, teniendo no menos respecto a su buena vida que a sus letras, y ellos por vna parte e yo por otra, nunca dexáuamos de predicar y trabajar. Mas, porque allende desto, conuenía y era muy necessario quitar los inconuenientes y secar las fuentes de donde manan los vicios, y buscar y plantar árboles de donde cojan y tomen virtudes, conosciendo quánto corrompen las buenas costumbres y sanctos propósitos, las malas, suzias y deshonestas palabras, porque comúnmente tales son nuestras obras quales las palabras, corrompiéndose lo vno con lo otro, ponía mucho recaudo en que no se consentiessen dezir, mas que como torpe & suzio & corrompedor de buenas costumbres, desterrassen de la ciudad al que las dixesse; especialmente usaua mucho rigor contra vna manera de gente infernal que de noche se anda echando pullas por las calles con mucho daño de las tiernas donzellas y de las religiosas que lo oyen. Al principio, se me opusieron algunos, diziendo no ser aquel delicto digno de castigo. Estonces dixe yo, ¿cómo? Castigáis al que con cosas hediondas inficiona la ciudad, porque es cosa dañosa a los cuerpos ¿y no castigaréis a éstos que con sus abhominables palabras esparzen tanta ponçoña en las ánimas? Después desto, considerando de quántos males y errores son causa muchos libros y escripturas compuestas o por hombres simples o por viciosos y maliciosos, teniendo solamente respecto al interesse suyo particular, yo mismo passé y examiné todos los libros vulgares que hauía en mi obispado, y aun libritos de rezar y oraciones que se vendían apartadas, y bien visto todo, y comunicado con personas sabias y virtuosas, vedé que no se vendiessen libros de cosas prophanas & historias fingidas, porque con aquéllos se inficionauan los ánimos de los que leýan y de los que oýan y con estotros se pierde el tiempo sin poderse dellos sacar fructo. En esto ouo poco que hazer, porque la cosa se estaua de suyo clara. Mas en los libros que tenían título de religión y castidad tuue muy gran trabajo & incomportables contradiciones, porque las cosas que con este título entran son muy malas de desarraygar. Todavía insistí tanto en ello, viendo la necessidad que desto hauía, y la multitud de engaños que de aquí manauan, y las impertinencias y disparates que en muchos libros a cada passo hallé, que al fin quité muchas cosas apócriphas y otras que ofuscauan más que edificauan los leyentes. Y finalmente aparté todo aquello que parecía ser en alguna manera contrario, no solamente a la fe, mas a la doctrina cristiana. Allende desto de libros y horas de rezar quité muchas oraciones por idiotas & ignorantes ordenadas más para sus interesses que por otro respecto en que hallaua no poca superstición y aun idolatría tan manifiesta, que apenas podía leerlas sin llorar, viendo a quánta ceguedad éramos venidos los cristianos y a quán buen sueño duermen los perlados que aquello sufren. En otras oraciones quité los títulos que dezían vnos que el que la dixesse no moriría e pecado mortal, o que le serían perdonados todos sus pecados o que veería a Nuestra Señora tres días antes de su muerte o que le diría la hora della, hallando por mi cuenta que muchos, fiándose en estas oraciones y en otras semejantes deuociones, o por mejor dezir, supersticiones que traen entre las manos, nunca dexan de pecar, pensando que sus deuociones les darán la gloria, aunque por otra parte perseueren continuamente en ofender a dios, engaño por cierto, digno de llorar. Determinando, pues, qué libros se hauían de leer y qué de uedar y dexar, y puesto en orden, emendado y adreçado lo que se auía de leer, assí de cosas sacras como profanas, hize impremir de todo ello vna muy gran multitud de libros, assí en latín como en vulgar & hize trasladar el Testamento Nueuo y otras cosas latinas que me parecieron prouechosas para el vulgo. Y quando lo toue todo impresso, publiqué por todo mi obispado la orden que en esto se hauía dado, rogando y mandando a todos, so pena de ser echados de la yglesia, que truxessen luego los libros que tenían, nueuos & viejos, a mí o a mis deputados, y por cada libro que dauan de aquellos corruptos, falsos y malos, les daua yo otro de los buenos y emendados que hauía hecho imprimir, sin consentir que se les lleuasse por ello vn solo dinero. Y desta manera, no hauía persona que no holgasse y aun tuuiesse en mucha gracia que le trocassen su ruýn libro por vn bueno sin que le costasse nada y quando los toue todos recogidos, como a malhechores, los desterré de todo mi obispado. Y como de allí adelante la gente se empleaua en leer cosas sanctas y de puramente buena doctrina y limpia de supersticiones y engaños, marauillaros ýades con quanta felicidad y quán presto floreció en mi obispado el viuir verdaderamente cristiano y a mi ver ésta fue vna de las mejores obras que yo en mi obispado hize. Allende desto, ordené vn colegio en que cien niños aprendiessen a viuir como cristianos, y sciencia para que lo supiessen enseñar a otros, no poniendo en él personas por fauor ni por otra grangería, sino los que a mi parecer houiessen de salir más tiles a la república, dándoles los más insignes maestros que en letras y en bondad de vida hallaua. A estos colegiales proueýa yo de los beneficios que vacauan, conforme a la habilidad y letras de cada vno. Procuré que se quitassen los vagabundos especialmente los que andauan pidiendo por dios podiendo trabajar; toue manera que cada pueblo mantuuiesse ordinariamente sus pobres, no dexándolos andar por las yglesias ni por las calles, y que a los estrangeros diessen de comer en cada lugar por tres días y no más, echándolos al tercero día fuera, si no estuuiessen notablemente enfermos. A los frayles mendicantes hazía dar muy bien de comer en sus monesterios, no consientiendo que saliessen dellos sino a predicar o a confessar. A los huérfanos, viudas y otros pobres vergonçantes proueýa yo de mi casa, preciándome de visitarlos, consolándolos y ayudándolos en sus necessidades, quanto mi renta se podía estender. Cada mes visitaua los hospitales, proueyéndolos de lo que auían menester. A mis clérigos tenía tan sugetos y obedientes, que vnos por virtud y otros por vergüença o temor no osauan hazer lo que no deuían. Pleyto sobre beneficio nunca lo consentí; los otros pleyteantes entendía siempre en concertar, mostrándoles aun al vencedor ser más la pérdida que la ganancia. No podía sufrir ni consentir enemistades. Trabajaua que todos viuiesen en paz y caridad, andando yo de casa en casa procurándolo. A ninguno ordenaua de corona si no tenía beneficio y suficiencia para ser clérigo. A los malos clérigos castigaua con mucho rigor; a los buenos abraçaua con muy grande amor. Yo mismo visitaua todo mi obispado, no para cohechar ni lleuar lo suyo a ninguno, mas para darles yo de lo que dios me hauía dado que dispensasse. Reparé muchas yglesias, otras proueý de ornamentos, tomando de vnas que tenían demasiado y dando a otras que tenían falta. Toue siempre mucho cuidado de casar huérfanas y ayudar a otras personas necessitadas, no dando lugar que alguna donzeIla se perdiesse ni aun se metiesse monja por necessidad, y si me faltauan dineros para esto, no pudiendo tanto cumplir mis rentas, no dexaua de tomar de la plata que algunas yglesias tenían sobrada, y tanbién de las fábricas para emplear en vna tan buena obra como ésta, porque no se perdiessen aquellas ánimas que son verdaderos templos de dios y ornamentos con que huelga de ser seruido. M. ¿Y no hauía quién murmurasse contra ti por esso? AN. Bien creo que no faltaua, mas como mis obras no les dauan causa que pensassen mal de mí, los buenos lo tenían por bueno, y los malos no osauan hablar. M. Por cierto, aunque sancta, trabajosa vida tenías. AN. ¿Cómo trabajosa? Antes muy descansada en comparación de la que otros obispos tienen; vnos andan en la corte procurando de trocar su obispado por otro, no en que puedan mejor seruir a dios, mas en que mayor renta tengan con que siruan a sí. Y sabe dios quántos trabajos, afrentas y befas que a cada hora reciben. Otros, si residen en sus yglesias, es con continua discordia que tienen con sus cabildos; otros juegan lo suyo y lo ageno; otros mantienen caça como hombres prophanos, y neuando y llouiendo, se andan vn día entero por caçar vna pobre perdiz; otros andan tan sin vergüença entremetidos en mugeres como si ni fuessen obispos ni cristianos. Y allende del trabajo, que para mantener estos vicios los cuytados passan, que a la verdad es mucho más y mayor que el que yo tenía, ¿quién no sabe quanta hyel y amargura les viene mezclado con aquellos deleytes, acordándose que por vna parte ofenden a dios, no haziendo lo que son obligados, y haziendo lo que en ninguna manera deurían hazer y por otra adquieren vna grande infamia en este mundo. ¿No os parece que recebía yo más verdadero deleite en mejorar las costumbres de mi obispado que los otros en trocar los suyos por otros más ricos? ¿No os parece que me holgaua yo más en viuir en paz con mi cabildo que los otros en andar a puñadas con él? ¿No os parece que holgaua yo más en gastar mi hazienda con pobres y necessitados que aquéllos en jugarla y comerla y gastarla con chocarreros y desperdiciarla? ¿No os parece que era muy mayor gozo el que yo tornaua en ganar vna ánima que el de aquéllos en matar vna perdiz? Pues si añadimos a esto el desassossiego con que de continuo, muriendo viuen, y viuiendo temen la muerte, y por otra parte el alegría y contentamiento con que yo, deseando dexar aquel cuerpo, viuía, claramente conosceréis la ventaja que aun allá en el mundo les tenía. M. Dessos tales me marauillo yo con qué cara osan pedir obispados para vsar tan mal dellos, y aun mucho más de los que se los dan. C. Yo te diré, Mercurio, los que los piden, o son ydiotas o letrados; si ydiotas, no saben lo que se piden; si letrados créme tú que no creen firmemente lo que leen, pues los que se los dan, de la misma manera, o ellos no saben ni les djzen lo que dan o si lo saben y se lo dizen, no sienten bien de la religión en que viuen. Si no, dezidnos Vos si es assí verdad. AN. Allá se lo hayan, que yo me entremeto en juzgar vidas agenas ni puedo aquí más parar. C. Dí, Mercurio, ¿quántos perlados como éste hallaste entre cristianos? M. ¿Quántos, me preguntas? Dígote que andue toda la cristiandad y ni aun éste pude hallar, mas mira si quieres que tornemos a nuestra plática. C. Más quiero esso. M. Quando el Rey de Francia houo leýdo o publicado su cartel, aunque dixo quererlo luego embiar al Emperador, todavía lo dilató muchos días, pareciéndole ya que en alguna manera hauía cumplido con el vulgo y que, hecho aquello, lo mejor era dilatar quanto pudiesse la conclsión en que no podía dexar de perder la vida y la honrra, o a lo menos la honrra sola, no queriendo venir al combate. C. Como cuerdo. Pésale al tauernero quando le horadan el cuero, y no se guardará vn Rey que no le rompan la pelleja M. Aosadas, qual tú, tales son tus razones. A la fin de pura vergüença fue forçado a embiar vn rey de armas con su cartel. E como el Emperador fe auisado de su venida, porque no se detuuiesse, sperando el saluoconduto, o no lo tomasse por achaque para boluerse, le embió a tres partes de la frontera de Francia tres saluoconductos y mandó a sus capitanes y gouernadores de las fronteras que, viniendo, le hyziessen muy buen tractamiento y lo embiassen acompañado hasta su corte, porque ningún enojo le fuesse fecho de manera que los saluoconductos del Emperador llegaron a la frontera antes que el rey de armas del Rey de Francia. A la fin él entró en España y llegó a la corte del Emperador, que a la sazón estaua en Monçon, a siete días del mes de junio, donde fue muy bien recebido, y el día siguiente el Emperador le dio audiencia pública, en presencia de muchos grandes y prelados. C. ¿Viste tú aquel acto? M. ¡Mira si lo vi! Estaua el Emperador en su estrado imperial, y a sus lados todos aquellos señores que lo acompañauan. En esto llegó el Rey de armas, vestida su cota con las armas del Rey de Francia, y fechas cinco reuerencias hasta el suelo, se hincó de rodillas ante el Emperador, suplicándole le diesse licencia para vsar de su oficio, y después facultad para que libre y seguramente pudiesse boluer al Rey su amo El Emperador se la dio muy liberalmente, diziéndole que quanto a lo demás él lo haría muy bien tratar. Estonces el Rey de armas se leantó en pie, y queriendo presentar su cartel dixo cómo el Rey su amo, auisado de las palabras que contra su honrra el Emperador hauía dicho, y queriendo cumplir con lo que deuía, y era obligado a no dexarse injustamente injuriar, le embiaua aquel cartel, firmado de su nombre, por el qual veería quán enteramente satisfazía a todo aquello de que era acusado. El Emperador le preguntó si le era mandado que él mismo leyesse aquel cartel. El Rey de armas respondió que no, pidiendo licencia para yrse. C. Como necio. Mira, ¿quién viene con tal embaxada que no se dessea ver libre della? M. El Emperador tomó el cartel, diziendo que él lo veería y respondería de manera que su honrra serí bien guardada, lo que al Rey de Francia sería quasi imposible hazer. C. Ni aun él se quería poner en essos trabajos de cumplir con su honrra. M. Luego el canciller del Emperador hizo vna protestación, diziendo que su magestad, por cosa que en aquella materia hiziesse, no entendía perjudicar a lo que por la capitulación de Madrid de derecho le pertenece. C. ¿A qué propósito son estas protestaciones, pues a la fin el más fuerte lo ha de lleuar? ¡Cómo si las cosas entre los príncipes se ordenassen o hiziessen por las leyes y no por las armas! M. Dizes muy gran verdad, mas quien con franceses trata, lo vno y lo otro ha menester. Hecha la protestación, el Emperador, endereçando sus palabras al rey d'armas, habló en esta guisa: -Rey d'armas, aunque por muchas causas y razones el Rey vuestro amo deue ser tenido y es inábil para vn acto como éste contra qualquier hombre, quanto más contra mí, todavía por el desseo que yo tengo de aueriguar por mi persona estas diferencias, euitando mayor derramamiento de sangre cristiana, consiento que el rey vuestro amo haga este acto y desde agora lo abilito solamente para él. C. Gana tenía esse príncipe de venir a las manos; aosadas que nunca el Rey de Francia lo abilitara a él para esse efecto. M. Hecho esto, el rey d'armas dixo que si por respuesta el Emperador le quería dar seguridad del campo, él la lleuaría, donde no, que suplicaua a su magestad no le mandasse lleuar otra respuesta. El Emperador le dixo que él quería responder y embiar con la respuesta vno de sus reyes d'armas, y pues él para España hauía pedido saluoconduto, que procurasse de embiar tanbién saluoconduto de su rey para el rey d'armas que él en Francia embiaría, y diziendo el rey d'armas que en ello no hauría falta, se despidió. Luego el Emperador mandó leer el cartel del rey de Francia en alto para que lo pudiessen todos entender y fue leýdo. C. ¿Por qué no me dizes siquiera lo que contenía? M. ¿Ya no te lo leý palabra por palabra? C. Ya, ya, ¿el que leýste denantes deue ser? M. Esse mesmo. C. ¿No se rieron todos de oyr tan crueles badajadas? M. ¿Hauíanse de reyr en presencia de su Príncipe? C. Quanto yo, aunque estuuieran presentes cinquenta Plutones y otros tantos Vulcanos, bien sé que no me pudiera tener de risa oyendo tales disparates. M. No son todos como tú. Leýdo, pues, el cartel, vieras al Emperador hazer vna habla con tanta grauedad, hmanidad, y bondad que quedaras enamorado de sus dulces & cristianas razones. C. ¿Qué dezía? M. Contóles allí breuemente lo mucho que por el Rey de Francia hauía fecho, y las malas obras que en lugar de agradecimiento dél hauía recebido y que hauiendo ya tentado todos los medios que le hauían sido possibles para viuir con él en paz, & no hauiéndola podido alcançar, le parecía ya no quedar por hazer sino que ellos dos por sus personas determinassen estas diferencias y que por su parte, él estaua determinado a poner su vida al tablero por redemir y rescatar con derramar su propria sangre los males y daños que padece la cristiadad. C. ¿Dessas palabras me hauía yo de enamorar, Mercurio? ¿Dónde tienes tu seso? M. ¿No dixiste que ni te puede dexar de parecer mal lo malo ni bien lo bueno? Pues, ¿qué palabras pudieran ser en el mundo mejores ni más santas que éstas? C. Sean quan buenas y quan sanctas tú quisieres, que a la fin muy dañosas son para mí. M. Después desto, concluyó diziendo que, pues la cosa era venida a los términos que veýan, y él no era de aquellos que por su sola cabeça se quieren gouernar; cada vno por su parte pensasse bien en ello y le dixesse libre y fielmete lo que en este caso deuiesse hazer. Todos loaron la buena y sancta intención de su magestad, ofreciéndole no solamente consejo, mas de poner sus vidas como buenos y leales vasallos por la suya. C. No me parece bien que assí públicamente pidiesse el Emperador para esto consejo, mostrando que no sabía lo que deuía hazer. M. Estás engañado. Antes se deue tener por muy gran virtud quando el príncipe pide y guýa sus cosas por consejo y parecer de los suyos y por muy gran falta y tacha quando solamente se rige y gouierna por el suyo, sin escuchar ni creer a los que están cabe él. Bien es verdad que deue mucho mirar a quien pide y de quien toma consejo. C. No miras, Mercurio, qué priessa lleua aquella ánima Parece hauerse escapado de manos del lobo. M. Vamos allá. AN. Vosotros, ¿qué me queréis? M. Que nos digas quién eres. AN. Me detendría con vosotros. M. Dínoslo, siquiera por amor de Jesuchristo. AN. Con esse conjuro alcançaréis vosotros de mí lo que quisierdes, hermanos, pes, lo queréis saber. Yo en mi mocedad me puse no solamente a deprender mas tanbién a esperimentar la doctrina cristiana, pareciéndome aquél solo ser el verdadero camino, y todo lo otro vanidad y como mi intención era buena y mi estudiar era siempre mezclado con oración, pidiendo a dios continuamente su gracia, no fiando en mi ingenio ni fuerças proprias, hízoseme tan clara la sagrada escriptura e yo me dí tan de veras a ella, que en poco tiempo se hallauan ante mí confundidos muchos theólogos que toda su vida, estudiando en sus inútiles sotilezas, hauían gastado. Y por no ser castigado como aquel sieruo que escondió el talento de su señor, conosciendo quán abundantemente hauía dios conmigo rpartido su gracia, no quise hauerla recebido en vano, mas al principio entre amigos en particular y después por los púlpitos comencé a publicar y sembrar lo que dios me hauía dado, conosciendo ser su voluntad que assí le siruiéssemos los hombres en la tierra, como es seruido de los ángeles en el cielo. Esta era mi muy firm intención y a este fin endereçaua yo todas mis palabras y obras, no curándome de que mis sermones fuessen muy altos ni muy elegantes, con que fuessen cristianos, ni dándoseme nada que me dixessen idiota y mis sermones no ser de letrado, con que conosciessen ser de cristiano. Sobre todo procuraua siempre de conformar mis obras con mis palabras, teniendo por cosa muy fea hallarme yo culpado en aquello que en los otros reprehendía. E conosciendo quán poco fruto haze el predicador vicioso, aunque sus palabras sean las mejores del mundo, y quánta fuerça tiene la doctrina del que libremente y sin respecto puede hablar como hombre en quien ningún vicio puede ser notado, antes que me pusiesse en el púlpito, rogaua con mucho feruor y deuoción a dios que inspirasse en mí su gracia para que de mis palabras se seguiesse a él mucho seruicio y prouecho a su pueblo, rogándole tanbién que no me dexasse hablar a mí,mas que su spíritu hablasse por mi boca. Subido, pues, en el púlpito, ni me acordaua de mí ni pensaua en otra cosa sino inflamado y ardiendo en fuego de caridad y amor de dios y de aquellos mis próximos, dezía aquello che más me parecía poderles aprouechar. M. ¿Cómo ordenauas tus sermones? AN. Al principio antes que començasse a hablar, amonestaua y rogaua a todos que, hicadas las rodillas en el suelo y leuantdos los spíritus a dios, le pidiessen gracia para que sus ánimas se conuertiessen y edificassen con lo que allí hauían de oír y los vicios y malas inclinaciones se desterrassen, de manera que saliessen de allí nueuos hombres. M. Sé que la gracia a la Virgen María se suele pedir al principio del sermón, que no a dios. AN. Tanbién algunas vezes hazía yo que llamassen a ella por intercessora, mas que principalmente la pidiessen a dios, pues él sólo puede darla. M. ¿No les hazías dezir el Aue María, como los otros predicadores suelen hazer? AN. Pocas vezes. M. ¿Por qué? AN. Porque mucho más se edifica el ánima quando ella mesma se leuanta a suplicar vna cosa a dios, de que conosce tener necessidad, que no quando le dizen palabras que las más vezes el mesmo que las dize no las entiende, y mucho más alcança de dios vna ánima con sospiros y sanctos desseos, que no la boca con muchas palabras, estando como no pocas vezes está el ánima, en la plaça y aun en lugares más prophanos. M. Luego, ¿tú no tenías por buena la oración vocal? AN. Antes la tenía por muy sancta y necessaria, mas tanbién tenía por muy mejor la mental, porque hallaua muchas vezes en la Sagrada Escriptura reprehendidos los que orauan con la boca, teniendo el coraçón apartado de dios, y hallaua en la doctrina christiana que los verdaderos adoradores adorauan al Padre en spírit y en verdad porque como dios sea spíritu, quiere ser con el spíritu adorado. M. Pedida la gracia, ¿qué les dezías? AN. Si el euangelio era pequeño y la epístola no grande, diuidía mi sermón en tres partes: en la primera deciaraua la epístola y en la segunda el euangelio, no curándome de tractar allí subtilezas ni de mouer dificultades, mas solamente declarando el sentido literal y alguna cosa que manifestasse la grandeza y bondad de dios, con que arrebatasse en su amor las ánimas de los oyentes. Si la epístola o el euangelio era muy largo, tomaua, para declarar lo vno o lo otro los lugares donde me parecía hauer más doctrina, y de las dos partes hazía vna. M. ¿No tomauas tema para tu sermón? AN. Ni en mis sermones, ni en otra cosa quería tener tema con nadie. M. No digo esso, sino quando predicauas, ¿si tomauas vn tema en que fundauas tu sermón? AN. Bien te entiendo, y por esso te digo que no, dexando esso para los temosos o curiosos, que por traer todo lo que dizen al propósito del tema, que al principio tomaron, aunque sea por fuerça, y de los cabellos estirado, se andan buscando rodeos con que pierden tiempo y ningún fructo ganan. La tercera parte gastaua en amonestar y reprehender, mas esto hazía yo de manera que pudiessen todos conoscer no mouerme a ello ambición, passión, ni afición, mas solamente el bien vniuersaI. Lo primero, yo me informaua muy bien de la calidad de aquella gente a quien predicaua y de su manera de viuir. Y si hallaua andar entrellos algunas supersticiones o necedades en las cosas de la fe y doctrina cristiana, procuraua ante todas cosas de remediarlas y desarraygarlas, conosciendo quánta pestilencia traen cosas semejantes en los ánimos de los simples, y en esto procuré siempre de dezir la verdad pura y limpia, sin tener temor ni respecto a nadie, y sabe dios los trabajos, peligros y persecuciones que yo a esta causa passé, mas todo lo sufría alegremente por amor de Aquél que por mí hauía padecido mucho más. Después desto, me informaua muy particularmente de los vicios que principalmente allí Reynauan, y aquellos reprehendía yo, no de manera que espantasse a los viciosos para que no viniessen más a mi sermón, mas con tanto amor y dulçor que los combidaua a venir otras vezes & a los que principalmente veýa notados de algún vicio señalado, yo mismo yua a sus casas a predicarles y amonestarles que se apartassen dellos, y no solamente abhominaua y afeaua los vicios para que los dexassen, mas por otra parte loaua y hermoseaua las virtudes para que en lugar dellos las encaxassen. Nunca reprehendía cosa sino en su tiempo y lugar, pareciéndome muy mal lo que muchos predicadores hazen, reprehendiendo los viciosos absentes y halagando, y aun a las vezes manteniendo los presentes. A los príncipes, perlados y justicias holgaua más de reprehender en sus casas en secreto que desde los púlpitos en público, porque el vulgo no les perdiesse la reuerencia, obediencia y acatamiento que les deue tener, de que conoscía seguirse muchos y muy grandes inconuenientes, pero quando los veýa obstinados y que por sus particulares interesses, passiones o aficiones dexauan de hazer lo que deuían y eran obligados, no dexaua yo de reprehenderlos y afear públicamente lo que hazían & mostrarles lo que deuían hazer, porque de vergüença viniessen a hazer lo que no querían de grado, acordándome que San Pablo bien osó en público reprehender a Sanct Pedro, como él mismo escriue a los Gálathas. M. Andándote dessa manera a dezir verdades no te faltarían persecuciones. AN. Hasta la muerte nunca me faltaron, mas todo el mal que ellos me procurauan hazer era todo el bien que yo desseaua alcançar. M. ¿Cómo es possible? AN. ¿Qué mayor bien podía yo dessear que padecer afliciones por amor de Jesucristo?, y ¿qué mayor gloria que morir por mantener y maifestar su verdad? M. ¿Y la infamia? AN. Infamia es viuir mal y en ofensa de dios, y muy buena fama la del que por su seruicio muere, aunque por los del mundo sea menospreciado. M. ¿Y tu cuerpo? AN. Mi cuerpo era tierra y me haze muy poco al caso que o en la sepoltura o en otra parte se conuierta en tierra, pues assí como assí, resuscitará en el juyzio, entero. M. ¿No te duele que aquella carne e cuya compañía tantos años viuiste sea maltrattada? A. Los que en tal manera se confederaron con su carne que ninguna cosa le negauan de las que ella quería, procuran de regalarla aun después de muertos, mas yo, que tenía continua guerra con ella, no solamente no quería regalarla, mas me vengo y huelgo de que aquella mi enemiga sea muy maltratada. M. ¿Y la infamia de tus parientes? AN. Quanto más mis parientes fueren abatidos y menospreciados del mundo, tanto será más sublimados y preciados por dios, si como yo lo tomo, lo quisieren tomar ellos. M. ¿Y tus bienes? AN. Mis bienes tenía yo para seruir con ellos a dios, y pues son suyos, él disporná dellos lo que más fuere seruido. M. ¿De manera que tú te partes muy contenta de aquel mundo? AN. Sabes que tan contenta que me venía huyendo con la priessa que vistes, porque no me tornassen a llamar. Ya yo he hecho lo que me rogastes, tanbién os ruego yo que no me detengáis más. M. ¿Qué me miras, Carón? C. Estoi tan atónito de oýr lo que esta ánima nos ha contado, que no puedo acabar de tornar en mí. Quanto que si muchos tales como éste se leuantan entre cristianos, bien me podrán dar a mí cient açotes por vagabundo. M. No cures, que por muchos que aya, se hallan siempre muchos más que los persiguen y espantan, de suerte que no se osan mostrar. C. No te entiendo, Mercurio. M. Ay entre cristianos vn género de gente que tiene usurpado el nombre de perfición y sanctidad, y están muchos dellos tan lexos de lo vno y de lo otro como nosotros de subir al cielo, y como éstos veen que alguno con obras o con palabras comiença a mostrar en qué consiste la perfeción cristiana y la religión y sanctidad que los cristianos deuen tener, luego aquéllos como lobos se leuantan contra él y lo persiguen, interpretándole mal sus palabras, y leuantándole que dixo lo que nunca pensó, lo acusan y procuran de condemnar por herege. De manera que apenas ay hombre que ose hablar ni viuir como verdadero christiano. C. ¡O qué buenos amigos! ¡Oxalá pudiesse yo hazer algo por éssos! Dime, ¿en qué los conosceré? M. Traen tantos y tan diuersos hábitos que no te podría dar regla cierta. Todavía, si me lo pagas, dezírtelo he mas al oýdo. C. ¿Por qué no lo dirás alto? M. Tengo miedo que me leuanten a mí que rabio. C. Dílo, pues, como quisieres. M. Llégate acá. C. ¡Ha, ha, he! Yo jurara que eran éssos. Déxame con ellos y tornemos a nuestro propósito. M. Hauido, pues, por el Emperador el parecer de los de su consejo y de los grandes y perlados de sus reynos, respondió al Rey de Francia por vn cartel no menos prudente que animoso. C. ¿Tiéneslo por dicha? M. Mira si lo tengo, y aun escripto en pergamino. C. ¿Querrásmelo leer? M. Antes te ruego yo que lo oygas. C. Comiença, pues, por tu vida, aunque sea largo. M. No pudo ser más corto, porque va resumiendo lo que dize el otro; por esso, has de estar muy atento. C. Vesme aquí patitendido. M. Cartel del Emperador al Rey de Francia. Carlos, por la diuina clemencia. El Emperador de Romanos, Rey de Alemaña y de las Españas, etc. Hago saber a Vos Francisco, por la gracia de dios, Rey de Francia, que a ocho días deste mes de junio, por Guiena, vuestro Rey de armas, recebí vuestro cartel, fecho a XXVIII de março, el qual, de más lexos que hay de París aquí pudiera ser venido más presto y conforme a lo quede mi parte fue dicho a vuestro Rey de armas, os respondo. A lo que dezís que en algunas respuestas por mí dadas a los embaxadores y reyes de armas que por bien de la paz me hauéis embiado, queriéndome yo sin causa escusar, os haya a Vos acusado. Yo no he visto otro Rey de armas vuestro que el que me vino en Burgos a intimar la guerra, & quanto a mí, no os hauiendo en cosa alguna errado, ninguna necessidad tengo de escusarme, mas a Vos vuestra falta es la que os acusa. Y a lo que dezís tener yo vuestra fe, dezís verdad, entendiendo por la que me distes por la capitulación de Madrid, como parece por escripturas firmadas de vuestra mano, de boluer a mi poder como mi prisionero de buena guerra en caso que no cumpliéssedes lo que por la dicha capitulación me hauíades prometido, mas, hauer yo dicho como dezís en vuestro cartel, que estando Vos sobre vuestra fe, contra vuestra promessa os érades ydo y salido de mis manos y de mi poder, palabras son que nunca yo dixe, pues jamás yo pretendí tener vuestra fe de no yros sino de boluer en la forma capitulada, y si Vos esto hiziérades, ni faltárades a vuestros hijos, ni a lo que deuéis a vuestra honrra. Y a lo que dezís que para defender vuestra honrra, que en tal caso sería contra verdad muy cargada, hauéis querido embiar vuestro cartel, por el qual dezís que aunque ningún hombre guardado puede hauer obligación de fe, y que ésta os sea escusa harto suficiente, no obstante esto, queriendo satisfazer a cada vno y tanbién a vuestra honrra, que dezís, queréis guardar y guardaréis, si a dios plaze hasta la muerte, me hazéis saber que si os he querido o quiero cargar no solamente de vuestra fe o libertad mas aun de hauer jamás hecho cosa que vn cauallero amador de su honrra se deua hazer, dezís que he mentido y que quantas vezes lo dixere mentiré, seyendo deliberado defender vuestra honrra hasta la fin de vuestra vida. A esto os respondo que, mirada la forma de la capitulación, vuestra escusa de ser guardado no puede hauer lugar, mas pues tan poca estima hazéis de vuestra honrra, no me marauillo que neguéis ser obligado a cumplir vuestra promessa. Y vuestras palabras no satisfazen por vuestra honrra, porque yo he dicho y diré sin mentir, que Vos hauéis fecho ruynmente y vilmente en no guardarme la fe que me distes conforme a la capitulación de Madrid. Y diziendo esto, no os culpo de cosas secretas ni jmpossibles de prouar, pues parece por escripturas de vuestra mano firmadas, las quales Vos no podéis escusar ni negar. Y si quisierdes afirmar lo contrario, pues ya os tengo yo habilitado solamente para este combate, digo que por bien de la christiandad y por euitar efusión de sangue y poner fin a esta guerra, y por defender mi justa demanda, manterné de mi persona a la vuestra ser lo que he dicho verdad. Mas no quiero vsar con Vos de las palabras que Vos vsáis, pues vuestras obras, sin que yo ni otro lo diga, son las que os desmienten y tanbién porque cada vno puede desde lexos vsar de tales palabras más seguramente que desde cerca. A lo que dezís que, pues contra verdad os he querido cargar, de aquí adelante no os escriua cosa alguna, mas que assegure el campo y Vos traeréis las armas, conuiene que hayáys paciencia de que se digan vuestras obras & que yo os escriua esta respuesta, por la qual digo que acepto el dar del campo & soy contento de assegurároslo por mi parte por todos los medios razonables que para ello se podrán hallar. Y a este efecto, y por más prompto & expediente, desde agora os nombro el lugar para el dicho combate sobre el río que passa entre Fuenterabia y Andaya, en la parte y de la manera que de común consentimento será ordenado por más seguro y conueniente, y me parece que de razón no lo podéis en alguna manera rehusar ni dezir no ser harto seguro, pues en él fuistes Vos soltado, dando vuestros hijos por rehenes y vuestra fe de boluer, como dicho es, y tan bién visto que, pues en el mismo río fiastes vuestra persona y las de vuestros hijos, podéis bien fiar agora la vuestra sola, pues porné yo tanbién la mía. Y se hallarán medios para que no obstante el sitio del lugar ninguna ventaja tenga más el vno, que el otro y para este efecto y para concertar la electión de las armas, que pretendo yo petenecerme a mí, y no a Vos, y porque en la conclusión no haya longuerías ni dilaciones, podremos embiar gentiles hombres de entramas partes al dicho lugar, con poder bastante para platicar y concertar, assí la ygual seguridad del campo, como la eleción de las armas, el día del combate y la resta que tocará a este efecto, y si dentro de quarenta días después de la presentación désta no me respondéis ni auisáis de vuestra intención, bien se podrá ver que la dilación del combate será vuestra, que os será imputado y ayuntado con la falta de no hauer cumplido lo que prometistes en Madrid. Y quanto a lo que protestáis que si después de vuestra declaration en otras partes yo digo o escriuo palabras contra vuestra honrra, que la vergüença de la dilación del combate será mía, pues que venidos a él cessan todas escripturas, vuestra protestación sería bien escusada, pues no me podéis Vos vedar que yo no diga verdad, aunque os pese. E tanbién soy seguro que no podré yo recebir vergüença de la dilación del combate, pues puede todo el mundo conoscer el afición que de ver la fin dél tengo. Fecha en Monçón, en mi reyno de Aragón, a veinte y quatro días del mes de junio de mill y quinientos y veinte y ocho años. Charles C. A la fe, Mercurio, el que esse cartel escriuió más quería que palabras. M. Dizes la verdad, y aún si bien lo has ponderado, con no menos prudencia que ánimo lo escriuió. C. A la fe, no hauía yo menester essos ánimos ni essas prudencias. M. Calla, Carón, ¿no miras con quánta grauedad sube esta ánima? Sepamos quién es. C. Pregúntaselo tú si quisieres. M. Dinos, ánima bienauenturada, ¿qué estado tuuiste en el mundo? AN. Fui cardenal. M. ¿Cardenal? ¿Qué me dizes? AN. Assí passa. M. Dínos, pues, por charidad, ¿cómo alcançaste aquella dignidad que se da pocas vezes por amor de dios, y cómo te gouernaste en ella? AN. Considerando yo quán perdida estaua la christiandad y quánta necessidad tenía en muchas cosas de reformación, desseoso de entender en vna tan sancta y tan necessaria obra, y viendo que el más conueniente lugar para ello era estar cabe el Summo Pontífice, desseaua hallar medio para ser Cardenal, y sabido que no se alcançaua aquella dignidad sino o por dineros o por manos o por fauor de príncipes o por luengo seruicio, tomé por mejor partido comprarla, y de verdad me costó más de veinte y cinco mill ducados, y aun yo os prometo que ante de veinte días me hallé bien arrepentido. M. ¿Por qué? AN. Como comencé a entrar en consistorio & vi las cosas que allí se tractauan y los reueses y contradiciones que hallaua en lo que por el bien público yo proponía, halléme tan turbado que no sabía disponer de mí. A la fin, me pareció que, pues no podía aprouechar a otros, menos mal era aprouecharme a mí que no perderme yo tanbién con ellos. & no vn mes después que recebí el capelo, les dexé su Roma, su púrpura, & su consistorio y me retruxe en vna abadía que yo tenía, donde en la administración de mis frayles y de los otros mis súbditos, mediante la gracia de Jesucristo, me gouerné de manera que en recompensa de aquellos pequeños trabajos ha plazido a dios darme la vida eterna. M. A buen amo seruiste; razón es que hayas buen galardón. ¿Quieres que prosigua, Carón? C. No querría otra cosa. M. Ordenado que houo el Emperador su respuesta, firmada de su mano, la dio a vno, de sus reyes de armas, mandándole que con toda diligencia la lleuasse al Rey de Francia y él mesmo públicamente se la leyesse, & si no la quisiesse oír, se la diesse en sus manos & auida su respuesta, luego se boluiesse. El Rey de armas se fue para Fuenterabía, donde pensaua hallar el saluoconducto del Rey de Francia, y como no houiesse memoria dél, embió vn trompeta al gouernador de Bayona, rogándole que, si lo tenía, luego se lo embiasse, porque él allí no esperaua otra cosa. El gouernador, a cabo de nueue días, le respondió que el Rey de Francia, su amo, le hauía embiado el saluoconduto que pedía, mas con tal condición que no se lo embasse sin ser primero certificado que traya la seguridad del campo y no otra cosa. El Rey de armas le respondió que él lleuaua la seguridad del campo y cargo de dezir otras cosas tocantes al combate, y respuesta al cartel del Rey de Francia. El gouernador replicó, diziendo que si traýa solamente la seguridad del campo, sin otra cosa alguna, le dexaría entrar libremente en Francia y le haría muy buen tratamiento, pero que si traya otra cosa, él no lo podía dexar entrar, diziendo que el Rey su amo no quería palabras sino obras. C. A la fe, tenía razón. ¿Qué cumple palabras quando se puede venir a las manos? M. No sabes lo que te dizes. Antes no se puede venir a las manos sin que precedan primero mchas palabras en que se determine y acabe la causa por qué se combate; de otra manera parecería batalla, no de príncipes, mas riña de locos. Y si bien lo miras, hallarás aquí dos cosas muy rezias: la vna, impedir la entrada a vn rey de armas que suelen, aun entre gente bárbara tener libertad para yr y venir seguramente por doquiera, y la otra, quel Rey de Francia assí absolutamente pidiesse la seguridad del campo, sin aclarar primero qué es aquello sobre que quería combatir o si el Emperador confessaua o negaua hauer dicho lo que al Rey de Francia hauía sido referido. C. Veamos, ¿él no lo embió escripto y firmado de su mao al embaxador del Rey de Francia? M. Dizes verdad, mas aquella carta no era llegada en Francia quando el rey publicó su cartel, ni puede el Rey con verdad dezir que ella lo mouiesse a desafío. Allende desto, ay mucha differencia de lo que dize la carta a lo que contiene el cartel. La carta dize que el Rey de Francia lo hauía hecho vilmente y ruynmente en no cumplir lo que hauía jurado y prometido, y el cartel refiere hauer dicho el Emperador que el Rey Francia se haía ydo y soltado de su poder, contrauiniendo a la fe que le hauía dado, cosa que ni nunca el Emperador dixo, ni tanpoco, hauía por qué lo dixesse, hauiéndolo él de su propia voluntad soltado y puesto en libertad, sin nunca tomarle su fe que no se yría, mas, que si no cumpliesse lo capitulado, boluería a la prisión. De manera que queriendo el Rey de Francia disfraçar las palabras por hazer su causa, de manifiestamente mala, claramente buena, justo era que aquello se aueriguasse antes que viniessen al campo, porque egando el Emperador hauer dicho lo que el Rey de Francia refería, quiçá él no qisiera combatir sobre las otras palabras que el Emperador afirmaua hauer dicho, y assí, ni houiera sobre qué combatir, ni necessidad de la seguridad del campo que él tan impertinentemente pedía. Allende desto, el Emperador pudiera responder que el Rey de Francia, siendo su prisionero de justa guerra, era inábil para desafiar a nadie, quanto más a su señor, hasta que, cumpliendo lo capitulado, rescatasse o libertasse la fee que en su poder dexó empeñada. Assí mismo, podía alegar que no se puede venir al combate quando la diferencia se puede prouar por escripto o por testigos, como aquí muy fácilmente se pudiera hazer. C. ¿Cómo? M. El Emperador dixo que el Rey de Francia lo hauía hecho vil y ruynmente en no guardarle la fe que le hauía dado. Coniene pues aquí prouar si romper vn hombre su fee es ruyndad y vileza, y si el Rey de Francia la rompió o no. Lo primero es cosa tan clara y tan aueriguada que sería vergüença traerla en disputa, pues no ay hombre tan pérfido o malo que no confiesse y tenga por vileza romper el hombre su fee. Para prouar lo segundo, aý está la capitulación de Madrid, firmada de la mano propria del Rey de Francia y de los embaxadores de la regente, su madre, en que jura, promete y da su fe de cumplir todo lo en aquella capitulación contenido en ciertos términos y a ciertos tiempos allí declarados, y que en caso que no lo cumpliere, boluerá dentro de cierto tiempo a la prisión. Pues si el Rey de Francia dió su fe de hazer esto, y lo prueua y muestra por escriptura firmada de su propria mano, talmente que no lo puede negar y después, no solamente no lo cumple, mas claramente dize que no lo quiere cumplir, ¿no está claro que rompe su fee? Y si el que ésta rompe, haze vileza y ruyndad, cosa aueriguada es que él queda por vil y ruyn, y que con verdad se puede dezir hauerlo hecho ruynmente en romper su fe. Y pues esto se podía prouar por escripturas auténticas y claras, muy bien pudiera el Emperador alegar que no hauía necessidad de combate. Y aunque el Emperador quisiera, como quiso, dissimular todas estas causas por donde cessaua el combate, habilitando él al Rey de Francia, como lo habilitó), para combatir con él, y señalando luego lugar seguro para la batalla, hauiéndose querido el Rey de Francia llamar defensor por vsurpar y atribuire la electión de las armas, ¿no era razón que, siendo el Emperaor desafiado, se examinasse y determinasse primero quál era prouocador y defensor antes que venir al combate? Pues para esto sé que menester eran demandas y respuestas y no pedir a humo muerto la seguridad del campo, la qual con todo, el Emperador le embiaua, mas juntamente con embiarla respondía al cartel del Rey de Francia como has oýdo, queriendo lleuar la cosa por sus términos y guiarla como quien que desseaua venir a la conclusión della & no contentarse de palabras, como el Rey de Francia. C. Agora, sus, tú vienes armado para defender al Emperador. No quiero disputar contigo; prosigue adelante. M. Essa salida les queda a los que se ponen, como tú agora has hecho, a defender vna mala causa, mas sea como tú quisieres. En Fuenterabía estuuo el Rey de armas del Emperador obra de cinquenta días, importunando continuamente por su saluoconduto, hasta que, de pura vergüença, se lo houieron de embiar, mas todavía con condición que lleuasse la seguridad del campo y no de otra manera. C. ¿Ves aý otra ánima que sube la montaña? Mira si le quieres preguntar algo. M. Ya la veo; vamos hazia allá y sepamos quién es. C. Oýdo nos ha; escucha. Veamos qué dize. AN. ¿Qué pedís, hermanos? M. Querríamos saber quién eres y qué estado touiste en el mundo. AN. Yo fui vn pobre frayle, & mi estado era seruir a Jesucristo. M. Siruiendo a tal señor, ¿te osas llamar pobre? AN. Pobre me llamo quanto al mundo, y pobre de virtudes que de estado y mercedes me recebí de mi señor, más fui que rico y bienauenturado. M. Bien se te parece, mas dínos, ¿por qué te metiste frayle? AN. Bien sé por qué me lo preguntáis. Vosotros pensáis hauer yo sido de aquellos que piensan consistir la religión en andar vestido de vna o de otra color o en traer el hábito desta o de aquella hechura o en andar calçado o descalço o en traer camisa de lana o de lienço o en tocar o dexar de tocar dineros. A la fe, hermanos, muy engañados estáis, que antes que me metiesse frayle estaua de todo esso muy bien informado. M. Pues sabiendo y entendiendo tú esso, ¿quién te engañó que tomasses vna vida tan puesta en razón y tan fuera de razón? AN. ¿Tú sabes lo que dizes? M. Agora lo verás. ¿Qué cosa puede ser más puesta en razón que leuantarse todos a las seis, comer a las diez, dormir desde las doze hasta las dos, cenar a las seis, acostarse a las siete, estar tantas horas en el coro y tantas en el refitorio y tantas en la cama? Veamos, ¿a quién esto oyere, no le plazerá como cosa muy razonable? Pero si por otra parte considera la diuersidad de las complessiones, condiciones, & inclinaciones de los hombres, que a vno le conuiene mucho dormir para su salud y a otro daña lo que a aquél aprouecha; a vno es saludable el madrugar y a otro dañoso; vno sana y otro enferma ayunando; a vno es sano vn manjar y a otro le causa enfermedades; a vno da la vida y a otro daña el sueño de medio día; a vno conuiene traer poca ropa y otro a menester mucha; uno se huelga de andar descalço y otro enferma si no anda calçado; y aun vn mismo hombre está muchas vezes dispuesto para vna cosa y otras no. Hauiendo, pues, en estas y en otras cosas tanta diuersidad en los hombres, ¿qué cosa más fuera de razón puede ser que limitarles las horas que han de comer, dormir, velar, rezar y cantar, como si todos fuessen de vna misma complisión? AN. Mira, hermano, tú eres vn poco más agudo que sería menester. Si los hombres se metiessen frayles por fuerça, podríanse quexar si les diessen manera de viuir fuera de su natural, mas pues a ningno se haze fuerça, ninguno tiene causa de quexarse. La regla está aý; cada vno la puede ver y saber. El que se contenta della, pareciéndole conformarse con su condición, tómela mucho en buena hora; el que no, déxela, que a ninguno se haze fuerça y el que neciamente se mete frayle, neciamente se muere, y aun quiçá se va al infierno; y lo mismo podemos dezir del clérigo y del casado. Yo, hermano, viendo la corruptión del mundo y a mí en estado que a cada passo hallaua mil embaraços en que tropeçar, determié de recogerme en vn monesterio, no porque no conosciesse poder seruir tan bien a dios fuera dél, mas porque me inclinaua más a aquella manera de viuir que a otra alguna. Determinado, pues, de meterme frayle, anduue muchos días con mucha curiosidad, informádome de la regla y forma de viuir de cada orden y después tomé aquella que me pareció más conforme a mi complessión. M. ¿Nunca te arrepentiste? AN. Aquéllos se arrepienten que no miran lo que toman, mas yo, ¿por qué me hauía de arrepentir, yendo como yua tan informado de todo lo que hallé? De manera que ninguna cosa me era nueua y de lo bueno gozaua y lo malo dissimulaua y sufría con paciencia. M. Diz que monjas y frayles no saben sino pedir. AN. Esso hazía yo continuamente, pedir gracia a Nuestro Señor para que me encaminasse & hiziesse perseuerar en su seruicio. M. No digo sino cosas mundanas. AN. Essas nunca pedí yo, ni aun las quería recibir de los que me las daua, mostrándoles por la obra que las menospreciaua y que tanbién ellos las deuían menospreciar, porque mucho más persuaden obras que palabras. M. Dizes verdad, mas, ¿cómo te proueýas de lo que hauías menester? AN. Poco han menester los frayles, allende lo que les dan en la orden, sino para curiosidades, de que yo huýa mucho, y aquello de que tenía necessidad, procuraua de ganar trabajando con mis manos. M. ¿Tenías oficio? AN. Quando determiné de meterme fraile me puse a deprender vn oficio con que pudiesse ganar y proueer mis nessidades sin ser molesto a ninguno, y aun lo que me sobraua repartía con mis compañeros, especialmente con predicadores y confessores, porque no lo anduuiessen pidiendo a los seglares. M. Diz que muchos se meten frayles por ser ociosos y no trabajar y ganar de comer AN. Yo no sé lo que otros hazen. De mí te sé dezir que me metí frayle por poder honestamente trabajar y no estar ocioso, porque ni mi linaje ni mi estado me consentían trabajar si no mudaua el hábito. M. ¿Cómo te agradaua la hipocresía que suele ser compañera de los frayles? AN. Dígote que muchos días me detuue de meterme frayle por no obligarme a fingir sanctidad. Tanto aborrecía la hipocresía, mas a la fin, quando determiné de ser frayle, determiné juntamente de viuir de manera que no touiesse necessidad de mostrar de fuera más de lo que hauía dentro. M. Por la mayor parte los frayles siembran y mantienen supersticiones. AN. Esso hazen los que, o no quieren trabajar para sus necessidades, o andan buscando cosicas para sus curiosidades, los quales por esto han de buscar inuenciones con que sacar del vulgo lo que quiçá de otra manera les sería negado; mas el que huye las curiosidades y trabaja con sus manos para proueerse de lo necessario, muy lexos está de sembrar y mantener supersticiones. M. Diz que es natural vicio en los frayles la murmuración y ser maldizientes AN. El que seyendo seglar tenía estos vicios puede ser que no los dexe en el monesterio, mas el que seglar los aborreció, mucho más los aborrece frayle. M. Los frayles son tenidos por ambiciosos, assí en procurar prelacías en sus órdenes como buenos obispados y aun capelos fuera dellas. AN. Como la ambición sea vicio a todos estados común, no te marauilles que reyne tanbién entre los frayles, que son hombres como los otros; de mí te sé dezir que siempre la aborrecí y uý della como de cosa muy pestilencial, contentándome de tener cargo de mí mismo. M. Gran trabajo deue ser sufrir vn prior o guardián necio AN. Trabajo es para los que lo tienen por trabajo, mas ya sabes que no ay cosa tan fácil que no sea dificultosa si la hazes forçado, ni tan difícil que no sea fácil si la hizieres de buena gana. M. Sí, pero rezia cosa es de sufrir vn hombre grossero. AN. Si te parece y la tienes por rezia, rezia será, mas si considerando tú que eres hombre como aquél, y del mesmo metal que aquél y que te pudiera dios hazer tan necio o grossero como aquél, quántas más grosserías y necedades en él vieres, tantas más gracias darás tú a dios que te libró dellas, y te holgarás de verte libre dellas. M. Bien pero, ¿no es rezia cosa que se den cargos a semejantes personas? AN. Hermano, mira, en todos estados y géneros de hombres está agora el mundo de manera, que por marauilla se dan cargos, ni oficios ni beneficios sino a los que con artes y grangerías los andan procurando & como ningún hombre prudente, bueno y virtuoso se quiere poner a pedir y procurar cosas semejantes, pareciéndole que de razón le deurían rogar con ellas, es forçado que por la mayor parte los cargos, oficios y beneficios caygan en ruynes & ignorantes. Yo me he detenido más de lo que pensaua, y me voi con vuestra licencia. C. Antes lo ouieras hecho, ¿no miráis de qué me siruen a mí estas philosophías? Ea, pues, tú, Mercurio, acaba si quieres contarme essa tu historia. No me la hagas tanto dessear. M. Hauido por el Rey de armas el saluoconduto del Rey de Francia, a la misma hora partió de Fuenterabía y vestida su cota de armas entró en Francia, protestando que por hauer pedido saluoconduto no entendía de rogar a los preuillejos y preheminencias de su oficio, y assí siguió su camino hasta cerca de la ciudad de París, donde pensaua hallar al Rey de Francia. Mas el Rey, temiendo su venida y por dilatar de oýr lo que de parte del Emperador traya, andaua por las florestas caçando, no permitiendo que el Rey de armas le viniesse a hablar, mas como él continuasse en sus protestaciones, viendo que sin muy grande infamia no podía más detenerlo, se vino a París donde en presencia de muchos grandes señores, perlados y caualleros, assí franceses como de otras naciones, fingió querer dar audiencia al Rey de armas, mas en tal manera lo fingía que por otra parte mostraua bien la poca gana que tenía del combate. C. ¿Cómo? M. Antes quel Rey de armas entrasse, el Rey de Francia hizo v muy largo razonamento a todos los que estauan presentes, diziendo las causas porque los hauía ayuntado, y colorando su causa con palabras muy agenas de la verdad lo menos mal que pudo, concluyendo que en ninguna manera quería oýr palabra alguna al Rey de armas del Emperador si primero no le daua la seguridad del campo, porque no quería sufrir que con palabras vanas se dilatasse el efecto de aquel combate. C. Harto animosamente lo hazía. M. ¡Cómo eres o finges ser gran badajo! Hauía detenido al Rey de armas cinquenta días en Fuenterabía y otros ocho o nueue andándose caçando, y temía de esperar siquiera media hora mientra que el Rey de armas dizía lo que le hauía sido mandado, como si el Emperador estuuiera y en el campo esperando y no houiera lugar de esperar ni aun media hora. Allende desto, si el Rey de Francia desseaua tanto este combate, veamos, ¿con qué se dilataua más, con oýr o con dexar de oýr al Rey de armas? No oyéndole, quedaa la cosa no solamente dilatada, mas del todo deshecha, porque si el desafiador no quiere oýr la respuesta del desafío, claro está que rehusa el combate y confiessa el delito y no queda más que proceder en la causa. Oyéndolo, o traýa aparejado lo que conuenía para el combate o no; si lo traýa, ya el Rey tenía lo que demandaua, y si no, todo era tornarlo presto a embiar, y la dilación fuera muy poca en comparación de la que hasta allí él mismo hauía causado. Y a los menos conoscieran todos que no quedaua por él. De manera que declarando no querer oýr al Rey de armas, declaraua no tener gana del combate. Acabado su razonamiento, entró el Rey de armas del Emperador, y antes que el cuytado pudiesse abrir la boca para hablar, el Rey de Francia, por espantarlo y hazerle que se turbasse para que no le diesse la seguridad del campo que sabía él bien que traýa consigo, le comiença con palabras furiosas a preguntar si hauía hecho lo que deuía a su officio, que se acordasse de lo que hauía escripto de Fuenterabía y con qué condición le hauía sido embiado el saluoconduto. El Rey de armas, sin responder a esto le suplicó (como es costumbre), que le diesse licencia para hazer su officio. El Rey de Francia insistía en que no le consentiría hablar palabra si primero no le daua la seguridad del campo, que fuesse hecha y ordenada como conuenía. El Rey de armas, por otra parte, dezía hauerle seydo mandado que él mismo la leyese y que si él la quería oýr, que se la leería, donde no, que se la daría en sus manos con condición que le dexasse después vsar de su officio. Estonces el Rey de Francia, no sabiendo qué responder a esto, ni queriendo recebir el cartel del Emperador, se leuantó diziendo muy rigurosas palabras y se dexó allí el pobre Rey de armas sin quererlo oýr ni recebir el cartel que lleuaua. C. ¿Qué me dizes? M. Esto que oyes. C. Pues veamos, ¿qué hará agora el Emperador? M. ¿Qué quieres que haga si el Rey de Francia no quiere oýr sus Reyes de armas ni recebir sus carteles C. Arrastrarle ha las armas y pintarlo ha como en semejantes casos se suele hazer. M. Antes me persuado yo tanto de su modestia y bondad que no se porná en hazerle vna afrenta como éssa, porque aunque sea su enemigo, a la fin es príncipe y christiano y es honesto que se le tenga algún respecto, pues los buenos con virtud se precian vencer. C. ¿De manera que no haurá ya memoria desse combate? M. Ninguna. C. Si supiesses de qué cuidado me has quitado, marauillarte ýas que de verdad ha muchos días que no estaua en mi seso, pensando en el mal que deste combate se me recrecía. Siempre me sueles tú alegrar con mill buenas nueuas & yo nunca hago nada por ti. Si te parece que es hora, vamos a holgar vn rato con Proserpina. M. Soy contento, mas sepamos primero qué ánima es ésta que viene cantando. C. Parece muger. M. Assí es. C. No sé si huyrá de nosotros. AN. A las vezes, las que más huyen son las que más presto se dexan alcançar, pues en el mundo no huý de hombres, (de quien me podía temer), teniendo en mí firme propósito de vivir castamnte, ¿por qué huyré agora de vosotros de quien ninguna afrenta puedo esperar M. ¡O ánimo no de muger mas de hombre muy esforçado! ¿Querrásnos dezir qué tal fué tu vida en el mundo? AN. Y aun de muy buena voluntad. El mayor bien que mis padres me dexaro fue bezarme a leer y vn poco de latín y aficionéme tanto a leer en la Sacra Escriptura que della sabía mucho, y juntamente con saberla, procuraua de conformar mi vida y costumbres con ella, no dexando de enseñar a mis amigas y compañeras que conmigo conuersauan aquello que dios a mí me hauía enseñado, mas con tanta modestia y templança que no pudiesse ser reprehendida, conosciendo quánto era mi sexo y edad peligrosa, y quán recatada deuía andar de mí mesma, porque sin dubda las mugeres mucho más que los hombres tenemos necessidad de tener por sospechosa qualquier opinión en que caemos hasta que se haya muy bien primero examinada y comunicada, y porque el callar en las mugeres, especialmente donzellas, es tan conueniente y honesto como malo y deshonesto el demasiado hablar; siempre procuraua yo que mis obras predicassen antes que mis palabras. Desta manera viuí muchos años sin voluntad de ser monja ni de casarme viendo la vna vida ser muy agena de mi condición y los peligros y trabajos que en la otra ay. Especialmente temía que me darían algún marido tan apartado de mis fines que o me peruertiesse a mí o touiesse muy trabajosa vida con él. A esta causa determiné de no casarme, mas a la fin, todo bien considerado, acordándome de las excelencias que del matrimonio hauía leýdo, y pareciéndome cosa difficultosa guardar, (como se deue guardar) la virginidad aunque aquel estado sea más alto y excellente y por Jesuchristo con exemplo y con palabras y después por San Pablo aconsejado, y por muchos sanctos seguido, tomé por seguro para mí casarme. Mas como no sea lícito y honesto a las mugeres escoger el marido que ellas quieren, mas parecen obligadas a tomar el que sus padres, hermanos o parientes quieren darles, aunque yo no pocas vezes les rogaua que no mirassen a linage ni a bienes mundanos ni a hermosura del cuerpo, sino a las virtudes del ánima, porque con éstas me entendía yo casar, a la fin me dieron vn marido con quien sabe dios lo que al principio yo passé, pero todavía lo sufría con paciencia, esperando en la bondad de dios que yo lo atraería antes a él a mi condición que él a mí a la suya. Y dime tan buena maña, contraminando sus vicios con virtudes, su soberuia con mansedumbre, su aspereza con halagos, su prodigalidad con templança, sus juegos y luxurias con castos y sanctos exercicios, y su yra con paciencia, gouernándome siempre con él con profunda y entera humildad, a tiempos dissimulando vnas cosas, a tiempos tolerando y permitiendo otras, y a tiempos reprehendiendo dulcemente aquellas cosas que claramente me parecían dignas de reprehensión, que poco a poco le amansé de manera que le hize dexar todos sus vicios y malas costumbres y abraçarse tan de veras con las virtudes, que desde a pocos días yo aprendí dél lo que él aprendía de mí. Y assí, bezándonos el vno al otro, y procurándonos de contentar el vno al otro, viuíamos en tanta paz, amor y concordia, que todos se marauillauan de verlo a él tan mudado y de lo que yo con él hauía trabajado y de la conformidad que ya teníamos. M. ¿Houistes hijos? AN. Muchos años estouimos sin ellos. M. ¿No tenías pena de verte estéril? AN. Pena tienen de no parir las que viuen y querrían parir para sí, mas yo, que no viuía ni quería nada para mí, no tenía de qué tener pena. Mientras dios no me daua hijos, dáuale muchas gracias por ello, persuadiéndome que assí conuenía a mi prouecho y a su seruicio. Quando me los dió, las mesmas gracias le daua, suplicándole los endreçasse y enseñasse para su seruicio, procurando quanto en mí era de industriarlos para este efecto. M. Marauíllome desso que me dizes, porque suelen las mugeres con mucha curiosidad importunar a dios que les dé hijos. AN. Yo era muy contraria a essa opinión, no porque no touiesse yo los hijos por vn especial don de dios, mas porque siéndome incierto qué tales hauían de ser, no osaua dessearlos, sino que dios hiziesse lo que fuesse su voluntad, teniendo por cierto que aquello que él ordenasse, sería lo mejor, y las mujeres que son desta mi opinión, dios sabe de quántas supersticiones se escapan, que por hauer hijos a cada passo se hazen con no poco desseruicio de dios y detrimento de la religión christiana. M. ¿Touiste hijos o hijas? AN. Hijas. M. ¡Qué trabajo! AN. ¿Trabajo? Antes es muy gran descanso para las madres tener hijas con quien se puedan descuidar y a quien puedan doctrinar, que las buenas madres más se huelgan con las hijas que con los hijos, porque las hijas las acompañan y siruen hasta la muerte y nunca les pierden el amor, mas los hijos, aun no son nascidos quando se van por ay, que ni conoscen ni tienen amor a padre ni a madre. Allende desto, por marauilla veréis vna hija desobediente y muy raros son los hijos obedientes. Pocas vezes vemos hijas desconformes de sus padres y a cada passo hallamos hijos perseguidores de sus madres. M. Gran trabajo es el que passan las madres en guardar las hijas. AN. Hauías de dezir las ruynes madres, porque qual es la madre tal es la hija, y por esso, quanto es difficultoso y trabajoso a las ruines guardar que sus hijas no lo sean, tanto es fácil a las buenas hazer que sus hijas les parezcan. M. ¡Qué de congoxas passan las madres con las hijas! AN. Muchas más con los hijos, que desde que nascen andan sugetos a mill peligros: quando iños de decalabrarse o lisiarse, y quando grandes de perder la vida, y a la fin no falta vn camino largo o vna guerra en que mueren, dando mortal congoxa a sus padres. M. Gran trabajo es buscar y aun comprar casamientos para las hijas. AN. Desse trabajo fui yo bien libre, porque crié mis hijas tan virtuosas y hauía tantos que las desseauan por mugeres, que toue bien en qué escoger.Verdad es que el dote suele trabajar a los padres, mas como yo no touiesse respecto a la vanagloria del mundo y me inclinasse antes a casar mis hijas con virtuosos que con ricos ni poderosos, fácilmente y con poco trabajo las casé todas, y aun mucho a mi voluntad y con quatro hijas cobré quatro yernos que toue yo siempre por hijos, y ellos a mí por madre, lo que no acaeze a las que casan hijos, que con tantas nueras cobran tantas enemigas. M. ¿Cómo te hauías con tus criados y criadas? AN. Como con mis hijos, doctrinádolos y guiándolos en aquello que deuían hazer para seruir a dios. M. ¿Hazíaslos ayunar, rezar y disceplinarse? AN. Yo te diré. Las cosas que en sí son siempre y en todo lugar buenas, y que sin pecado no se pueden dexar, les encomendaua yo sobre todo, procurando que solo vn punto no se apartassen dellas. De las otras que a vnos son buenas y arman y a otros no; en vnos tiempos se halla la persona dispuesta para ellas y en otros no, a vnos sanan y a otros matan, a vnos aprouechan y a otros dañan, les encomendaua que vsassen con mucha discreción, apatando siempre y desterrando de mi casa toda manera de superstición y de hypocresía, queriendo que houiesse mucho más en lo interior de lo que se mostraua en lo exterior. M. ¿De qué edad moriste? AN. De cinquenta años. M. ¿Heziste testamento? AN. Todo esso dexo encomendado a mi marido & yo me voy a gozar de aquel summo y perfecto bien por mí tanto desseado; por esso no me detengas más. C. Déxala yr, Mercurio. Cata que se haze tarde. M. Que me plaze, mas ves aquí otra ánima que viene a más andar. Sepamos quién es. C. ¿Tú no vees que es monja? M. Vámosla a hablar. C. Déxala. Assí gozes que a la fin es muge y monja, y si comiença, nunca acabará. Vamos, que ya nos estará esperando Proserpina. M. Vamos. FIN

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